Capitulo 12. Dejame morir

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-Santiago?, soy el Doctor Herrera, estoy con Andrea...pues es más serio de lo que me dijiste, se niega a que la examine, pero a simple vista puedo decirte que tiene un grado de desnutrición y deshidratación avanzado...y como quieres que haga eso?, ella está consciente y se niega a cooperar...si, creo que sería lo más conveniente...muy bien, hasta luego-, la llamada duro menos de lo que supuse y después que cortaron nadie dijo nada.

Un ligero roce en mi mejilla derecha me obligó a abrir los ojos, los párpados me pesaban. Sus ojos verde-miel me miraban de forma penetrante, se llevó ambas manos a su cabeza la cual se inclinó y negaba repetidamente.

-Andrea!, por Dios, que es lo que haces?-, escuche desespero?.

-Andrea abre los ojos-, ordenó.

-Que quieres Santiago, déjame-, susurre

-Que es lo que tratas de hacer Andrea?, háblame!.

-Quiero morir Santiago, déjame morir por favor!-, suplique.

-Que?, jamás!-, grito.

-Yo no te importo Santiago, estuviste viéndome todos los días, p-porque hoy? 

-Yo...yo no...no te veía hace...mucho?, escucha, hay dos maneras de hacer esto Andrea, cooperas con el doctor y te dejas atender...o... yo mismo té voy a obligar y no creo que quieras estar atada de nuevo verdad?-, fue muy severo y le creí cada una de sus palabras.

Que creen que pasó?, obviamente coopere. El Dr. Herrera me tomo los signos vitales y me reviso, dijo que tenía deshidratación severa y me aplico varias bolsas de suero, tomó muestras de sangre para examinarla, y lo peor de todo fue la manguera que introdujo por mi nariz hasta el estómago, mientras la introdujo sentí ganas de vomitar y un sabor amargo por el gel que le aplicó, según el para que se deslizara más fácil y sin dolor. 

Al final del día el médico llamo a Santiago para informarle del resultado de los exámenes, le dijo que tenía una anemia severa.

Esa noche Santiago estuvo todo el tiempo en una silla al lado de mi cama, yo dormí casi todo el tiempo, como sucedía desde hacía unos días, sin embargo cada tanto podía sentir su mano revisándome. No quería verlo, no quería que estuviera aquí conmigo, pero no tenía fuerzas de luchar contra su presencia...o no quería hacerlo?.

El Doctor Herrera venía a visitarme todas las mañanas, pasaban un alimento especial por la manguera conectada a mi nariz cinco veces por día, y el suero por la vena persistió por otros tres días, según el médico me estaban administrando potasio, yo la verdad me sentía igual de mal, o peor, no quería mejorar y aprovechaba las idas al baño para vomitar el alimento que me pasaban, pero incluso eso no me duro.

-Carajo Andrea!, qué demonios?, porque te obligas a vomitar?-, Santiago entró al baño sin que me diera cuenta y me vio sacando los dedos de mi garganta y vomitando el alimento.

Creo que el suero me había vuelto a hidratar porque los gritos De Santiago y la certeza de que me impediría continuar con mi plan de muerte me llevó al borde del llanto nuevamente, y esta vez sí habían lágrimas.

Yo estaba de rodillas frente al sanitario, Santiago me tomo de los codos y me incorporo, me atrajo hasta el y me envolvió entre su pecho y brazos. Llore, llore como tantas otras veces lo había hecho desde que este encierro inicio, con la diferencia que esta vez estaba siendo reconfortada. Santiago no dijo nada, se limitó a acariciar mi cabello y a frotar suavemente mi espalda hasta que logró calmarme. Espero a que me lavara los dientes y me ayudó a llegar hasta la cama, me recostó en ella y me cubrió con las sabanas.

-Andrea, por favor, no continúes con esto, yo... solo quiero ayudarte, quiero que estés bien, por favor-, no supe qué decir en ese momento, yo estaba completamente decidida a dejarme morir de una forma u otra y creo que el también lo sabía.

-Se que estas enojada conmigo...porque me fui sin responder tu pregunta, porque desaparecí por semanas, porque no estuve aquí en tu cumpleaños-, esperen, que?

El puso sus dedos debajo de mi mentón y me obligó a mirarlo, se veía abatido, cansado y sus bellos ojos habían perdido el brillo.

-Ya para de hacer esto Andrea, por favor. Yo sé que tú crees que no me importas, pero no es así. Todo esto...se que estas triste, sola... te prometo que no va a ser más así, vamos a hablar, te diré todo lo que quieras, pero no te des por vencida si?, solo...no lo hagas-, me dio un beso en la frente y yo cerré los ojos, quería volver a dormir.

No quería creer en sus palabras, estaba segura que apenas empezará a mejorar el se iba a volver a ir y yo me quedaría igual de sola que antes, pero no tuve alternativa, Santiago no se despegaba de mi lado en ningún momento, incluso comía y dormía a mi lado, y cuando tenía que salir a bañarse y cambiarse de ropa, me dejaba vigilada por Maria.

Le pidió al Doctor Herrera que me recetara algún medicamento para la depresión y me formularon Prozac, los primeros días me lo daban en jarabe por la manguera de mi nariz.

Los días pasaban y empezaba a sentirme algo mejor, solo físicamente, la tristeza continuaba apoderándose de mi alma de la misma forma que la primera vez. Santiago cumplió su palabra, no me dejaba sola y me hablaba todo el tiempo, cosas si triviales, sin sentido, sin la más mínima importancia. Yo me limitaba a escucharle, ocasionalmente le decía alguna cosa pero nunca le pregunté nada más, lo odiaba, lo odiaba por robarme mi libertad, por robarme mi vida y ahora hasta me robaba mi derecho a morir.

ESTOCOLMO la historia de Andrea y SantiagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora