Capitulo 14

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Capítulo XIV

-Consíguenos más tiempo, Boggs.

-No puedo, Gale. –Le dice el trasnochado Teniente. –He intentado razonar con la presidente sobre la orden, pero ha dicho que no es momento de ablandarnos. Incluso me ha pedido que ponga un ojo sobre la señorita Everdeen. La obstinación en el asunto la ha hecho levantar sospechas.

-¡Pero eso es ridículo!

-Lo sé, pero ahora mismo hay demasiado en juego. ¿Qué pensarán los soldados cuando vean que ha liberado a un agente de la paz? ¿A uno que además es oficial en jefe?

-Pero si explicamos que era un espía...

-¿Sin nadie que lo avale?

Es verdad, no pueden. De hecho Gale lo entiende: aceptar la palabra de una enfermera que ha llega del centro para agentes del Capitolio, y de un agente enemigo, que seguramente ha disparado su arma contra soldados rebeldes, dejaría en una postura difícil a la líder de la rebelión. –Pero nosotros les creemos –dice tratando de convencerse a sí mismo.

-Sí, pero eso no es suficiente –dice el Teniente. El caso de la joven ha tocado una vena sentimental que no creyó que aun existiera en él. No cuando su esposa y su hija fallecieron en la epidemia que liquidó a buena parte de la población del trece.

-¿Qué podemos hacer entonces? ¿Insistir en localizarlos? –Suena como una opción viable, pero no parece convencer a Boggs.

-Me preocupa que tanta insistencia llame la atención y terminemos poniendo en peligro la vida de nuestros espías.

Gale se ríe por la ironía de lo que ha dicho su superior, pero entonces una idea cruza la mente del sargento mayor –tal vez nosotros no podamos, pero conozco a alguien que sí.

Beetee.

.

Se ha aferrado a permanecer toda la noche al lado de Peeta, pero el guardia de la celda no lo permitirá.

-Son las reglas aquí, señorita. –Replica el soldado esforzándose por ser amable con la amiga del Sargento Hawthorne; el valiente héroe que derrotó al distrito dos.

-Pues no pienso moverme –dice cruzándose de brazos y plantándose bien firme al lado de Peeta.

-Le repito que si no sale por las buenas, tendré que obligarla, y rehusarse a obedecer una orden directa amerita castigo.

La amenaza del correctivo alerta a Peeta, quien suplica –ve a descansar, Katniss.

El soldado ve con cierta sorpresa como la enfermera se vuelve a inclinar y con suavidad le dice al prisionero que no lo hará. ¿Es que además de obstinada es bipolar? No se pierde del intercambio de miradas, o de como la mujer parece ser otra cuando se dirige al agente. – ¿Son cónyuges?

La cuestión paraliza a Katniss completamente.

-No lo somos, señor –dice Peeta tratando de no reír por la cara de su amada. Pero de pronto todo atisbo de risa se acaba cuando recuerda que ya nunca tendrá la oportunidad de serlo. – ¿Por qué pregunta?

El guardia se encoge de hombros –si estuvieran casados podría permitir la visita conyugal. Ya saben, para que... que... ustedes... –Balbucea cuando Katniss se ruboriza salvajemente.

Y lo mira con el entrecejo fruncido. –Si nos casamos, ¿podré pasar aquí la noche?

Ambos hombres la miran con la boca abierta de la impresión.

Peeta se repone lo suficiente para interponerse –Katniss, no tienes que...

-Cállate, Peeta. Estoy esperando una respuesta –obliga antes de que pueda pensar la locura de lo que está proponiendo.

Aunque el cielo se derrumbéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora