Capítulo 2

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Hacía media hora que corría a tropezones por la selva... Me detuve, me quitè la fornitura y el fusil y los dejé en un lugar por donde creía que pasaría la gente de Albeiro...No quería que el enemigo recuperara nuestras armas, pero tampoco deseaba cargarlas más conmigo porque estaba dispuesta a despojarme de todo lo que me atara al pasado.
Retomé la marcha y descendí la montaña para acermarme a Arrecifes con la esperanza de encontrar a Milena. La claridad de la noche me permitía moverme sin demasiada dificultad. Bajé por la cordillera durante más de dos horas. Encontré una pequeña casa campesina. Era de bahareque. Toqué varias veces la puerta... Abrió un niño somnoliento, de unos trece años y cabello claro y Crespo. Cuando me vió vestida de camuflado, quiso cerrar el portón. Lo empujé... Le conté que me había escapado de la guerrilla esa mañana y le rogué que me dejara entrar.
-¡Si llegan los guerrilleros y nos encuentran aquí nos matan seño! - contestó.
-No tienes por qué preocuparte, pelao - le dije -. Esta noche la guerrilla está de fiesta y yo me iré antes del amanecer...
El muchacho ingresó a la única habitación que había en la casa. Poco después apareció una anciana. Dijo que se llaba Domitila.
Me sirvió un plato de carne salada con bollo limpio, me dió agua y me preguntó qué pensaba hacer.
-Olvidarme del pasado, doña - le contesté.
-El pasado lo llevamos atado a las espaldas, mija - respondió la viejita.
-¡Yo voy a desatarmelo! - exclamé.
-Ojalá Dios te lo permita, niña.
Doña Domitila parecía una mujer dulce pero curtida por las dificultades. Se movía con agilidad. Sin embargo, en su rostro no cabía una arruga más. Pensé qué tal vez, a diferencia de lo que a mi me había ocurrido, a ella la vida le había ajado la piel en vez del alma... Le pedí que me permitiera pasar la noche en su casa.
-Puedes quedarte sólo si me aseguras que te marcharás antes del amanecer - dijo.
-Se lo prometo, doña Domo - le respondí.
Quise solicitarle que me prestara algún dinero con la certeza de que un día sr lo devolvería, pero no me atreví a hacerlo... Recordé entonces que yo no había querido siquiera sacarle a Pedro los cien mil pesos que llevaba en el bolsillo cuando lo mataron, ¡Y cómo me hacían de falta ahora!

(Pedro, ¿por qué permitiste que te mataran y me dejaste sola en esta vida sin un destino distinto del de la guerra? Sé que donde quiera que te encuentres me estarás juzgando por haber abandonado la lucha... ¡Pero no mr importa! Quédate tú solo con tu guerta que yo ya decidí fugarme para encontrar la vida...)

Le pedí a doña Domitila que me facilitara una muda para poder moverme como civil. Al rato se apareció con unos jeans y una camiseta roja. Me los puse. Parecían hechos a mi medida. Vi que en sus ojos se asomaron lagrimas.
-¿De quien es esta ropa, doña Domi? - le pregunté.
-Era de mi nieta - contestó -. Hace una semana que la asesinaron los paramilitares...
La niña había sido una más de sus víctimas, una noche llegaron a requisar la vivienda porque estaban buscando guerrilleros; la nieta les abrió la puerta, los enfrentó y les dijo que esa no era su casa como para que entraran cada vez que les provocara. Entonces un hombre, que tenía un diente de oro, sacó su pistola y le clavó un tiro en la cabeza.
La abuela me indicó que me acostara en la barbacoa, me entregó un despertador y me insistió en que cumpliera mi promesa de salir antes del amanecer.
-No quiero morirme todavía porque tengo que acabar de criar a mi nieto, mija - me dijo.
Le aseguré que no tenía por qué preocuparse. Entonces la anciana me apretó el brazo y me dijo:
-Que Dios te proteja, niña...
Puse el despertador para que sonara a las tres y media de la mañana. Me acosté pensando en mi hermana Milena... Recordé sus ojos cafés, enormes, su mirada penetrante, su cabello negro, rizado, le cubría la mitad de la espalda... Me acordé de los cuentos interminables que todas las noches improvisaba, sentada al borde de mi cama, mientras yo me dormía...

(Milena, ¿Por qué te fuiste de la casa y nunca regresaste? ¿Por qué no cumpliste la promesa que me hiciste de llevarme contigo? ¿Por qué jamás me enviaste un mensaje? ¿Por qué me dejaste? ¿No dizque tanto me querías? Tú no te imaginas cómo me sentí de sola cuando te marchaste: me la pasaba escondida detrás de los árboles para llorar sin que me vieran... Milena, ¿Tú estas viva todavía, o será que ya estás muerta? Mañana me voy a buscarte hasta en el último rincón de Arrecifes...)

Amor EnemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora