El hombre que caminaba solo.

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Era una fría noche en la cuidad, en un paso dónde a esas altas horas no se ve ni un alma deambulando, iba con lento andar un hombre que había salido a beber unas copas

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Era una fría noche en la cuidad, en un paso dónde a esas altas horas no se ve ni un alma deambulando, iba con lento andar un hombre que había salido a beber unas copas. No iba borracho, de hecho, estaba perfectamente consciente, sólo que sin ánimo de ir a casa, aunque era allí a donde se dirigía. Vivía en un apartamento pequeño, con una cocina como de revista, una sala con un sencillo juego de muebles, un baño de baldosa azul cielo y dos habitaciones, de las cuales, usaba una como estudio.

Cuando se percató de que le quedaban pocas cuadras para llegar, se puso aún más triste. No tenía nada que hacer. Terminó todo su trabajo la mañana de ese día y el siguiente, lo tendría libre, recordar eso lo ponía peor.  Repentinamente, mientras andaba perdido en sus propios pensamientos, chocó con alguien. Se trataba de un joven que iba por el mismo camino, el impacto hizo que él perdiera el equilibrio y cayera al suelo, el chico reaccionó rápido y lo ayudó a levantarse, mientras se disculpaba muy apenado.

—Lo siento, no ví por donde caminaba—dijo con voz fina.

Él se quedó mirándolo durante unos segundos para luego responder:

—Tranquilo, a cualquiera le puede pasar algo así, yo tampoco me fijé. Me llamo Marcus ¿Y tú?  

—Luke, es un placer conocerte. 

Marcus, entre la tenue luz de los faroles trataba de detallar mejor al chico. Era bastante más alto en comparación con él, de complexión delgada y extremidades largas, tenía el cabello negro y ojos tan obscuros como este. Pudo notar que su piel era pálida, pese a que podía confundir el tono por la débil luz amarilla que emitían los faroles. No era mal parecido según su punto de vista, además, se veía decente.

El chico notó que Marcus estaba muy callado así que decidió preguntarle si algo no andaba bien. Marcus carraspeó y le explicó que todo estaba en orden. Pero el chico aún no estaba convencido,  por lo que se ofreció a hacerle compañía hasta que llegara a su casa.

—Si insistes, está bien—dijo Marcus.

En el camino, Marcus le contó a Luke que había salido con unos compañeros de trabajo para platicar y beber en un famoso club de la ciudad, al final de la reunión muchos de sus compañeros volvieron a casa acompañados de una bella dama o con una sonrisa en el rostro por que les esperaban en casa, y él, no tenía a nadie y menos algo en que ocupar su tiempo a parte del trabajo. A sus veintiocho años, era un hombre solitario y con un sentimiento de vacío que lo consumía.

Luke, con intenciones de animarlo le preguntó si quería pasar un rato en su casa, a lo que Marcus no se negó, entonces, hicieron una parada en la residencia de Luke.

Marcus aun soltaba largos suspiros y miraba hacia arriba intentando colocar en orden las ideas en su mente.

Luke encendió las luces y le dejó pasar adentro.  

—Vives en un sitio bastante acogedor—comentó al mirar la sala—, no hay demasiados muebles y está bien ordenado, al parecer tenemos algo en común.

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