9. La Muerte nos invita sodas

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Lee

Bien, David ya te ha contado todo lo que pasó con ellos, que no se compara con lo que nos pasó a nosotros.

Nos lanzamos por el portal, pero la cosa es que nos desviamos un poco de nuestro destino.

Caí encima de algo blando, y luego di vueltas y caí en medio del piso.

Pero la cosa es que era arena, estábamos en una playa.

El portal seguía girando, salieron April y Gabriel antes de que se cerrará, dejando un rastro de pelo dorado impregnado en el aire.

- Y Derek? -preguntó April.

-Y también David? -agregó Marissa.

Gabriel se levantó, su tez estaba tan pálida como el mármol, y no hacía movimientos muy fluidos.

-No lo sé, se suponía que...

Sus ojos se pusieron en blanco y cayó.

Me lancé y a duras penas lo salvé de estrellarse contra la arena, lo pusimos suavemente en el piso.

-Qué pasa? -le pregunté.

Él me vió.

-Gasté mucha energía, necesito volver al Génesis a recuperar poder. Pero no estamos en Belén, estamos en...

-San Francisco -terminó Liz.

La miré, no entendía porque reconocía San Francisco.

-Si, no tenía tanta magia y el portal se desvió... Deben de esconderse, aquí también hay una sede del Ángel. Volveré en unas horas... Y April, ten cuidado con el collar.

April abrió muchos los ojos, sacó un collar con un dige en forma de burbuja al final.

-De acuerdo.

Asintió, cerró los ojos y al instante el color desapareció de él, su piel se endureció y me encontré sosteniendo una estatua de casi dos metros, que ya no se movía.

-Y ahora, qué hacemos con él?

Marissa se acercó, desplegó su báculo y dijo unas palabras:

-Saghir

<<Pequeño>>

La estatua brilló y empezó a encogerse, hasta quedar como una estatuilla de no mas de 30 centímetros. Me la guardé en la mochila.

Unos surfistas nos vieron, gritaron y empezaron a huir, diciendo algo sobre unos camarones en mal estado...

Nos levantamos.

-Y ahora qué? Dónde están los otros? -pregunté.

-Ni idea -Liz se adelantó, su pelo parecía fuego ante la luz intensa del sol, tenía el arco al hombro y su pose me recordó a una cazadora, ágil y lista para atrapar algún animal indefenso.

-Deberíamos seguir su consejo, escondamonos, después veremos que hacer. -dijo Marissa.

Nos sumergimos en la jungla de San Francisco, que era un Nueva York pero un poco más lúgubre, no tan grande y con menos pantallas gigantes.

Decidimos ir a comer algo, a mí me ordenaron ir por sodas mientras ellos pedían mesas, salí y fui un momento al mercado por ellas.

Busqué hasta que encontré un six-pack de Mountain Dew, lo tomé y fui a la caja a pagar.

A medio camino un chico salió de la nada y choqué con él.

Ambos caímos de culo, pero se levantó de repente, una espada romana apareció en su mano y me puso la punta en el cuello.

El Báculo De LuciferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora