Little one don't let go... Don't let go...

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En cuanto ellos estuvieron fuera de su campo de visión, se llevó una mano hacia la sien, llevaba ya algunas horas con ese maldito dolor de cabeza. Después de lanzar la maldición, sus dolores de cabeza se habían intensificado cada vez más,  y sumado a la maldita falta de sueño por ser el oscuro, esto era insoportable.

Cerró los ojos con fuerza, en espera de que todo pasara, esto era por el bien de todos, inicialmente el de su hijo.

- mi reina - realizó una pequeña reverencia frente a ella. Mirándola preocupado, no sabía que tan mal podría estar pero, aún así, ese sentimiento de preocupación al verle, desde el primer día, no desaparecía. Era extraño como había surgido el sentimiento, se había quedado prendado apenas mirarle a los ojos.

- Arturo - el aliento de ese hombre frente a su rostro le golpeó de lleno, apenas hubo susurrado su nombre.

- ¿esta todo bien? Pareces algo agotada - al abrir sus ojos, se topó con el mar chocolate de su esposo, le tenía aprecio, por supuesto que sí, ese hombre era, por ahora, todo el apoyo y cariño que tenía.  Se quedó sin aliento un momento, cuando la imagen de la morena llegó a su mente, la noche que habían compartido y que ella se había encargado de borrar de su memoria.

Pasó saliva y le sonrió levemente a Arturo. No había problema con él, sabía sus planes y cuáles habían sido los motivos del porqué regresaban a esa tierra, o al menos eso le había dicho ella, aquella mañana en que habían despertado en una tierra desconocida para él pero no para ella. Su mirada bajó por su mejilla, acercó su mano hacía su rostro y acarició la pequeña cicatriz en ese sitio. Eso era un secreto para él pero, Emma sabía perfectamente de dónde provenía realmente esa vieja herida y por el momento preferiría que siguiera siendo un secreto para él.

- solo a sido un día muy largo, todo esto de utilizar magia me tiene algo débil solamente - se excusó mientras tomaba su mano. Él intentó besar sus labios y ella bajó la cabeza, dejando así, que el beso terminará sobre en su frente. Apreciaba al hombre que era su esposo, él había cuidado de ella, le había aceptado desde el día en que la conoció pero, sólo ella sabía la razón tan grande y fuerte para sentir rechazo, ahora cada que él intentaba acercarse o siquiera intentaba tocarla de esa manera. Y Arturo no lo comprendía, recordaba haberla besado aquel día en su boda e incluso durante su baile, ¿qué había sucedido?

Si tan solo la maldición no se hubiese llevado sus recuerdos, suspiró con pesadez, añoraba sus recuerdos de los últimos 6 meses, quizá habían sido los mejores junto a su esposa pero, miró con dulzura a la rubia, sí perder sus memorias más recientes habían sido parte de la ayuda para encontrar una solución a todo aquello, lo comprendería o al menos lo intentaría. Era por el bien de la mujer que ahora era su esposa.

Una sonrisa nació en sus labios. No se arrepentiría, de ello estaba seguro.

- ve a tus aposentos, pediré que alguien te lleve un té - asintió mientras se levantaba de su asiento. Apenas había dado unos pasos, cuando se detuvo y se giró hacía él.

- por cierto - le observó. - Henry estará viviendo con nosotros, ahora está durmiendo en su habitación - aquello lo tomó por sorpresa, sabía y reconocía la existencia del hijo de la rubia pero nunca esperó que ella tomará la decisión de ponerlo bajo su techo. Algo dentro de él se encendió, como un sentimiento antiguo y se removió incómodo en su sitio pero, no podría ser aquello celos hacía el hijo de ella, ¿verdad?

El muchacho se veía a lo lejos que era una persona increíble, entonces, ¿qué era lo que realmente le molestaba? ¿Era acaso la presencia de la mujer morena que también se proclamaba como la madre del muchacho?

Cementerio, Storybrooke (cripta Mills)

Todo salió volando a su paso, estaba molesta, sumamente molesta. No sólo habían vuelto al pueblo sin poder sacar la oscuridad dentro de Emma, si no que, esta misma, convertida en la oscura, había lanzado una maldición, robándole sus memorias a todos en camelot.

Golpeó el baúl frente a ella con furia, ella debía haber traído a la rubia sana y salva, se lo había prometido a Henry, había fallado como amiga y como madre. Y por si no fuera poco, la oscura Swan se había presentado frente a ellos, quitándole a su hijo en un abrir y cerrar de ojos, sin darle una oportunidad de hacer algo.

- Regina - cerró sus ojos, intentando calmar el mar de furia que corría por su cuerpo, cerrando sus manos en forma de puños para mantener su magia dentro de ella.

- ¿Qué sucede Zelena? - al abrir sus ojos, se topó con la cara preocupada de su hermana mientras mantenía sus manos sobre su vientre. - ¿estás bien? - la pelirroja tomó sus manos y las posó sobre su vientre, alzó una ceja, confundida en el momento, cuando de pronto un golpeteo sobre su palma captó su atención. Una sonrisa nació en sus labios, comprendiendo ahora la preocupación de su hermana.

- ¿es lo que creo que es? - murmuró mirando su vientre pero refiriéndose a su hermana. La morena, feliz y enternecida, asintió, acariciando el vientre de la pelirroja.

- lo es, se a comenzado a mover - levantó su mirada para observar la reacción de su hermana mayor y se encontró con sus ojos azules, repletos de lágrimas.

Quizá no todo era tan malo, aún tenía las memorias de la buena relación que había entablado con su hermana y el arquero, minutos antes de la boda de la rubia. Fuese lo que fuese, ambas se habían convertido en una verdadera familia estando allá y por ello, por Henry y Emma, lucharía nuevamente contra la oscuridad para volver todo a su sitio.

Estaba segura que rendirse no era una opción, así que debía tratar de encontrar a Merlin y para ello, solo una persona podía ayudarle. Aunque no le gustase y terminará debiéndole un favor pero, al final de cuentas, todo era por un bien mayor.

Tienda de Antigüedades. (Mrs. Gold)

La campanilla de la puerta sonó, anunciando la entrada de un nuevo cliente, o al menos eso era lo que el viejo Rumple esperaba. Hasta que vió a su ex aprendiz y a la bruja del oeste, entrar juntas y, una demasiado embarazada para variar.

- qué grata sorpresa - sonrió de manera burlona. - las alumnas al fin vienen a ver a su maestro - Regina rodó los ojos, bastante hastiada por el comportamiento del hombre. Quien aún sin su magia oscura, seguía siendo tan despreciable y poco empatíco.

- no venimos a verte solamente porque si - Zelena observaba a su alrededor, al final de cuentas, si el hombrecillo no era de ayuda, alguno de los artefactos debía serlo. - es sobre Emma - le soltó la morena.

- bueno, supongo que han venido al lugar correcto - detrás del mostrador, apoyado en su han conocido bastón, empujó suavemente un cajón y de él, sacó un pequeño e insignificante hongo de color rojo, o al menos, eso parecía a ojos de ambas mujeres.

- ¿qué carajos es eso? - se acercó con cautela e intentó tomarlo. Algo, que por supuesto, el hombre no le dejó hacer.

- es un hongo - giró suavemente el espécimen entre sus manos. - pero creo que eso ya lo saben - soltó una pequeña risa.

- ¿y de que me servirá a mi o a Emma? - comenzaba a sacarla de sus casillas, como siempre lo hacía.

- este no es un hongo simple, Majestad - entonces se le quedó viendo, en espera de lo demás. - este pequeño amigo, es como un intercomunicador de magia - alzó una ceja. - creció cerca de un árbol creado por el primer mago - posó la planta sobre el mostrador y lo acercó a la morena. - creo haber escuchado su nombre - le observó mientras ella tomaba el hongo entre sus manos. - si no falla mi memoria, era llamado Merlin - sonrió levemente.

- ¿qué pides a cambio? - ya tenía lo que necesitaba pero, ella sabía que no podría dejarlas irse así como así. - tú no eres una buena persona y nunca das nada sin recibir nada - bramó, recordando todos los tratos que había hecho con él y cómo su vida se había arruinado por ello.

- nada - contestó. Aquello dejó algo inquieta a Regina, algo estaba tramando, su sexto sentido se lo decía y sabía que debía ocuparse de ello cuanto antes. - o más bien, no por ahora - y ahí estaba, el maldito Rumple de siempre. - pero, eso ya será pedido en su momento - le indicó mientras salía de detrás del mostrador, sin dejar de mirarles en ningún momento.

Las Lágrimas de Un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora