Capitulo 11. El acuerdo

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Esa noche hablamos de todo y nada, básicamente me contó del mundo exterior y de los nuevos acontecimientos que mencionaban en las noticias. Ninguno toco el tema de mi familia o mi secuestro...porque?, sencillo, no quería arruinar la única conversación que tenía desde hacía un mes.

Termine dormida en el sofá cerca de las 5:00 am, y desperté en la cama...supongo que me llevó el.

Santiago estuvo por dos días en la casa, lo que duro el fin de semana. Dos días en los cuales hablamos de banalidades e hicimos un acuerdo, a las tres de la tarde de todos los días el estaría pendiente del monitor de la cámara de seguridad y yo le escribiría en el tablero magnético alguna cosa que se me ocurriera.

****
Lunes: Maria va a matarme de un infarto, demasiado colesterol al desayuno.

Martes: El sonido de las chicharras en la soledad es ensordecedor.

Miércoles: Definitivamente prefiero a los vampiros que alumbran en el sol.

Jueves: Por favor dile a Maria que odio el jugo de piña, no hieras sus sentimientos.

Viernes: cuando vuelves?

***

Parecería estupido que todos los días anhelara las 3:00 pm, pasaba parte de la noche y la mañana del día siguiente pensando que escribir, algo corto y significativo, tal vez algo me me hiciera reír y lo imaginaba a el riendo al otro lado del monitor.

Nuestro acuerdo perduró en el tiempo y recibía visitas de Santiago casi todos los fines de semana, normalmente me traía obsequios, pero yo lo único que quería era compañía. Maria hablaba un poco conmigo, pero no lo suficiente. Supe que llevaba casi veinte años trabajando para Santiago y por la forma en la que hablaba de él lo quería casi como a un hijo.

Con el tiempo las visitas eran más amenas, nos sentábamos a comer juntos en mi habitación y nos quedábamos dormidos en el sofá hablando hasta el amanecer, jamás intento propasarse conmigo.

En un par de ocasiones salimos a pasear por la casa, de verdad que era enorme y muy, pero muy hermosa, pude contar seis habitaciones en tres pisos, un jardín interno, una piscina externa, jardines traseros con muchos árboles, algunos frutales, también había más hombres de seguridad de los que había contado, juzgando por los rostros que no había visto previamente, estos hombres constantemente circulaban alrededor de la propiedad.

****

Cuatro meses después de mi secuestro. Viernes 3:00 am.

Estaba sentado en el sofá turquesa, su cabeza reposaba en el espaldar del asiento, sus ojos estaban cerrados y su respiración apaciguada. Se veía tranquilo, demasiado calmado, como si tuviera una paz absoluta. Era inevitable no observarlo, tan enigmático e indescifrable.

-Santiago

-Ujum?

-Quiero preguntarte algo

-Adelante-, abrió sus ojos y se volteó para verme. La profundidad de esos ojos verde-miel constantemente me dejaban sin palabras, era casi como si pudiera ver a través de mi.
-Andrea!

-A-ah...si, esto...tienes familia?

-No

-Ninguna?

-No

-Y tus padres?

-Murieron

-Lo siento

-Tranquila, fue hace mucho tiempo.

-Me contarías?

-Mmmmm...tal vez, algún otro día

-Que hay de esposa?

-No

-Novia?

-Tampoco

-Alguna pareja, de algún tipo?

Se carcajeó, -Que quieres saber de verdad Andrea?

-Quisiera comprender que hago aquí Santiago.

Se fue y no volvió por todo el fin de semana. Me puse furiosa, no entendía su comportamiento, porque huyó?, decidí darle un escarmiento y rompí el acuerdo diario de las 3:00 pm, es más, evite mirar a la cámara durante toda la semana, que recibí a cambio?, más soledad, no me visitó el siguiente fin de semana.

***

El siguiente miércoles era mi cumpleaños número 20. Para ese entonces ya sabía que no iba a salir de esa prision nunca, que nunca volvería a ver a mis padres ni a mi hermano. Santiago siempre se había comportado decentemente conmigo, honestamente esperaba que al menos me dejara escuchar sus voces, o tan siquiera escribirles una carta por mi cumpleaños...quien diría lo que iba a recibir.

El día de mi cumpleaños llego y se fue como si nada, nadie dijo nada ni Maria ni Santiago, ese día pasó desapercibido. Acostumbrada a celebrar cada año con mis padres y mi hermano, que siempre viajaban para estar conmigo aunque sea por un corto tiempo de este día, la decepción me pego fuerte.

Al día siguiente no quise levantarme de la cama, tampoco quise comer nada, llore todo el día y la noche. Poco a poco la depresión se instauró como única compañera de habitación, Maria intentaba hacerme comer y yo lo único que pedía era que me dejara en paz.

Pasaron tres semanas más y todo seguía igual. Francamente lo que quería hacer era morir, ese era el plan, morir de hambre y deshidratación. Ya nada valía la pena, de que servía tener todas las comodidades de esta prision si finalmente no era más que eso, una prisionera. No había forma de escapar, lo había estudiado todo y si lograba engañar a Maria igual los hombres de seguridad me detendrían, era yo sola contra el mundo y llevaba todas las de perder.

Había pasado por una etapa de ira intensa, seguida por una fase de acuerdos y ahora todo era una profunda depresión.

***

Jueves 2:00 pm

No tenía fuerzas ni para levantarme de la cama, lograba ir al baño con mucho esfuerzo, estaba confiada en que pronto llegaría mi fin...lo último que me imagine fue lo que sucedió ese día.

María entró a mi habitación con un hombre que nunca había visto antes por la casa, y a mi habitación no entraba sino ella y Santiago.

El hombre debía tener alrededor de cuarenta años, blanco de ojos oscuros y cabello castaño claro y portaba un maletín negro de cuero.

-Niña Andrea-, la vos de Maria me obligó a abrir los ojos, -el es el Doctor Herrera, el joven Santiago lo envío para que la revise.

-Váyanse, no quiero ver a nadie, déjenme sola-, mi vos parecía un susurro a pesar que me esforcé mucho por pronunciar aquellas palabras.

El médico quiso tocar mis ojos y la piel de mis brazos, gruñí y me aleje, nada ni nadie iba a echar a perder mi plan...o al menos eso era lo que yo creía.

ESTOCOLMO la historia de Andrea y SantiagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora