Be strong

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Al caer por completo la noche, o quizás por la madrugada, Emma iba del brazo de Arturo, camino a su habitación. Se había despedido de sus padres y su hijo, haciendo referencia a que por la mañana se verían temprano durante el almuerzo. Tras ellos, la morena iba un poco cabizbajo, había despertado unos cuantos minutos después y para no preocupar a su hijo, le había dicho a su hermana que bajaría nuevamente,  su hermana le llevaba del brazo. Un suspiro pequeño salió de sus labios al detener su paso, tomando otro camino. Regina entonces levantó la cabeza al darse cuenta de que se habían separado de los demás y dirigió su mirada hacia su hermana, interrogante.

- al menos intenta parecer que no te fastidia todo esto - salió de los labios de Zelena. Las lágrimas volvieron a aparecer en el rostro de la morena. - Regina... - murmuró la pelirroja mientras tomaba entre sus brazos a su hermana. Suspiró pesadamente, ahora lo entendía, nunca había tenido una familia, al menos no una real, su madre adoptiva la había amado hasta sus últimos días cuando ella aún era una niña pero su padre adoptivo, ese hombre la había despreciado desde el primer día y la había soportado hasta que su mujer había muerto. Después sólo la había tratado como su fuese un estorbo, la obligaba a trabajar arduamente hasta cansarla. Luego, años después al encontrarse con el Mago de Oz, se dio cuenta de la razón de su desdicha, su madre había salido embarazada de un desgraciado, poco hombre y la había abandonado para salir adelante, casándose con el padre de Regina, un príncipe con gran futuro. Su odio por Regina había superado su amor de haber encontrado a su verdadera familia. Hasta este momento, sentía no sólo empata por su hermana, si no también, ella podía sentir el dolor que toda esta situación le causaba. Zelena no era tonta, desde que había llegado a quel pueblucho gracias a la maldición de Regina por querer salvar a los encantadores, se había dado cuenta de esas pequeñas miradas, de la real conexión entre la reina malvada y la salvadora, esas insignificantes cosas que al parecer ni los embajadores del amor verdadero habían notado. Negó mientras mantenía a su hermana contra su cuerpo, sintiendo las lágrimas mojar su vestido, eso era lo de menos, le dolía escucharla sollozar en silencio, tan rota y herida. Era como una pequeña niña en el cuerpo de un adulto. Espero y espero, hasta sentir los espasmos que había dejado el llanto en la morena. La verdad nunca espero que ella se quedase aún en sus brazos, no después de todo lo que habían pasado pero al parecer, Regina se sentía protegida en los brazos de su hermana mayor. No abrió la boca, no dijo ni una sola palabra, sólo espero, hasta que fue la misma Regina Mills quien se separó lentamente de la pelirroja y se limpio los rastros de lágrimas.

- lamento que hayas tenido que soportarme así - se le quedó mirando, extrañada. No comprendía esta 0arete de ella. - no era tu responsabilidad que te quedaras Zelena - sintió su corazón encogerse, parecía que durante tanto tiempo ella había pasado sufriendo este tipo de cosas en silencio. ¿Su madre acaso no la acurrucó entre sus brazos cuando sufría algún inconveniente? Sus ojos giraron en molestia, claro que no, Cora jamás había echo nada bueno para la felicidad de Regina, siempre había pensado solo en ella y en su beneficio, por algo su hermana había estado casada con ese pervertido del padre de Snow. De cierta manera ahora, que la tenía de frente, podía comprender un poco el dolor de aquella joven Regina que había perdido a su primer amor por culpa de una niña que no había sabido mantener su boca callada, que vivió engañada toda su vida con la frase "El amor es debilidad..."

- claro que si, eres mi hermanita - limpio con su pulgar el rastro de lágrimas en la cara de la morocha y sonrió levemente. - mi deber es quedarme - miró los ojos de su hermana y sintió nuevamente su corazón encogerse, odiaba ver a la morena tan débil, desde siempre había sido fuerte, poderosa, una fiera y ahora, ahora simplemente parecía un cachorro de león, triste, asustado.

- entonces, muchas gracias - murmuró por lo bajo, su mirada divago por el lugar. Un suspiro salió de sus labios y volvió a mirar a Zelena. - creo que sería mejor ir a dormir, a sido un día algo... - hizo una mueca llena de dolor antes de continuar. - ajetreado, mañana sería igual y en tu estado no puedes andar de arriba para abajo - eso sorprendió a la pelirroja. Regina se preocupaba por ella 6 su pequeño bebé aún en desarrollo dentro de ella. Una sonrisa dulce nació en los labios de la mayor y asintió, tomando la mano de la morena e yéndose a sus respectivas habitaciones. Lo que ninguno sabía era que este sería el último recuerdo en camelo que tendrían, antes de enfrentarse a la oscura Swan.

Ya se, corto pero interesante, a partir de aquí, viene la mejor parte, espero disfruteis de la historia.

Las Lágrimas de Un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora