Capítulo 10

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A las seis de la mañana tocaron la puerta. Era Yonbairon... Parecía recién bañado, olía a colonia y llevaba una camisa fucsia que lo hacía ver espléndido...
-Me voy a buscar al patrón para ver si puedo averiguar por Milena. Si en dos días no he regresado quiere decir que me mataron - dijo, y sin esperar mi respuesta dio media vuelta, se subió a la motocicleta y aceleró.
Cuando el padre Darío llegó a tomarse el jugo de naranja y el café le conté lo que me había dicho Yonbairon.
Él le agradeció al Espíritu Santo que lo hubiera iluminado porque según dijo, el único camino disponible que teníamos para llegar donde estaban mi hermana y la niña era buscar a Don Corcho.
-¿Y si lo matan? -le pregunté.
-Quiere decir que habría muerto por una causa noble y eso se lo tendría en cuenta Dios-repuso, mientras alistaba la estola y la casulla moradas que debía utilizar para decir la misa de siete. Entonces me invitó a que hiciéramos lo único que podíamos hacer: rezar...
Al terminar la misa el padre dijo que visitaría a una enferma y que regresaría a la hora del almuerzo. Decidí sorprenderlo y cociné lo que mejor sabía hacer: sopa de pescado, plátano frito y ese arroz con arverjas, huevos y tomates que tantas veces le había visto preparar a mi mamá. Entonces la recordé en la cocina, siempre atareada, inventando platos, tarareando canciones...

(¿Dónde andará usted, mamá? Debe estar en la escuela a punto de salir de vacaciones de semana santa... Supongo que pasará esos días en la casa, con Julio y Yamile, sus hijos preferidos... ¿Y si me voy para allá a buscarla con el fin de cumplir la penitencia que me puso el padre Darío y, de paso, saludo a mi papá? Pero ¿qué le voy a decir si la encuentro? Sólo puedo hacerle reclamos, mamá... ¿Será cierto que usted llora por mí, como dice doña Regina? ¿Será verdad que usted me quiere, mamá? Si eso fuera así, yo sería la persona más feliz...)

A la una en punto, el padre Darío abrió la puerta. Le conté que tenía de almuerzo el plato preferido de mi mamá.
Nos sentamos a la mesa. Se tomó la sopa de pescado y probó el arroz con arverjas. Comentó que todo estaba delicioso entonces dijo que debía darme cuenta de que mi mamá también era capaz de hacer cosas agradables y me ordenó algo difícil de cumplir:
-Quiero que me hables de las cualidades de tu mamá, Mileidi, descríbeme sólo sus cosas buenas...
-Es trabajoso, padre-dije-, pero como usted me lo pide lo intentaré...

《Mi mamá es una mujer muy bella, padre Darío... esbelta, de grandes ojos cafés, pestañas largas y crespas, tiene mirada penetrante, como la de Milena... Su cabello es claro y liso; sus facciones son finas, suaves, su piel es blanca, tersa... Por eso la llaman así, Blanca. Pero si verdadero nombre es Leidisabel.
》Dicen que me bautizó Mileidi para que en algo me le pareciera, pero yo soy muy distinta. Por ejemplo, mi mamá canta y yo no. Ella canta boleros, y los canta bonito, padre: Solamente una vez amé en la vida, y Quiéreme mucho , dulce amor mío, y Nosotros, que nos queremos tanto, debemos separarnos, no me preguntes más y en la vida hay amores que nunca pueden olvidarse, imborrables recuerdos que siempre guarda el corazón...
》Eso, mi mamá lo cantaba todo el día, padre... Yo la escuché cantar tanto que me sé de memoria esos boleros viejos... Mi mamá canta cuando cocina, cuando barre, cuando cose... la recuerdo cantando al impulsar el pedal de su máquina de coser Singer mientras yo le ayudaba a ordenar los retazos de telas de distintos colores que había regados por el suelo. Yo debía tener unos cuatro años entonces... Y veía cómo mi mamá hacía milagros y armaba, con esos retazos disparejos, unos vestidos alegres que nos hacía a la medida a Milena y a mí... Y también recuerdo que por esa época vivíamos en Los Cristales y en la noches, cuando todos nos habíamos acostado, ella se sentaba a oscuras en la sala a tocar la dulzaina. Era agradable dormir arrullada por el sonido que solo mi mamá sabía sacarle a ese instrumento...
》Ella estaba poco tiempo en la casa porque trabajaba como maestra en la escuela de Santa Clara, una vereda que quedaba a seis horas de camino a lomo de mula de donde vivíamos con mi papá, Milena y la empleada. Mis hermanos menores se la pasaban siempre con mi mamá y solo estabab con nosotros durante las vacaciones y los fines de semana. Mi mamá era la única profesora que había en esa escuela. A los niños de primero a quinto les enseñaba a leer, escribir, sumar, restar. Los alumnos la querían: decían que era buena maestra y que los trataba bien... El estudio le importaba mucho a mi mamá. Por eso, cuando estaba en la casa, nos ponía a estudiar y a hacer tareas todo el día. Decía que si éramos alumnos aprovechados tendríamos un buen futuro, pero que si desperdiciábamos el tiempo jugando por ahí, jamás dejaríamos de ser pobres... Aun cuando pobres de verdad nunca fuimos, padre...
》Mi mamá insistía en que teníamos que ser buenos lectores. Por eso, los fines de semana, siempre nos leía dos o tres cuentos antes de irnos a dormir. Y en las mañanas nos ponía a leer durante dos horas. Será por eso que a mí me ha gustado tanto la lectura...
》Esas son las cosas buenas que puedo contarle de mi mamá, padre... Lo demás es malo: especialmente su capacidad para maltratarme y su falta de amor por mí... Le confieso que lo que más le reprocho es que no me haya querido como yo quería que me quisiera, padre, como yo la quería a ella... Cuando vivíamos en Los Cristales, y más tarde en El Palmar, echaba de menos recibir su cariño, su comprensión, contar con su consejo, gozar de su compañía, descubrir lo que yo hubiera sentido con una caricia suya...》.

Amor EnemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora