El chico de Internet.

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Hace unos años me uní a un grupo de Facebook , que era sobre dibujo. Habían muchos miembros, y por ende, muchas personas diferentes, diversos estilos y criterios. Era muy interesante. 

Un día, por casualidad de la vida, recibí una solicitud de amistad de alguien de dicho grupo. No suelo aceptar solicitudes de extraños o de gente que no tenga al menos "amigos en común", pero lo agregué.

Hablaba con él casi a diario, nos volvimos muy cercanos, pero...jamás nos habíamos visto.

Una madrugada, mientras teníamos una larga conversación sobre películas que queríamos ver, me dijo:

—Oye, llevamos hablándonos casi un año y...—hizo una pausa.

Yo me quedé esperando con ansiedad su respuesta ya que no era propio de él durar tanto en enviar sus mensajes.

—Es extraño que te diga algo como esto, pero el caso es que... tú me gustas...

En ese instante sentí como si el tiempo se hubiese detenido, mi mente quedó en blanco, por un momento pensé que me daría un paro respiratorio de la impresión.

—Seguramente no me crees, pero estoy diciéndote la verdad—siguió mandándome mensajes y yo sólo los leía—,  no te estoy pidiendo que me respondas ahora, así que no debes preocuparte, sólo quería que supieras como me siento...

Estuve un largo rato observando la pantalla, sin saber cómo responder, leyendo cada mensaje cuidadosamente una y otra vez, tratando de formular una oración que describiera como me sentía ante aquella confesión... pensando en si rechazarlo o no.  Mientras andaba en eso, él envió un último mensaje:

—Tómate tu tiempo, no te presiones, pase lo que pase, espero que podamos seguir tratándonos. Bueno, hablamos luego, adiós.

Después de eso, se desconectó.

Transcurrieron algunas semanas y seguí chateando con él como siempre, todo parecía estar bien, pero sus palabras aún resonaban en mi cabeza. Nunca consideré si llegó a gustarme alguien o si realmente sé cómo se siente eso, a final de cuentas, jamás salí con nadie, y tampoco era algo que me llamara la atención. Hasta que llegó él haciendo tan impactante declaración, a partir de ahí, mi mundo se volvió un ocho. 

Una tarde, fui como de costumbre a tomarme un café con una amiga, y ella no paraba de hablar sobre lo "asombroso" que es su nuevo novio, las palabras dulces que usaba para describirlo me hacían querer vomitar escarcha y arcoiris, eso era demasiado azucarado para mi gusto.

Mientras yo fingía escucharla,  me llamó la atención un grupo de chicos que se sentó en la mesa frente a la nuestra, y no pude quitar la mirada de uno en particular.

Era alto, tenía un buen porte, de piel blanca y cabello rubio, lo tenía rizado, peinado hacia un lado, dejando caer un mechón largo que le llegaba al mentón, tenía una muy linda sonrisa y ojos azul cielo que me paralizaron por un segundo cuando los vi. 

—Oh, mira nada más, el grupo de chicos bonitos, seguramente sólo vienen a tomarse selfiesexclamó mi amiga con cierto recelo—, la gente que posee esa belleza tiende a ser muy narcisista, se creen la gran cosa.

En aquel momento pude sentir como fijó su mirada hacia nuestra mesa—rayos...está viéndonos, ¿Habrá escuchado lo que dijo Anna?—, se me pusieron los nervios de punta. Anna notó que me puse como un fantasma y me preguntó si algo me sucedía, y negué con la cabeza. El chico no nos quitó la vista de encima y eso comenzó a preocuparme. Al cabo de unos minutos, se acercó a nuestra mesa y nos saludó.

—¿Qué tal? mi nombre es Axel—dijo sonriendo como celebridad.

—Ah, un placer, yo soy Anna y el fantasma a mi lado se llama Mikah.

Libro de One-ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora