Capitulo 36. El Adios

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Las puertas del ascensor se abrieron y un pasillo corto y oscuro nos esperaba, caminamos rápidamente por el hasta llegar a una puerta metálica, Ivan saco unas llaves de su bolsillo y abrió la puerta dejando ver el asfalto.

-Donde está Ivan?, creí que estaría esperándonos, maldita sea!-, grite con desespero.

-Escucha, escucha!-, dijo Iván tomándome fuerte del antebrazo.

El helicóptero se acercaba, lo supe por el sonido que cada vez era más fuerte, y estábamos en la puerta del helipuerto del edificio, ese había sido el plan de Ivan desde el principio... pero no contábamos con lo que estaba por venir.

En el horizonte se veía el pájaro cada vez más cerca, la ansiedad me estaba consumiendo, cambiaba mi peso de un pie a otro y apretaba las manos conforme los segundos pasaban y la maldita maquina nada que tocaba suelo.

El celular de Ivan alumbró, el no se había percatado y le señalé para que contestara, Ivan miro la pantalla, -Es Rada!-, dijo en vos baja y sus ojos saltaron de Santiago a mi abiertos de par en par...eso solo pueden ser problemas.

-Rada!...mierda!...está bien, ya está cerca...está bien-, Ivan hablaba rápido por el teléfono, casi no podía entender lo que decía.

-La policia está cerca, no sé si...-, dijo Iván y el silencio nos invadió... no puede ser!... estábamos tan cerca!.

-No!-, grite, -estamos muy cerca, no nos vamos a dar por vencidos así no más!-, salí al helipuerto.

-Vamos!-, les llame.

-Ivan! cierra la puerta con llave, hay que retrasarlos-, Ivan se apresuró a cerrar la puerta y asegurar la cerradura... pero sabíamos que eso no los detendría mucho.

El sonido se intensificó, era aturdidor, mi cabello volaba por todas partes, los tres estuvimos agachados contra la pared hasta que el helicóptero toco suelo, y nos apresuramos a subir.

-Arranca, arranca!-, gritó Santiago al piloto, era uno de los hombres de confianza, llevaba años transportando la mercancía de Santiago.

El helicóptero despego y sentí un ligero alivio... pero no nos duraría mucho... A pocos metros de habernos elevado, los agentes de la policia forzaron la puerta y empezaron a dispararnos, afortunadamente con armas de corto alcance.

Ivan le entregó un arma a Santiago y los tres respondimos al fuego. El helicóptero no fue impactado y nos íbamos alejando del lugar.

-Siiii!-, gritó Santiago emocionado, lo abrace fuerte y por encima de su hombro vi a Ivan que se sostenía uno de sus costados de dónde salía... sangre!.

-Mierda Ivan!-, solté a Santiago y me abalancé a ver a Ivan. Le quite la mano suavemente y tenía una herida en el abdomen que sangraba mucho.

-Saca algo de mi maletín, cualquier cosa para hacerle presión!-, le pedí a Santiago, el saco una camiseta y la puse sobre la herida de Iván presionando fuerte, pero Ivan perdía mucha sangre sin importar que hiciera yo.

-Ivan, Ivan, no te duermas!, me oyes?, tienes que aguantar amigo...Iván...!-, las lágrimas brotaban casi a chorros de mis ojos. La cabeza de Ivan reposaba sobre las piernas De Santiago y el le tenía una de las manos agarradas fuertemente. Ivan se veía pálido y su rostro estaba cubierto por sudor.

-Ivan, amigo, gracias hermano!... gracias por todo!, por ser mi amigo y mi hermano!, por ayudar a mi princesa y por todo lo que hiciste por mí hoy-, le dijo Santiago e Iván sonrió.

Ivan me dio una última mirada y sus ojos perdieron el brillo lentamente, su rostro se ladeo y dejó de respirar.

-Nooooooo!-, grite desde el fondo de mi alma... si es que a esas alturas aún tenía una.

Santiago le cerró los ojos a Iván y yo no paraba de llorar, había perdido al único amigo que tenía en esta nueva vida que llevaba.

-Señor, ya vamos a aterrizar!-, aviso el piloto. Inevitablemente debíamos seguir adelante. Le di un beso en la mejilla por última vez a mi amigo y le dije un último -Adiós!-.

Aterrizamos en una pradera cercana a un aeropuerto viejo y abandonado, que empleábamos de ruta para mover la mercancía, y aún no había sido descubierto.

Nos bajamos los tres, dejamos el cuerpo de Ivan en el helicóptero, y corrimos hacia el aeropuerto. Era una construcción vieja que antiguamente empleaban de aeropuerto para las avionetas que fumigaban las plantaciones de Coca. El guarda que estaba en la caseta nos vio y se apresuró a abrir el candado de la reja antes que estuviéramos en la puerta.

-La avioneta esta lista-, dijo el piloto corriendo al andrajoso hangar.

Subimos a la avioneta y el piloto se apresuró a entrar en la cabina. Santiago se sentó con los codos en las rodillas y el rostro enterrado en las manos... Iván era como su hermano!.

Los motores arrancaron y la nave empezó a avanzar sobre la despulida pista, conforme íbamos adquiriendo altura me sentía más y más libre, pero aún debía hacer una ultima cosa... rebusque en mi maletín por el teléfono, lo abrí, me acerqué a una de las ventanillas de la avioneta y marque el número 1.

El fuego se elevó sobre los árboles, la explosión se escuchó dentro de la avioneta y Santiago levanto el rostro, me miró fijamente frunciendo el ceño.

-No podíamos dejar pistas...ni testigos-, hable en vos baja y agache la mirada. Hubiera querido hacerle un funeral digno de un amigo a Iván, y en cambio de eso deje que su cuerpo se consumiera por el fuego, entre los escombros del helicóptero y el viejo aeropuerto.

Me senté al lado de Santiago y repose mi cabeza en el asiento. Sentí alivio, por primera vez en meses, sentí mi vida pasar por mis ojos y los cerré, no fui consciente que estaba llorando, otra vez, hasta que el dorso de la mano de Santiago atrapó una de mis lágrimas.

-A donde vamos?-, me susurró.

-Seguiremos la ruta diecinueve-, dije con una leve sonrisa retorcida y una ceja elevada, en esa expresión maliciosa que el empleaba, y yo sabía que el entendería.

-Un país sin extradición?-, dijo y sonrió ampliamente.

-Sin extradición bebe!-, nos abrazamos y nos fundimos en un beso.

ESTOCOLMO la historia de Andrea y SantiagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora