Capítulo I

3.6K 230 164
                                    


Al iniciar la preparatoria se había jurado mantener una correcta compostura. Después de todo, no podía ser tan difícil. Moderar sus palabras, ser una chica fuerte y dedicarse a los deportes, retomar la ruta al corazón de Arnold y recuperar ese vínculo que habían estado creando entre los dos desde que estaban en pre-escolar. Le quería enseñar poco a poco que también había cosas buenas en ella y no estaba completamente fuera de control. Le quería enseñar que había esperanzas para ella. Para ambos. Porque no era su culpa que su lealtad se inclinase hacia su mejor amigo, ella tampoco le perdonaría si en un hipotético caso le hiciera daño a Phoebe.

Y ahora todo eso se estaba yendo por la borda por una prioridad mucho más fuerte e importante. Él. Por él mandaría todo a la borda y mostraría sus dientes y garras. Por él.

No tenía idea de quien era ese chico, pero le calculaba unos dieciocho años o tal vez más. Un sujeto extremadamente alto y fornido, sus brazos eran gigantescos y sus manos parecían las de un gorila. El rostro era cuadrado, le recordaba a algún militar, con su corte de pelo perfecto, una cicatriz en medio de la ceja y el rostro quemado por el sol. Pero eso era lo de menos, mientras corría, lo único que podía escuchar era que alguien, una chica, rogaba a la gente a su alrededor para que fuesen a buscar un profesor. Helga agudizó la vista, Gerald estaba en el suelo, inmovilizado por dos chicos mucho más delgados y con acné por todo el rostro, debían ser los secuaces del mastodonte que golpeaba una y otra vez el vientre de Arnold. Ella casi tropezó y su gorra salió volando por el aire, pero eso le pudo importar menos. Arnold estaba siendo sostenido contra la pared por la mano de ese abusivo. Una mano que se cerraba sobre su garganta y le cortaba la respiración, mientras la otra se hundía en su vientre una y otra vez.

Una furia ciega le hizo sentir que volaba, sus pies apenas tocaban el suelo antes de volverla a impulsar hacia adelante, su mente se mantuvo fría, curiosamente fría y calculadora, sabiendo que había una furia caótica y la que sentía en ese momento, depredadora y fuerte. Los planes e ideas corrían en su mente a gran velocidad y escogió los mejores. En un segundo, había soltado su cabello del lazo rosa, que ahora estaba entre sus manos, estirándolo como un cordón, mientras sentía como los mechones rubios se cruzaban por su cara de vez en cuando.

- ¡Hey! ¡Asqueroso gorila! –grito. El chico detuvo sus ataques por un segundo. El suficiente tiempo para intentar ver quien era, pero lo único que notó fue un puño dirigirse a su rostro, directo a su nariz. Por días contarían el terrorífico sonido que hizo la nariz del chico cuando Helga se la rompió en el primer ataque.

- ¡Big J! –gritó uno de sus secuaces.

- ¡James! –coreó el otro, sin saber si debían soltar Gerald o no.

- Maldita pu... -el gorila se ahogó con su propia sangre.

Arnold había caído al suelo, herido, tosiendo, en búsqueda de aire. James, el gorila abusivo, ahora se fijaba directamente en Helga, pero ella corrió a él, tacleándolo con su hombro. Él cayó al suelo con tal fuerza que su cabeza rebotó en el duro suelo. Pero eso no era suficiente para Helga. No. Absolutamente no. Y ella lo sabía. Si estaba lanzando por la borda todo su plan de acción, todas sus oportunidades para estar con Arnold, para demostrarle que no era una máquina destructiva y peligrosa, haría que valiese la pena.

Antes de que James lograra ponerse en pie, tuvo a Helga a ahorcadas sobre su vientre y sintió algo deslizarse en su cuello. Ese algo se ajustó y comenzó a asfixiarlo. Aquel lazo que por años había simbolizado la gentileza de Arnold, ahora serviría para darle un castigo a quien se atrevió a lastimarlo, ahorcándolo.

Eso era una locura. Una completa locura. Al abusivo observó a la chica sobre él, con el cabello cayendo sobre su rostro y una sonrisa tan oscura que prometía la peor de las agonías

Cómame señor lobo «Hey Arnold!»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora