Mat quería ir.
—Has de necesitarnus a mí y a Palu como protectores —dijo—. El bosque está llenu de
animales feroces.
Nora se echó a reír.
—¿Protectores, vosotros?
—Yo y Palitu somos durus —dijo Mat, flexionando unos músculos que no se le veían en
aquellos brazos flacos—. Yo sólo soy pequeñu en apariencia.
—Jacobo ha dicho que no hay peligro mientras uno no se aparte del camino —le recordó
Nora; pero para sus adentros pensó que sería divertido llevarles a los dos, niño y perro, de
acompañantes.
—Pero suponte que te pierdes —dijo Mat—. Yo y Palu sabemus salir de cualquier sitiu.
De fiju que nos necesitarás si te pierdes.
—Pero voy a estar fuera todo el día. Pasaréis hambre.
Mat sacó triunfalmente un gran mendrugo de pan del voluminoso bolsillo de sus calzones.
—Mangué este pan del panaderu —declaró con orgullo.
De modo que se salió con la suya, y Nora tuvo compañía para internarse en el bosque.
Era como una hora de camino. Jacobo había dicho bien: no parecía haber ningún peligro.
Aunque árboles apretados sombreaban la senda, y en la espesura se oían crujidos y gritos
desconocidos de pájaros raros, nada parecía amenazador. De vez en cuando Palo perseguía a
un pequeño roedor o metía el hocico en un hoyo, asustando al animalillo que tuviera allí
dentro su casa.
—De fiju que todo por aquí hay culebras —dijo Mat sonriendo maliciosamente.
—No me dan miedo las culebras.
—Pues a todas las chicas les dan miedu.
—A mí no. En la huerta de mi madre siempre había culebras pequeñas. Ella decía que eran
amigas de las plantas, porque se comían los insectos.
—Como Palitu. ¡Mira, cazó un saltamontes! —señaló Mat; su perro se había abalanzado
sobre un pobre animalillo de largas patas—. Ha de ser un saltamontes padre porque es muy
grande.
—¿Un saltamontes padre? —Nora se echó a reír, porque nunca había oído aquel
razonamiento—. ¿Tú tienes padre? —preguntó al niño con curiosidad.
—No. Túvelo, pero ahora sólo tengu madre.
—¿Qué fue de tu padre?
Él se encogió de hombros.
—No sé. En la Nava —añadió— es distintu. Muchos no tienen padre. Y los que sí, le
tienen miedo, porque los padres son muy pegones. Mi madre también es pegona —añadió
dando un suspiro.
—Yo tuve padre. Fue un gran cazador —dijo Nora con orgullo—. Hasta Jacobo lo dijo.
Pero se lo llevaron las fieras —explicó.
—Sí, oílo —Nora vio que Mat intentaba poner cara de tristeza en atención a ella, pero tenía
un temperamento tan alegre que no le resultaba fácil. Ya estaba apuntando a una mariposa,
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The Giver 2- En busca del azul.
Teen FictionNora, una huérfana con una pierna torcida, vive en un mundo donde los "débiles" son dejados de lado. Desde el momento en que muere su madre, teme por su futuro hasta que es perdonada por el poderoso Consejo de Guardianes. La razón es que Nora tiene...