FLETCHER
Montones de papeles estaban apilados sobre el escritorio de Odell. Varias copias eran información sobre los casos que se debían de atender en la ciudad, y otra parte eran pequeñas piezas de información sobre los últimos movimientos de los Black. El tiempo parecía seguir corriendo y sin embargo no nos estábamos acercando lo suficiente a nuestro objetivo.
Odell era la única persona que me daba el permiso para poner búsqueda en Annabeth a las espaldas de Fitz. Ambos la extrañábamos, muchas personas lo hacían. Entre esas personas, Hayley, la mejor amiga de Annabeth parecía lucir cada vez más angustiada al respecto. ¿Qué más podíamos hacer? Me lo preguntaba cada día que miraba a través de una de las ventanas del plantel, mirando al exterior y pensando donde podría encontrarla.
Destapé uno de los marcadores con mi boca y dibujé un círculo alrededor del rostro de un guardia Black. Se encontraba a las afueras de un Starbucks. Lo peor de la situación era que no podía dejar de preguntarme como ciertos reclutados del plantel podían ser tan idiotas para tener a la amenaza enfrente de sus narices y aun así no ser capaces de capturarla. Solo habían traído migajas cuando pudieron traer todo el platillo.
—¿Ya obtuvieron algún avance con Darian? —preguntó Odell, alzando la vista y luciendo algunas líneas de cansancio en su rostro.
Negué y cambié de página.
—No —fruncí los labios—. Parece que al idiota le comieron la lengua.
—¿Acudieron a la tortura? —volvió a preguntar.
Tortura, golpes, paciencia, tratos y lo imposible. Darian era un hombre difícil de romper y suponía que tardaría un poco más de lo previsto para que pudiera por fin hablar. Darian era el hombre que Annabeth había confundido por Demián Black, de quien justamente nosotros nos tuvimos que encargar los últimos tres meses. Lo trasladamos del plantel C al plantel A, lo encerramos, lo alimentamos y recibió un buen trato temporal, todo hasta que prefirió mantener la boca cerrada y entonces tuvimos que recorrer a otros métodos como la tortura en un nivel muy básico. El muy bastardo no soltó nada más allá que un nombre que probablemente era falso, pero que de algún modo nos servía para nombrarlo.
—Intentamos de todo y no ha dicho nada en absoluto desde hace dos semanas. Solo se queja de dolor, escupe la comida y se la vive mirando el techo.
Odell soltó un suspiro pesado y frotó su barbilla con los dedos.
—No sé qué decir, hijo. No hay nada mejor que la voluntad propia de cada persona. Tendremos que presionar un poco más y esperar a que hable.
Asentí, mirando a uno de las pinturas de Odell. No sé porque mi mente siempre buscaba diferentes lugares para perderse, pero suponía que eran solo explicaciones que sentía que debía de darle a mi cabeza. Moví la vista de nuevo a mis papeles y analicé muchos de ellos, e incluso hice algunas anotaciones. Odell y yo pasamos la próxima media hora mirando y revisando los papeles cuando un golpe en la puerta nos llamó la atención. Segundos después, un par de reclutados del plantel C se encontraban de pie a un lado de nosotros.
—Buenos días caballeros, ¿se puede saber el motivo de su visita? —preguntó Odell, con las manos entrelazadas por encima del escritorio.
Trevor, uno de los reclutados con quien solía tener contacto en juntas, miró a Odell con cierta preocupación.
—Disculpe la impertinencia, Odell, pero tenemos un problema.
—¿Se puede saber de qué se trata?
Trevor miró a su compañero y de regresó a Odell.
—Encontraron a Aiden Fitzgerald muerto, señor.