Gwen y yo salimos de la clase de inglés, y ya habíamos encontrado el lugar más recóndito de la cafetería de la escuela para tomar nuestro almuerzo. El menú de hoy: crema verde, servida por las cocineras expresando su odio hacia todos los estudiantes. Excepto de una, Maddison Carters. Para los demás, la chica rica de la escuela que dominaba sobre ellos, pero para mí, era la chica tonta que hizo un infierno nuestra fase de jardín de niños. La vez que me había obligado a comer crayón, cuando teníamos seis años, Gwen la había empujado al lodo después de haberle arruinado el cabello en un ataque de furia y venganza. Claro, al día siguiente la suspendieron, y yo había dicho que estaba enferma, sólo para ir a verla a su casa.
–Realmente no me decido –habló Gwen, a lo que yo la miré confusa. –¿Esto es puré de Brócoli o algo vivo durmiendo en mi plato? –miró con disgusto su comida.
Ahogué una carcajada.
–Supongo que esto pasa por comida, o al menos por comestible –dijo de nuevo.
Yo decidí ahorrar la sopa y en lugar de eso tomar mi bebida.
–O tal vez sólo sea señor Brócoli esperando a ser probado por ti –dije con una sonrisa ocultando reír a carcajadas.
–Le haría un gran favor en no comerlo, ¿qué tal así? –me miró esperando mi respuesta.
–Sí, definitivamente –dije al final, y ella rió.
Los murmullos en la cafetería eran incesantes, todos hablaban, reían, estaban sentados o parados, se besaban, leían, comían.
Pero había un grupo específico que siempre se sentaba cerca de las escaleras hacia la planta alta de la cafetería, dirigiéndose a su mesa, la cual estaba a unas tres mesas de la nuestra. Ese era el grupo de Jaffe, quienes no paraban de reír y hacer gestos.
La primera en hablar fue Gwen.
–Ahí van los idiotas –dijo, de mala manera, logrando que apartara mi vista de ellos y la volteara a ver. –No entiendo por qué los chicos aquí tienen que ser tan estúpidos, insensibles, inmaduros, hipócritas... –hablaba entre dientes mientras daba fuertes cucharadas a su sopa.
Se removía y hacía gestos de desesperación. La miré con una ceja encarnada.
Ella calló, y comencé a darle cucharadas a la sopa, pero no podía pasar por alto el hecho de que Gwen movía rítmicamente su pie debajo de la mesa, y sabía lo que significaba. Ella estaba ansiosa y quería saber por qué.
–Ya suéltalo –le dije, casi riendo.
Ella me miró conteniendo la respiración mostrando una sonrisa cerrada, por un momento creí que se estaba poniendo morada.
–He conseguido un poco de información... –ella puso sus manos alrededor de su rostro, cubriendo su boca–...del chico nuevo –susurró.
Rodé los ojos, no iba a parar hasta dar con él.
–¿Qué? Hay que ayudarle antes de que se vuelva como los demás, ya sabes.
–Dime que no has tratado de poner en práctica tus hazañas de la CIA y entrado a la oficina del Director.
–Cerca. Ayer fui a su última clase y las malditas de sus compañeras no me quisieron decir nada de él. Malditas egoístas –resopló y yo reí divertida. –El caso es que también regrese en la tarde para traerle unos papeles al Director, y, ¡Bam! Él estaba aquí entrenando basquetbol. Entonces fui y me metí en a las duchas de los chicos...
–¿Que hiciste qué?
–...y me escondí en uno de los casilleros, solo para ver cuál era el suyo, y, huh, resultó ser uno cerca de donde estaba escondida –los ojos le comenzaron a brillar mientras se detenía a tomar aire. –J, él tiene las mejores nalgas del mundo. ¡Dios, su trasero es hermoso!
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Please Don't Say You Love Me
Teen FictionEsta es la cosa: hay un chico en mi clase de Literatura llamado Jaffe Wayland, y lo conozco desde mi nacimiento, literalmente. Él es un maldito chico arrogante, quisiera aventarlo de un pozo pero temo que regrese en venganza saliendo de alguna telev...