Capítulo 2.

1.9K 27 1
                                    

Desperté de golpe. Miré a mí alrededor y fijé mi vista en el dichoso aparato que no dejaba de sonar. Maldito despertador. Lo apagué como pude echándole la más letal de las miradas y salí de mi querida cama.

Había vuelto a tener otra vez el mismo sueño. Había vuelto a recordar el accidente y había vuelto a recordar a mi ángel. A veces pensaba que la última parte de mis recuerdos era una alucinación y, con el paso de los años, al no volver a verle, estaba más segura.

Sacudí la cabeza, alejando el sueño y mis pensamientos. Basta de lamentaciones por hoy- pensé en mi fuero interno. Así que me paré delante del armario para decidir qué ponerme. Aunque, claro, siendo huérfana y viviendo en un orfanato desde los cuatro años no es que tuviera mucho donde escoger. Puse los ojos en blanco y cogí mis vaqueros negros y una camiseta negra de manga corta. Me puse mis converse falsas rojas, mi sudadera del mismo color, me peiné y me maquillé ligeramente. Y todo en tan solo quince minutos. Todo un record. Soy la chica perfecta- me dije irónicamente. Me dediqué una pequeña y triste sonrisa interna y salí de mi cuarto. Al llegar a la puerta vi a Damon y a Claire. A Damon le conocí cuando llegué aquí. Fue el único que se mantuvo a mi lado aunque no le hablara. Era mi mejor amigo. Claire era la nueva. Bueno, nueva entre comillas, ya que lleva aquí desde los siete, pero cuando llegó me recordaba tanto a mí que la tomé bajo mi ala apodándole la nueva. Desde entonces, Damon, Claire y yo hemos sido inseparables.

Bajé rápidamente y al acercarme más a ellos, que estaban de espaldas a mí, pude escuchar como estaban organizando mi cumpleaños, dentro de un mes. Ellos sabían que odiaba ese día, así que hice como si no los hubiera oído y pisé fuertemente el último escalón. Ambos pegaron un respingo y se dieron la vuelta, enfrentándose a mi mirada. Claire se puso colorada,  soltó una risita nerviosa y me saludó. Mientras que Damos me sonrió travieso y me dio un beso en la mejilla. Les ignoré y salí por la puerta, haciéndome la ofendida.

Llegaron a mi lado, riéndose, y Claire me dijo:

-No te pongas así, Lena, además, ¿no sabes que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas?

-Estabais hablando de mí, tengo derecho a enterarme- obvié, poniendo los ojos en blanco.

-Ya viene Doña Presumida- dijo Damon riendo a carcajada limpia, sin esconderse-. Conocemos a miles de Lenas que cumplen años dentro de poco, ¿por qué tendrías que ser tú?

Le miré con escepticismo, enarcando una ceja, pero momentos después me puse seria y les dije:

-Ahora en serio, no quiero nada d fiestas el próximo 7 de febrero, ¿de acuerdo?

Ambos asintieron. Sus caras mostraban seriedad, pero me sobró echar un vistazo a sus ojos, sobre todo los de Damon, para saber que, si bien había ganado aquella batalla, todavía quedaba la guerra. No pude más que sonreír.

Diez minutos después llegábamos al St. Marie. Mi vida era un poco irónica. Salía de mi “casa”, el Orfanato Saint Angel, para dirigirme cinco días a la semana al instituto Saint Marie. Parecía que en aquel pueblo todos estaban destinados a ser santos.

Estábamos a uno de diciembre, y todos estaban emocionados con la idea de la Navidad y las vacaciones. Yo no. Ver a todas esas familias juntas y felices me desgarraba por dentro.

Me quedé mirando a Damon, mi también compañero de pupitre. Ya habíamos entrado en clase y, como a Claire le tocaba Dibujo no nos sentábamos los tres juntos.

Damon era lo más cercano a un hermano mayor que tenía. Lo adoraba. Me pescó mirándole y me guiñó un ojo. Yo le contesté sacándole la lengua.

Era increíble lo rápido que te podía caer bien este chico. Desprendía buen humor por cada orificio de su piel. Sería fácil enamorarse de él- me dije. Y lo pensaba de verdad. Pelo castaño oscuro, ojos azules como el océano y un cuerpo de escándalo. Además era inteligente y bromista,¿ qué más podría pedir una chica?

Sí, pero no es él- dijo una vocecita dentro de mi cabeza-. No es Eth…

A callar- me ordené.

Me negaba a recordar su nombre. Eso solo lo hacía más real… Y más doloroso si al final no era más que un producto de mi imaginación hiperactiva.

-Clase, silencio-ordenó la profesora Sophie, una solterona con el pelo blanco y mirada despiadada.- Tenemos a un nuevo compañero, no los asustéis y demostrad educación.

Al pronunciar esas palabras me fijé en la persona que tenía a su lado. Era un chico, y uno muy alto, más que Damon. A veces me asombraba mi nivel de evasión, ya que hasta que no posé mi atención en él, ni sabía que había entrado en clase.

Oí como cesaba toda conversación y se instalaba un absoluto silencio en la clase. Miré a mí alrededor, reconociendo en la mirada la expresión de envidia en casi todos los chicos de la sala, y la mirada de admiración y deseo en los rostros de las chicas. Luego miré a Damon. Su cara se retorcía como si estuviese viendo algo repulsivo pero, al saberse observado por mí, cambió su expresión por una de indiferencia. Así que, con el ceño fruncido, me puse a observar el objeto de tantísimas emociones.

Y lo miré. Ví su cara. Me hundí en sus ojos, ojos que estaban clavados en mí.

El tiempo se detuvo. 

Tan feliz que podría morir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora