– ¿Quién demonios te invitó?
–Oh, eres tú –respondí con disgusto, cuando ella caminó hacia mi campo de vista.
Se paseó delante de mí, con los brazos cruzados, observándome con desdén. Vestía una blusa strapless que parecía más bien un sostén de color salmón y una falda en tono blanquecino que comenzaba justo en la cintura y terminaba un poco más arriba de la mitad del muslo. El atuendo era bonito, pero ella lo hacía ver desagradable.
–No sabía que a las fracasadas también se les permitía pasar –dijo, mientras rodeaba hacia la mesa llena de vasos de plástico rojo. –No sé si te enteraste, pero esta fiesta es, ya sabes, exclusiva para cierta clase de personas...–bebió de uno de ellos.
–Oh, sí. Cierto. Demonios –chasqueé la lengua sarcásticamente, sin darle importancia a lo que me decía. Yo en cambio, tenía unas mallas negras y una blusa color turquesa de seda con unos botones en la parte de la espalda. Era eso, o que Gwen me hiciera usar un vestido color plata con destellos.
–Perdedora estúpida –murmuró entre dientes.
– ¿Se supone que debo sentirme ofendida?
–Mira idiota, nadie te invito a ti o a la otra estúpida de tu amiga, así que tomen sus malditos traseros y lárguense de aquí –dijo inclinándose hacia mí, ella era más alta por los tacones, aunque yo también llevaba unos. –Llévatela. Mírala, ella se ve tan patética creyendo que puede lograr ser el centro de atención. Pobrecita –canturreó sonriendo.
–Sería más patético si intentara lanzarse sobre el chico. ¿Quién es la del centro de atención ahora?
Ella sonrió perversamente y se colocó frente a mí con una mano apoyada en la mesa.
–Será mejor que te cuides si no quieres que algo te pase. O a ella –desvió los ojos hacia Gwen.
–No me amenaces, Maddison, no te tengo miedo.
–Oh, deberías. No sabes de lo que soy capaz. Uh, simplemente verte es como, ugh. Me hace preguntar, ¿por qué existes? Podrías hacer menos miserable a todos y desaparecer.
Bufé.
–¿Qué te sucede Maddison, no has sido el centro de atención esta noche y ya estás amargando a quien sea?
Ella aporreó su vaso contra la mesa.
–Escucha, todo el mundo aquí me conoce y ya quisieran que yo les dé mi atención, pero a ti nadie quiere ni besarte.
–No necesito a todos mirándome, en realidad ni siquiera me importa.
Ella entrecerró los ojos y se cruzó de brazos, mirando con cautela.
– ¿Qué? –pregunté.
–En verdad nadie te ha mirado, ni siquiera besado. ¿Acaso la querida bebita aún es virgen? –canturreo.
–Sí, lo soy –rodé los ojos.
¿Cuál era el problema? Simplemente no me apetecía ir por el mundo queriendo estar con la primera persona que se me atravesara, no era lo mío. Tampoco pensaba que ser virgen era lo máximo, no había tenido novio ni había convivido con algún chico como para llegar a ese momento. Era cuestión de que nunca había estado en esa situación. Ser virgen estaba bien, y no serlo, también.
Ella sonrió.
–Te lo vuelvo a decir: ten mucho cuidado –repitió, acercándose a mí. –Las cosas pueden pasar impredeciblemente.
Volvió a sonreírme, está vez con notoria falsedad, y me lanzó encima su refresco hacia el pecho arruinando el atuendo que Gwen me había dado. Jaló el cuello de la blusa y echó unos hielos.
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Please Don't Say You Love Me
Ficção AdolescenteEsta es la cosa: hay un chico en mi clase de Literatura llamado Jaffe Wayland, y lo conozco desde mi nacimiento, literalmente. Él es un maldito chico arrogante, quisiera aventarlo de un pozo pero temo que regrese en venganza saliendo de alguna telev...