Capítulo 17

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Capítulo XVII

-Gracias, prometo que no tardaremos mucho.

Peeta alza la vista para encontrarse con que su amiga de la infancia ha venido a visitarlo, y no llega sola: la familia Butler ha sobrevivido al bombardeo del distrito doce.

-¡Peeta! –exclama Delly con un chillido que hace llorar al bebé en sus brazos. Su esposo se acerca para cargar a su pequeña Mandy, y de este modo la rubia puede soltarse a llorar junto a la cama del paciente.

-Es bueno verte, Peeta –saluda Ross, detrás de él un pequeño chiquillo se aferra al pantalón de su papá.

-Lo mismo digo –dice Peeta conmovido hasta las lágrimas al ver estos rostros, al menos la mitad de ellos, familiares. Con las heridas frescas en todos, hablar sobre los muertos en el fuego no es una opción. – ¿Quién es este hombrecito?

-Él es William –se apresura a contestar la madre de los niños –tiene dos años. Acércate a saludar a tío Peeta, Will.

El pequeño rubio asiente tímidamente, sin soltar la mano que su mami le ha tendido.

Peeta recuerda que el hijo de Croiss ahora tendría tres años. Enjugándose las lágrimas, intenta mostrarse alegre para no espantar al pequeño que es una copia de su padre. –Mucho gusto, Will.

Si los Butler han ido a visitarlo solos, quiere decir que tampoco el hermano de Dell ha sobrevivido. Esto debiera ser una lección para considerarse afortunado y dejar de lado los días en los que odia seguir con vida mientras su familia no.

-Peeta, es hora de que tomes tu... –Todos en la habitación voltean para ver a quien ha entrado repentinamente. Katniss deja salir el poco aire para completar la frase –... medicina.

-¡Katniss! –Exclama Delly poniéndose de pie para atrapar en un agarrotado abrazo a la chica – ¡oh, por todos los cielos! ¡Que gusto me da verte!

-Ho... hola –dice con estrangulada voz.

-Dale aire, amor –sugiere Ross a su mujer.

-Sí. Lo lamento, es solo que ha pasado tanto tiempo –comenta con un dramático suspiro.

Katniss asiente en comprensión, aunque un poco aturdida por la emoción con que ha sido recibida. La amiga de Peeta está mucho más delgada que la última vez que la vio; pero todos lo están con las penurias de la guerra. –Es bueno verlos –dice y nada más.

Peeta sonríe orgulloso de su enfermera, como si fuera una gran conversadora, y Delly no deja de verlos con sospecha. Observa el modo en que la cazadora del doce se desenvuelve alrededor de su amigo; y el como le hace tomar las tabletas con sumo cuidado, así como también parece intercambiar palabras en apenas audibles susurros. Puede jurar que ha visto un intencionado roce de manos aunque algo limitado.

Espera a que la enfermera se retire, inventando torpes excusas, para decir finalmente con una enorme sonrisa –sabía que lo lograrías, Peeta.

Su amigo devuelve la sonrisa triunfante –me tomó algo de tiempo, pero cada segundo de espera ha valido la pena.

-Es ella, Ross –explica a su esposo. –Ella es la chica de la que Peet siempre ha estado enamorado. Le he contado todo sobre ustedes dos a Ross –le explica después a su amigo; su pareja asintiendo vehemente. –Lo que me recuerda –dice poniendo sus manos en sus caderas, risa en su cara – ¡tienes mucho que revelar, Peeta Mellark!

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Todo el mundo le parece demasiado sospechoso.

Cada soldado tiene cara de ser el responsable de lo que le ha ocurrido a la hija del alcalde; pero simplemente no puede arriesgarse a tomar al tipo equivocado.

Aunque el cielo se derrumbéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora