Capitulo 34. Me hirvio la sangre

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Rada iba conduciendo mi camioneta, yo me había vestido en el Hotel, llevaba un pantalón negro holgado y un saco a juego, y debajo una camisa de botones adelante color azul celeste, unas botas de tacón cómodas y me había puesto lentes de contacto color verde. Y mientras Rada conducía me puse la peluca rubia y los lentes, grandes de marco grueso color azul claro.

Llegamos al lugar acordado, a unas diez cuadras de distancia de la carcel. Uno de mis hombres estaba ahí, esperando con el auto de Adrian. Llame a Ivan y de nuevo puse la cámara para mostrarle a Adrian su familia.

-Ya sabes Ivan, si no me he reportado en cuarenta minutos mata a uno de ellos, y sigue matándolos cada quince minutos hasta que me comunique-, dije en vos alta para que Adrian me escuchara.

Ya teníamos listo a Adrian, le habíamos llevado un traje y se vistió en el Hotel antes de salir. Saque mi arma y se la puse en la cien.

-De aquí en adelante depende de usted, ya sabe qué hacer, si algo sale mal, si algo nos pasa a Santiago o a mi, si no salimos vivos de ahí, su familia va a pagar por eso, comprende?-, el asintió... para esas alturas yo ya había empezado a creer que era retrasado o algo así, no era capaz de hablar sino lo presionaba y eso me tenía los nervios de punta.

Adrian conducía su camioneta y yo iba en el asiento del copiloto. Llegamos al estacionamiento de empleados de la carcel y nos bajamos del vehículo al tiempo. Camine con el pareciendo bastante segura.

-Tranquilo, piense en su familia-, le susurre antes de llegar a la puerta de entrada.

En la puerta Adrian le hablo al guardia, -Ella viene conmigo-, el guardia hablo por el radio y nos abrió la puerta. Entrar con el director de la carcel tuvo sus ventajas, aunque los guardianes se miraban asombrados ninguno dijo nada y tampoco me revisaron al entrar... ese era el plan, tenía que evitar que encontrarán las dos armas que escondía.

Llegamos a La Oficina del director, un cuartucho de 3x3 con un escritorio viejo en madera color caoba sobre el cual había un teléfono, un pisapapeles y varias carpetas. Frente al escritorio, al lado de la puerta había un estante metálico viejo que archivaba otras carpetas similares a las que había sobre el escritorio.

Adrian cerró la puerta detrás de mi y le empuje hacia en escritorio.

-Haga la llamada, ahora!-, le ordene. Adrian levantó el teléfono y marcó el número 9.

-Dígale a Páez que venga enseguida-, dijo y colgó el teléfono.

Pasaron dos minutos y tocaron a la puerta de La Oficina.

-Adelante-, dijo Adrian con tono de vos bajo, le hice una seña con la mano para que elevará la vos y repitió, -Adelante!-, esta vez más fuerte y la puerta se abrió.

Un hombre de unos treinta y tantos años, corpulento y de piel morena, vestido con el uniforme y la gorra de los guardias entró a La Oficina.

-Me llamo señor?-, le dijo a Adrian con vos fuerte y segura.

-La señorita aquí presente es la nueva abogada del señor Santiago García, trae una orden del juzgado donde aprueban la salida del señor García al hospital central, debe asistir a un chequeo médico completo antes de su extradición. Prepare un vehículo de traslado y a sus hombres, deben salir en veinte minutos-, Adrian le entregó el documento que autorizaba el traslado, yo misma lo redacte usando mis conocimientos de derecho y fue bastante convincente.

-Señor, en veinte minutos no es posible tener listo un traslado-, contra atacó el guardián.

-Pues más le vale que lo tenga, el recluso no puede llegar tarde a esa cita o se retrasará la extradición y será su culpa, me oye?-, esta vez sonaba molesto.

-Si señor!-, dijo el guardián y salió rápidamente de la oficina.

Pasaron diecisiete minutos, yo miraba el reloj constantemente y eso a Adrian no le gustaba, varias veces intento hablarme, abría la boca y la volvía a cerrar... al parecer no sabía bien que decir.

El guardián al que Adrian le había encargado el traslado apareció en la oficina y dijo que todo estaba listo. Adrian y yo caminamos detrás del guardián hasta la celda donde tenían recluido a Santiago.

-García!, alístese, vamos a llevarlo al hospital-, le ordenó el guardián golpeando con el bolillo la reja. Santiago se encontraba en una celda muy parecida a la que estuve recluida yo, estaba acostado en la cama de abajo de uno de los camarotes con los brazos detrás de la cabeza, llevaba puesto un Jean azul, una camiseta blanca y unas botas color beige. Tenía un pómulo inflamado y el labio inferior roto...me hirvió la sangre de saber que lo habían golpeado.

-Yo no tengo ninguna cita en ningún hospital-, escuchar su vos después de tantos meses fue un alivio...concéntrate Andrea!. Santiago no sabía nada del plan, hacía varias semanas, cuando lo pidieron en extradición, que le habían suspendido las visitas.

-Señor García, soy su nueva abogada, Ariel, crecí que Dimitri le había hablado de mi. He venido por orden del juez a llevarlo al hospital para una revisión antes de su extradición-, hice mi mejor esfuerzo para que la vos no se me quebrara. Santiago quedó estupefacto, el sabía que era yo, se puso de pie lentamente y camino hacia la reja de la celda.

Por un segundo, un segundo eterno, nuestros ojos se encontraron, un segundo en el que nos dijimos todo lo que queríamos decirnos y lo que el otro necesitaba escuchar. El guardián le puso las esposas en manos y pies, y lo obligó a caminar. Santiago caminaba con la mirada al suelo en todo momento, yo iba detrás de el junto a Adrian y mi corazón aleteaba sin control...por un momento palpitaba tan fuerte que creí que iba a dejar de funcionar.

Llegamos al estacionamiento de la carcel, ahí esperaba un vehículo de traslado de prisioneros, era como una ambulancia pero en lugar de equipos médicos habían dos asientos largos a cada lado de la cabina, la cual estaba separada del conductor por una reja de seguridad.

Los guardianes iban armados con fusiles Galil, dos de ellos se subieron atrás con Santiago y otros dos iban en la parte de adelante del vehículo.

Mientras subían a Santiago al vehículo, disimuladamente me acerqué a Adrian y le susurré, -dos horas-, ese era el tiempo en el cual el iba a recibir en su celular la localización de su familia, si algo nos pasaba antes de eso o si el vehículo en el que íbamos era detenido su familia moriría.

Me subí en la parte trasera del vehículo de traslado y me senté junto a uno de los guardias, frente a Santiago...hasta aquí la parte fácil del plan, lo que venía, eso sí que sería la verdadera prueba.

ESTOCOLMO la historia de Andrea y SantiagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora