Capítulo XXXVII

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Los fuertes pasos resonaban por aquel largo pasillo.

Shara iba andando, pero pisaba con toda la rabia que se guardaba dentro. 

No conseguía entender en qué momento dejó de tener todo bajo control con Brianda. Pero no tenía dudas, sabía que todo era culpa de Oliver Anderson.

Desde el principio todo fue culpa de él.

Recordó cómo Brianda era una niña  a la cual ella dominaba perfectamente cuando tenía cinco años. Todo era perfecto, era una niña educada y bien portada. No era una niña que llorase o hiciera berrinches, todo lo contrario; era silenciosa, se entretenía con cualquier juego y nunca dio problemas de alimentación o sueño.

Shara envidiaba a su jefa por haber logrado adoptar a una niña tan hermosa y buena, así como por tener por esposo a un hombre tan importante y sobre todo rico.

La mujer no veía justo que su señora tuviera una vida cómoda, plena y feliz, mientras que ella, en aquel entonces, no era más que una simple niñera.

Un buen día, su jefe le informó de que los niños, Brianda y Juan Antonio, debían estar limpios e impecables porque acudirían a una reunión de amigos a casa de la familia Anderson.

Shara sintió una oleada de celos y envidia, pues ella sentía que quien debía ir era ella y no la señora Paredes.

Aún así, cumplió con la orden recibida y alistó debidamente a los niños.

Para su sorpresa, se le permitió ir en calidad de niñera.

Una vez llegaron, quedó fascinada por la casa enorme en la que se encontraba.

Le presentaron a Rosi y de inmediato ambas se detestaron.

Rosi en ese entonces, al igual que Shara, no era más que una simple niñera. ¿La diferencia? Pues justamente era que aquella simple niñera no tenía expectativa de ascender a algo más y mucho menos ser la señora de la casa.

Rosi cuidaba de dos niños guapísimos, uno de ellos era Oliver.

Brianda iba de la mano de Shara y, en cuanto las miradas de ambos niños se cruzaron, ambos sonrieron.

De normal, Brianda era una niña tímida y poco sociable.

Pero aquel niño le extendió la mano, sin decir ni una palabra. Y la niña la agarró, dejándose llevar hasta la sala de juegos por aquel niño.

Shara y Rosi los observaban desde la otra punta de la sala de juegos, ambas demasiado sorprendidas.

Rosi corrió a llamar a sus jefes y, tanto los Anderson como los Paredes, se quedaron boquiabiertos.

Entonces la señora Anderson insistió en dejarles jugar juntos, y todos, salvo Shara y Rosi, continuaron su velada con una gran sonrisa ante este acontecimiento.

Ambas ya se suponían que, con el paso del tiempo, ellos llegarían a algo más. 

Rosi lo veía precipitado pero de algún modo se alegraba de que Oliver hubiera vuelto a relacionarse con alguien de su edad.

Shara estaba  mirándolos con seriedad. No le gustaba absolutamente nada la situación ante sus ojos.

Trató de irse con la niña, tirando de su pequeño brazo, pero ella sólo gritó tan fuerte que pronto sus padres pudieron ver lo que sucedía y decidieron enviar a Shara a su casa.

Rosi fue desde ese momento la encargada de cuidarlos en cada visita, hasta que poco a poco fue pasando el tiempo y los peores temores de Shara se hicieron realidad: los niños terminaron por enamorarse perdidamente el uno del otro.

Llegó un día en el que comenzaron el instituto y con el, su adolescencia.

Cada día se les veía más unidos, más felices.

Tanto la familia Anderson como la familia Paredes estaban más que felices por este hecho que, a sus ojos, uniría a las dos familias más grandes e importantes de todo EEUU.

Cuando su niña le dijo que estaba embarazada, Shara enloqueció de ira.

Durante la boda, Don Rafael se acercó a ella al ver a Daniel sufriendo y le ofreció mucho dinero.

Fue entonces que decidió armar todo el plan para separarlos.

Ahora, años  después, resulta que todo lo hecho no ha servido para nada y, para colmo, tiene que aguantar a Rosi, que incluso ahora tenía su antiguo cargo y ella había sido destituida a simple sirvienta.

No le parecía justo y comenzó a planear cómo deshacerse de Rosi...

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Mientras Shara estaba yendo en dirección al desván para hacer limpieza, Brianda estaba recibiendo nuevamente a su suegra en casa.

Le había pedido que regresara para ayudarla a elegir una nueva casa dónde Oliver y ella empezaran de cero con todo.

La señora Petra Anderson no pudo evitar oír a Shara caminar por el pasillo y suspiró con preocupación.

Desde la misma puerta de la entrada se la escuchaba caminar y Rosi gritó fuertemente desde la escalera para que caminase correctamente sin emitir ruidos molestos.

Brianda pensó que Shara se enfrentaría a Rosi, pero, para su sorpresa, la mujer aceptó la orden sin rechistar.

Doña Petra frunció el ceño y miró con preocupación a su nuera, pues ella sabía de lo que Shara era capaz.

-Brianda, debemos estar alerta... Ella es más peligrosa de lo que imaginas... 

Cuando Éramos Tú Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora