Capítulo VII

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Releyó una vez más el mensaje, mientras la profesora de matemáticas escribía una formula en la pizarra. En realidad, cualquier excusa era válida para alejarse de los números.

"Buenos días, Helga, espero que hayas amanecido bien. Ya tengo listas tus nuevas playeras y algunos tops que me tomé la libertad de hacer, espero que no te importe ¡Estoy ansiosa por saber si serán de tu gusto! Me sentiría muy halagada si nos vemos pronto y me das tu opinión. Tú sabes que las puertas de mi casa siempre están abiertas para ti y me gustaría saber cómo te ha ido. Ciertamente, extraño mucho verte. Ten un buen día."

Un escalofrío la recorrió, mientras evitaba hacer muecas extrañas. Algo le decía que si se revisaba el azúcar en la sangre iba a descubrir que estaba en las nubes ¿Esa chica no podía escribir un mensaje como la gente normal? Por Dios... toda esa letanía ocupaba toda la pantalla del celular.

Levantó la mirada en dirección a la profesora, estaba dando un discurso sobre estadística. Bien, no estaba perdiéndose nada importante. Volvió su atención a la pantalla del celular y salió del mensaje, dejando que, como siempre, su silencio hablara como respuesta en esa situación. Respiró hondo y tomó su bolígrafo púrpura, mientras abría el cuaderno rosado que descansaba sobre el libro de matemática. Helga releyó el último párrafo que había escrito, como si ese fuese el hechizo para abrir un portal dentro del mundo que había creado y se dispuso a continuar, dominando las ganas de sonreír que sentía jalar la comisura de sus labios. Ya iba por el capítulo veinte y estaba satisfecha de la historia que estaba escribiendo. Repentinamente la pantalla de su celular se encendió, llamando su atención.

Un nuevo mensaje.

Por un segundo pensó en no mirar, estaba en una importante parte de la narrativa y no quería perder la inspiración. Pero las pocas personas que tenían su número eran importantes. Mentalmente se disculpó con su Diosa Creativa interna, soltó el bolígrafo y revisó el mensaje.

Número Desconocido: ¿Qué estas escribiendo? Creo que son muchas letras para el gráfico del ejercicio. Arnold.

La chica se sorprendió, casi cayéndose del asiento ¿Qué hacía él enviándole mensajes? Momento ¿Cómo había conseguido su número? Regresó a ver, tres puestos más atrás, a dos filas de ella y distinguió al rubio. No la estaba mirando, pero tenía una sonrisa traviesa, mientras observaba la pizarra. Atrás de él estaba Gerald, con la misma sonrisa y el mismo sobre-interés en el trabajo escrito frente a ellos. Helga contuvo el impulso de gruñir, guardó el número del rubio y se dispuso a responder.

Helga: ¿Cómo demonios conseguiste mi número celular? No recuerdo habértelo dado.

Arnold: Pero hace días me dijiste que debíamos intercambiar datos. Por cierto, aún no respondes mi pregunta.

Helga: Pude haber cambiado de opinión, dado que eres un pervertido y podrías querer enviarme porno duro y salvaje lleno de chicas con frenillos y otras siendo pelirrojas, como las que te gustan. Responde mi pregunta, cabeza de balón o te las verás con los dos ojos morados.

La chica contuvo una sonrisa ladeada, la crueldad rasgo la parte trasera de su cerebro, con un gruñido poderoso. Pero en ese momento la profesora la estaba viendo. Helga sospechaba que esa mujer era parte de la Liga Estadounidense de Profesores Estereotipo en Matemáticas. Mejor conocida como la LEPEM. La maestra era alta, ancha de espala, como un jugador de rugby, tenía un busto enorme como el parachoques de un hummer, el rostro reflejaba siempre una expresión de descontento y las regordetas manos lucían como zarpas de un hambriento oso. Por un momento temió que la profesora le llamara la atención pero después de unos minutos de observación, la dejó en paz y continuó con la clase. No hizo movimientos delatadores, hasta que sutilmente empujó su celular sobre el libro de matemática y revisó la respuesta del chico.

Cómame señor lobo «Hey Arnold!»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora