Capítulo XXXIII

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Ese día llegaron a casa de Oliver, que era la más cercana al local del cumpleaños. Los tres estaban exaustos. 

Shara estaba bastante enfadada y era visible en su rostro, pero a Brianda, Oliver y la pequeña Milagros, poco y nada les importó.

Rosi ya tenía la cena lista para la pequeña familia y, sin previo aviso, Juan Antonio también se hizo presente a la reunión de la pequeña familia.

Disfrutaron de una deliciosa dorada al horno con su guarnición de patatas panaderas y un vino Rivera del Guadiana.

La pequeña le contó con entusiasmo a su tío todos los regalos que había recibido y, en un momento inesperado, un grito proveniente del jardín les llamó a todos la atención.

No era otra que Shara, la cual estaba arrinconada al lado de un aspersor por Manchas, el regalo que Juan Antonio había traído para su sobrina como sorpresa, pero que ya, lógicamente, no lo sería.

Shara gritaba como loca y el pequeño dálmata no dejaba de saltarle encima y lamer sus pies.

En un intento de golpear al cachorro para huir, ésta encendió el aspersor y acabó cubierta de agua, con su alto moño caído por el agua, su maquillaje desarreglado y corrido por todo el rostro y su ropa era prácticamente escurrible.

Todos los integrantes de la familia Anderson-Paredes se rieron como si no hubiera un mañana y ella, avergonzada, se marchó del lugar a toda prisa, tropezando con la manguera y terminando en la piscina.

Erick, el jardinero hijo de Genaro, tuvo que hacer de socorrista y sacar a la mujer que casi se ahoga en el intento de huída.

Nuevamente en el salón, la familia se seguía riendo, mientras Rosi y Milagros bañaban a Manchas y luego la ama de llaves de Oliver llevaba a la pequeña y al cachorro a dormir.

Brianda y Oliver le contaron un cuento a la pequeña y ella se quedó dormida al momento.

Pero, cuando bajaron al salón, escucharon una discusión entre Juan Antonio y Shara.

-Sí, yo fui quien le dije a Brianda que ella no podía tener pareja pero seguí las indicaciones de su médico y le ayudé a recordar tal y como ella me pidió -dijo el joven, tomando un sorbo de Bourbone.

-¡No debió haber provocado el encuentro entre ellos dos!, ¡Sé que usted le recomendó hacer deporte en aquel lugar a mi niña para que se reencontrase con ese mal nacido de Anderson! -la ama de llaves de Brianda no disimulaba su malestar.

-Hice lo que tenía que hacer, ayudarla a reencontrarse con su vida. Y ello implicaba encontrar a su marido para que recordase a mi sobrina, cual tu siempre supiste donde estaba y nos engañaste a todos Shara. No me provoques más, porque Brianda puede tenerte estima, pero yo no. Cuida tus modales y como te diriges a tus señores. -el joven dio un último sorbo a su bebida y salió del salón.

Oliver y Brianda se escondieron en el hueco de la escalera hasta que Juan Antonio y Shara se fueron y después ambos se dirigieron a su habitación.

-¿Tú sabías algo de esto? -preguntó ella con el ceño fruncido.

-Sinceramente, no tenía idea de que Shara sabía donde estaba la niña. Aunque no he confiado en ella, jamás creí que ella te mintiera así -se sinceró el hombre.

Brianda enterró su rostro en el pecho de su marido y se impregnó de su aroma.

-Yo le pedía todos los días a mi hermano que me ayudase a recordar y pensé que no estaba haciendo nada, pero, al parecer, buscó la forma de llevarme hasta ti y luego provocó el encuentro. -la voz de la muchacha era un susurro, pero Oliver podía escucharla perfectamente.

-Ven, durmamos, ha sido un día agotador -Oliver trató de quitar más importancia al tema delate de ella.

Pero en su cabeza mil dudas golpeaban sin parar.

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Media hora más tarde, Oliver estaba contemplando a Brianda mientras dormía. Sus ondas rubias caían por su frente como una cascada y su suave y blanca piel hacía contraste con la pequeña luz de la mesita de noche.

Era simplemente hermosa. No se le ocurría otra forma de describirla.

Unos suaves golpes sonaron en la puerta y Oliver se levantó a abrirla. Era Juan Antonio y no parecía muy feliz.

-Oliver, Raquel está abajo y exige verte. -la voz de Juan Antonio era un susurro para evitar despertar a su hermana.

Ambos salieron de la habitación y bajaron hasta la puerta de la entrada, pues Oliver se negaba a dejar entrar a la mujer a las dos de la madrugada en su casa.

-¡NUNCA ME QUISISTE! ¿POR QUÉ NO ME QUIERES? -Raquel estaba borracha y gritando.

-No grites, mi hija duerme -bufó Oliver.

Juan Antonio estaba a un costado de su cuñado, observando la escena, divertido.

-Raquel, mantendremos esta conversación en otro momento -dijo Oliver.

-¿CUÁNDO? ¿CUANDO TU MUJER NO ESTÉ? -insistió la chica.

Esta reacción hizo que Juan Antonio comenzase a sospechar y salió también.

-Te ha dicho mañana y mi hermana puede estar perfectamente presente. Si nos disculpas vamos a dormir. Guardias -Juan Antonio hizo un gesto a los vigilantes de seguridad y se la llevaron aunque ella gritaba a pleno pulmón.

Cuando ambos respiraban aliviados, dos figuras conocidas estaban en la escalera, observando.

-Lo ve, niña, hasta su hermano es cómplice de esta burla que le está haciendo este mal hombre -la voz cizañera de Shara hizo palidecer a ambos hombres.

Cuando Éramos Tú Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora