––¡Jacob sube todo de una vez! –gritaba Agnes, que más que nerviosa estaba histérica.
––¿Por qué tantos nervios? ¿Acaso nunca ha viajado a París? –pregunté levantando una de mis cejas.
Algo me decía que nunca en su vida se había atrevido a volar, pero... ¿sería posible? Siendo ella una de las más grandes empresarias, era sumamente tonto pensar que le temía a las alturas, ya que su trabajo demanda viajes y otras cosas de movilidad, sin chance de descanso.
––N-No no es eso, solo apresúrate, no quiero llegar tarde al aeropuerto –recalcó poniéndose aún más preocupada–. Dios esta niña es la pasada, se demora tanto para después colocarse unos harapos encima –agregó mirando nuevamente el celular, el cual parecía estar a punto de romperse de tantas marcadas, que después no serían contestadas.
A lo lejos se podía ver una silueta muy marcada, aquella persona si tenía un buen gusto para vestir y dudaba que esa fuera mi amiga, cada vez la inspeccionaba más, intentando poder descubrir quién era exactamente, sin poder hacerlo seguí con mi trabajo, subir las maletas.
––Parece que esta vez si te esmeraste –escuché decir a Agnes–. Solo debes bajarte un poco la falda, no quiero que te tilden de zorra –sabía que la señora Agnes era muy seria y nunca callaba lo que pensaba, pero esta vez se había ido al extremo y nadie lo negaba. Al levantar la cabeza me llevé la sorpresa de que aquel escultural cuerpo era el de mi amiga, como había conseguido llegar hasta ese punto de belleza.
––¡¿C-Coralay?! ¿Acaso eres tú? –dije admirándola de pies a cabeza.
––Quién más, cabeza de chorlito –respondió dándose una vuelta completa.
Coralay siempre había dado a conocer su mal gusto para vestirse, pero esta vez, esta vez se había esmerado, ni al punto de zorra, ni al punto de vieja amargada, como la señora que tenía al lado.
––Esta bellísima –alagué.
––Tu tampoco estás tan mal, claro, no como yo, pero por ahí vas –corrió a abrazarme, había pasado un tiempo que no nos veíamos, para mí siempre fue alguien más que una amiga, mi hermana y verla así era un tremendo orgullo.
––Bueno, vasta de tanta niñería, ahora tú –dijo señalándome– Me terminas de meter las maletas, y tú –señaló a Coralay– Al auto, no tardamos en irnos ¡Ah! y Jacob, trata de ser... ¡Más rápido! –exclamó como una vieja desgañotada.
* * *
Unas horas pasaron, el tránsito era terrible y ya nos estábamos estresando, al llegar lo primero que hicimos, perdón, hice, porque fui el único que se encargó de sus trastos, diré maletas. En la entrada no hubo que hacer mucha cola, al abordar fue la cosa, las personas eran complicadas, siempre de un lado a otro, buscando sus asientos, milagro que nos tocada asientos VIP.
––Esto sí que es vida –bufó Coralay mirándome y sonriendo.
––Cómo tú no has hecho casi nada, eso sientes –reproché girando la cabeza en dirección a la ventana, por la cual pude notar un avión completamente diferente, algo vacío y muy elegante por fuera.
––¿De quién es ese avión? –pregunté.
––Es de los monarcas, pero creo que solo viajará la reina y el príncipe –aclaró Agnes mirando de vuelta el periódico.
––Entonces vamos a viajar cerca de ellos –presumió Coralay sonriéndome.
––¿Acaso no lo ves? Eso no es una avión normal ¿Será que es un jet? –supuse, me acerqué a las ventanillas, las cuales me permitieron matar mi curiosidad–. Eso sí que es un avión –presumí regresando al asiento.
––Deja de quejarte, no quiero que te vuelvas como yo, con dinero y mucha fama –Agnes y su ego, el cual es el más grande del mundo.
––Si y también arrugas y canas –agregó Coralay riendo desmesuradamente.
––Parece que alguien volvió a sus instintos de zorra –dijo Agnes sonriéndole suavemente.
––Ya paren, son madre e hija, no deberían discutir tanto, después de todo la vieja es usted –al momento de esas palabras pude notar como su mirada estaba clavada en mí, algo me decía que este no sería un viaje tranquilo–. ¡Ay! Cómo lo siento no quería faltarle el respeto, lo lamento –la miré esperanzado en que me perdonara.
––¡Miren ese es el príncipe! –Coralay era muy escandalosa, pero lo que me llamó la atención es que la mirada de Agnes cambió en torno a vergüenza y burla.
––¿Pasa algo señora Agnes? –pregunté sin mirar hacia la ventana.
––No nada, tranquilo Jacob, estás cosas de volar no son lo mío –dijo sumergiéndose en las letras de aquel viejo periódico, que más que papel parecía un trapo de múltiples cacharros.
––Y yo que pensaba que le alarmaba volar junto a la monarquía –intentaba descifrar el "porqué" de su extraño comportamiento, mi curiosidad e intriga aumentaba cada vez más.
––Solo necesito un vaso de agua antes de despegar, ya vuelvo –cogiendo aquellos lentes se dirigió a la azafata, la cual muy servicial le dio de beber.
––Oye... ¿Has visto a mi madre así? De un momento a otro se ha puesto muy nerviosa ¿Será que teme volar? –preguntaba Coralay mirando hacia el lugar donde se encontraba Agnes.
––No, nunca, siempre me ha parecido una mujer fuerte de vencer, pero parece que los nervios son su punto débil.
––Bueno, parece que ya todo está listo, el equipaje, la compañía –empezó a contarnos–. Parece que no hace falta nada más –habló colocándose el cinturón de seguridad.
––¿Mamá? ¿Te pasa algo?
––No, he dicho que no, ¿Por qué tantas preguntas? ¿Acaso no confían en mí –su sola afirmación hizo que tanto Coralay como yo, volteáramos a vernos, algo iba mal ¿pero qué?.
––Si... –suspiré.
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MI CENICIENTO© [REESCRIBIENDO]
RomanceMuchas veces hemos visto y oído las diferentes historias de princesas, su vida termina siempre en un final feliz y ahí acaba, es tan fácil soñar con una vida así, que hasta el tiempo se nos va, sin saber si algún día lograremos conseguir un destin...