I won't let you fly...I won't say goodbye

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Un silencio sepulcral inundó la sala mientras aún se podían escuchar los gritos de Winifred fuera de la capilla. Arturo cogió aire y se giró hacia el padre, suspiró y pensó "lo que debe hacer un rey por su pueblo". - prosiga por favor, no hay nadie que interrumpa esta unión - el hombre viejo dio un pequeño asentimiento con su cabeza para proseguir con la unión. Mientras tanto, en la cabeza de Emma, todo era un lío. Aquella chica, a quién todavía podía escuchar gritar y suplicar, esa morocha que se había arrodillado frente a Arturo hecha un mar de lágrimas y que le había mirado con desespero en los ojos, estaba destrozada y quizá en parte era culpa suya. Se tomó un respiro e giró nuevamente hacia el padre al igual que su futuro marido. Su pecho volvió a dar punzadas dolorosas como la última vez, no, no era como la última vez, en esta ocasión venían acompañadas de un pequeño escozor sobre su brazo izquierdo que era con el que sostenía el pequeño ramo de rosas blancas que había hecho una de las chicas para ella.

- ¿Emma? - escuchó a lo lejos y su mirada se encontró junto a la de Arturo, estaba preocupado por ella o quizá era imaginación de ella, ese hombre con quien ahora mismo se estaba casando, no podría sentir una mínima pizca de preocupación hacia ella, apenas se conocían.

- ¿si? - salió de sus labios en casi un pequeño susurro que le ocasionó un pequeño cosquilleo en la garganta.

- Majestad, Princesa Emma Charming White del reino Blanco, ¿aceptas por esposo al Rey Arturo de Camelot para amarlo,cuidarlo y respetarlo por el resto de vuestras vidas,hasta que la muerte los separé? - vaya, no sabía que el padre ya había dado la cátedra y ella no había puesto atención, aunque no era tan extraño, cuando niña, solían llevarla a la iglesia del sistema pero siempre terminaba siendo regañada puesto que al final de cada misa, ella terminaba tendida en una de las bancas traseras. Su mirada viajó por el salón, intentando encontrar apoyo en alguien al menos para retractarse de la locura que estaba apunto de cometer. Cuando su mirada y la de la morocha chocaron, esta inmediatamente las desvió, suspiró con cansancio, no tenía caso buscar la mirada de alguien que nunca buscaría la tuya. Observó nuevamente hacia el padre y asintió.

- te acepto a ti Arturo, como mi Rey y esposo, para amarte,cuidarte y respetarte por el resto de mi... eternidad - lo último había salido en un murmullo inaudible, no quería que nadie se asustará, si ella, que ahora siendo el ser oscuro se había asustado tanto en el momento en que se enteró de que sería eterna, estas personas no estaban listas para tal noticia.

- por el poder que dios y la corte real me confieren, yo los declaro marido y mujer, mi rey, ya puede besar a su reina - cuando sus oídos captaron el mensaje ya era tarde, Arturo la sostenía de la cintura con una dulzura que no había conocido nunca, sus mejillas se tornaron color carmín, no es que nunca hubiese besado a un hombre, si no que, hacia mucho de eso y además, este hombre tenía un parecido con la mujer por la que su corazón latía, vamos que lo único en lo que no tenían parentesco era en el género pero, su cuerpo reaccionó solo, su rostro se acercó con suma lentitud hacia el de él mientras sus manos se posaron en sus mejillas, una lágrima rodó por su mejilla y con una pequeña sonrisa en los labios, más bien parecida a una mueca, Emma selló su matrimonio con Arturo. 

El silencio reinó la estancia por pocos segundos, después todo el lugar se llenó de aplausos hacia el nuevo matrimonio. Emma se separó unos cuantos centímetros de Arturo y fingió la mejor de sus sonrisas. Observó en dirección hacia sus padres, dónde su madre le sonreía orgullosa mientras mecía con delicadeza a su pequeño hermano Neal, después miró en dirección de su padre, quien parecía menos a gusto con la situación, al menos alguien en su familia, además de su hijo, estaba en contra de aquella unión que se acababa de hacer. Suspiró con cansancio y dio una rápida mirada hacia donde suponía estaba aquella hermosa morocha, que estaba segura no volvería a ver después de que toda esa situación del "ser oscuro" acabase y ella, junto a sus padres e amigos, tuviesen que irse de nuevo hacia el pueblo. Negó rotundamente cuando no la encontró al lado de su hijo. Desvió su atención de esa situación y siguió a su marido por el pasillo fuera de la capilla mientras todos a su alrededor los felicitaban y tiraban pétalos de rosas blancas. 

Al otro lado de la multitud se encontraba nuestra morena favorita, mantenía su mirada en un punto fijo y las lágrimas surcaban sus mejillas como grandes tormentas. Quien la mirase de cerca podría fácilmente decir que estaba sufriendo.. ¿Porqué? La cosa era sencilla, el amor de su vida, de quien siempre había estado enamorada, se había casado frente a sus narices y ella no había podido hacer nada para detenerla. Hasta hace poco la había considerado su amiga, ahora que se había dado cuenta de sus verdaderos sentimientos, ya era demasiado tarde y cierta parte de su ser se negaba a aceptarlo. 

De pronto, todo se detuvo a su alrededor cuando de la nada, el suelo comenzó a temblar, se limpió con rapidez las lagrimas y buscó con la mirada a Henry, con tal de verificar que él estuviese bien. Su preocupación entonces viajó con suma rapidez hacia donde en su momento estaba Emma, quien parecía sostenerse el pecho con fuerza mientras se mantenía casi inconsciente en el suelo. La gente comenzó a gritar cuando un espeso humo negro salió de la parte baja del vestido de la rubia, gruñó por lo bajo cuando inmediatamente se dio cuenta que aquello no era cualquier humo, si no la magia negra del tenebroso actuando sin el consentimiento de Emma, la pregunta era ¿Qué la había hecho activarse esta vez y con tanta agresividad hacia la rubia?

Las Lágrimas de Un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora