Atardecía. Nora, en el cuarto de Tomás, contemplaba desde la ventana la miseria del
pueblo y escuchaba el caótico guirigay de los trabajadores que remataban las últimas tareas en
los distintos talleres. Siguiendo la línea de la calle vio al carnicero vaciar un cacharro de agua
sobre el umbral de piedra de su barraca, un gesto inútil para limpiar la suciedad incrustada.
Más acá, las mujeres salían de los telares donde Nora había pasado una parte tan grande de su
infancia trabajando como ayudante.
Se preguntó, sonriendo, si Mat habría estado allí durante la jornada que acababa de
concluir. Asignado a tareas de limpieza, probablemente habría estado metiéndose por en
medio con sus compinches, enredando y robando comida del almuerzo de las mujeres. Desde
el observatorio de la ventana no se veía el menor rastro de él ni de su perro. Nora no les había
visto en todo el día.
Esperó junto a Tomás hasta que se hizo de noche y las auxiliares pasaron a recoger las
bandejas de la cena. Por fin todo el edificio quedó en silencio, y también los sonidos del
pueblo se apagaron.
—Tomás —sugirió Nora—, lleva tu madera. La especial. Yo llevo mi trapito.
—Bien, pero ¿por qué?
—No lo sé exactamente. Siento que debemos hacerlo.
Tomás tomó de la repisa la piececita tallada y se la echó al bolsillo. En el otro llevaba la
llave de madera.
Juntos recorrieron el sombrío corredor hacia la escalera. Tomás, que iba delante, susurró:
—¡Shhh!
—Lo siento —susurró Nora a su vez—. El bastón hace ruido, pero no puedo andar sin él.
—Espera un momento.
Se detuvieron junto a una de las antorchas de la pared. Tomás arrancó una tira de tela del
borde de su camisa, y diestramente la ató alrededor de la contera del bastón. La tela amortiguó
el sonido de la madera en las baldosas.
Rápidamente bajaron las escaleras y se dirigieron a la habitación donde dormía Lol.
Delante de la puerta se pararon a escuchar. No se oía nada. La mano de Nora, en el bolsillo,
no sintió ninguna advertencia del trapito. Hizo seña a Tomás con la cabeza, y él introdujo la
llave sin hacer ruido y la giró para abrir la puerta.
Nora contuvo el aliento, porque temía que una auxiliar pudiera dormir en la misma
habitación para cuidar de la niña por las noches. Pero en la habitación, sólo iluminada por la
pálida luz de luna que entraba por la ventana, no había más que una camita y una niña
profundamente dormida.
—Yo me quedo en la puerta vigilando —murmuró Tomás—. A ti te conoce, o por lo
menos conoce tu voz. Despiértala tú.
Nora se acercó a la cama y se sentó en el borde, apoyando a su lado el bastón. Tocó a la
niña en un hombro con suavidad, y dijo en voz baja:
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The Giver 2- En busca del azul.
Teen FictionNora, una huérfana con una pierna torcida, vive en un mundo donde los "débiles" son dejados de lado. Desde el momento en que muere su madre, teme por su futuro hasta que es perdonada por el poderoso Consejo de Guardianes. La razón es que Nora tiene...