capitulo 7

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—¡Un huevo!

Aquello era un festín. Además del huevo cocido, en la bandeja del desayuno venía más pan

grueso y un tazón de leche templada con cereales. Nora bostezó y comió.

Cuando su madre y ella se despertaban, lo normal era ir al arroyo. Supuso que aquí el

equivalente era ir al cuarto de las baldosas verdes. Pero aquel cuarto la ponía un poco

nerviosa. La noche anterior estuvo probando las distintas manijas brillantes. De algunas salió

agua caliente, que la sorprendió. Sería para guisar. Al parecer, por algún sitio de abajo debía

de haber un fogón, y de alguna manera el agua caliente subía hasta allí, pero ¿para qué quería

ella agua caliente? No tenía necesidad de guisar, pensó por la mañana, lo mismo que había

pensado por la noche. Le traían la comida recién hecha.

Todavía sin entender muy bien, por la mañana dirigió su atención a la larga y baja bañera.

Jacobo había insinuado que podía lavar allí a Mat. Había una cosa que por su aspecto y olor

parecía jabón. Intentó lavarse inclinándose sobre el borde de la bañera, pero era un

procedimiento incómodo y complicado; era más fácil lavarse en el arroyo. Y en el arroyo se

podía lavar la ropa y tenderla en los arbustos. Allí, en aquel cuartito sin ventanas, no había

donde secar nada. Ni brisa. Ni sol.

Era interesante, pensó, que hubieran descubierto la manera de llevar agua al edificio, pero

no resultaba práctico ni saludable, y tampoco había ningún sitio donde enterrar la porquería.

Se secó el agua fría de la cara y las manos con un paño que encontró en el cuartito

embaldosado, y decidió que seguiría yendo al arroyo cada mañana para atender debidamente a

sus necesidades.

Se vistió deprisa, se ató las sandalias, se pasó el peine de madera por la melena, tomó el

bastón y echó a andar a paso ligero por el corredor desierto para salir de su nuevo hogar y dar

un paseo mañanero. Pero no había ido muy lejos cuando se abrió una puerta del corredor, y un

chico al que reconoció salió y se dirigió a ella.

—Nora la Bordadora —dijo—. Me dijeron que habías venido.

—Tú eres el Entallador —dijo ella—. Jacobo me dijo que estabas aquí.

—Sí, soy Tomás —y le dirigió una ancha sonrisa. Parecía ser de su misma edad, bisílabo

desde hacía poco, y no era feo: tenía la piel clara, los ojos alegres y el pelo espeso, castaño

rojizo. Al sonreír enseñaba una mella en uno de los dientes de delante.

—Aquí es donde vivo —explicó, abriendo más la puerta para que Nora se asomara. La

habitación era como la de ella, aunque ésta estaba en el lado contrario del corredor y las

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Lois Lowry En busca del azul

ventanas daban a la ancha plaza central. Nora también se fijó en que parecía estar más vivida

The Giver 2- En busca del azul.Where stories live. Discover now