Carta al espíritu de la navidad.

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Querido espíritu, te mando un cordial saludo y una calurosa bienvenida, espero que llenes de amor y felicidad nuestra casa, y que papá vuelva pronto para celebrar con nosotros, sé que estará orgulloso de saber que soy casi el primero de mi clase, bueno, tendré que esforzarme más para serlo, pero aun así estoy seguro de que estará muy feliz cuando lo sepa. Lo extraño mucho, por favor, has que las personas pasen una hermosa y agradable navidad y que este año que viene podamos estar todos juntos. Así como yo, hay muchos niños que esperan a un ser querido que se encuentra lejos, que está en alguna parte luchando por su nación. Espero que ellos también puedad recibir un abrazo de esa persona especial. Sin más que decir, con cariño Robert.

Papá no volvió y fue declarado muerto en acción.

Pocos días después de haber escrito esa carta mi mundo se vio derrumbado por completo, mi alma quedó destrozada con la noticia de que mi padre había fallecido. Su funeral fue un 25 de diciembre, desde entonces, todas las navidades me parecían tristes, no erán lo mismo ya que no estaba el rostro sonriente de mi héroe, colocando la estrella sobre la punta del árbol. Sin embargo, nunca dejé de escribir anualmente mi carta al espíritu de la navidad. Pidiéndole por todos y porque algún día no sientiera tanta tristeza.

Aquel día asistieron varios colegas, familiares  y una que otra persona conocida, a excepción de dos que nunca había visto, una hermosa mujer de cabellos cenizos que no paraba de llorar y un chico muy alto, quien en ningún momento cambió su expresión, sólo se quedó mirando hacia donde yo estaba con algo de indiferencia. Jamás olvidaré ese día.

Cuatro años más tarde, ese chico estaba parado en la puerta de mi departamento, con su cara de poker, mirándome fijamente.

—Ah...hola, mi nombre es Hasan...fui al funeral del señor Rafael—hizo una pausa—...¿Me recuerda?

Lo miré de arriba a abajo, y pude notar que estaba un poco nervioso, sólo que sabía disimularlo muy bien.

—Sí, te recuerdo.

Sonrió levemente— ¿En serio?—, prenguntó un tanto sorprendido.

—Sí, estabas con una mujer, ¿Es tu madre?

Se congeló y sus ojos se aguaron. Al verlo, me disculpé rápidamente.

—Oh, lo lamento...

—No, no se preocupe...pero ahora lo sabe...y es por eso que estoy aquí...

Lo miré atónito.

—Verá, usted es mi hermano...y según el testamento del señor Rafael, es decir...nuestro padre, si algo le pasaba a mi madre antes de que fuese mayor de edad debía ir con usted y su madre—yo aun lo observaba enmudecido—. Sé que suena muy extraño, pero mi madre murió y mi familia me odia, no sé a dónde ir...

El chico comenzó a llorar en silencio.

Suspiré— pasa y te sientas en la sala mientras preparo un té ¿Si? ... ¿Te gusta la manzanilla?—asintió—de acuerdo, pasa, pasa, relájate...hablaremos y esto se solucionará...

Mientras nos tomábamos el té, se calmó y me contó todo con más detalles.

Hasan es, al parecer,  producto de una relación fallida que mi padre tuvo con una mujer en un tiempo en el que él y mi madre estuvieron separados, de hecho, se iba a divorciar, pero milagrosamente se arreglaron las cosas, mi padre no supo de la existencia de Hasan sino un año antes de su muerte.

Ahora que tenía quince años, vino a mi buscando un hogar, ya que la familia de su madre siempre le tuvo desprecio, para ellos él fue el resultado de una mala decisión y no merecía que lo acogieran en ninguna parte.

Decidí aceptarlo sólo con la condición de que me dejara ser su único tutor legal, para asegurarme de que estaría en buenas manos, no es que no confiase en mi familia, pero uno nunca sabe qué esperar.

Hasan vivió conmigo hasta que terminó la universidad, después de que se graduó, venía con frecuencia a visitarme, es más,  todavía lo hace, siempre llega sonriendo, con sus billantes ojos verdes mirándome con ternura. Le revuelvo con cariño sus cabellos castaños como cuando era más joven, y juntos decoramos el árbol de navidad, sinceramente, cada vez que lo veo de cerca siento que es la viva imagen de mi padre, un bondadoso hombre de sonrisa contagiosa, mirada inocente y gran tamaño, algo así como un gigante amable, alguien que siempre colocaba con ilusión la resplandeciente estrella en la punta del árbol de navidad.

Desde que Hasan llegó a mi vida, escribo con ánimo al espíritu de la navidad, dando gracias por tener la compañía de mi hermano.





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