Capítulo XXXVIII

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-Brianda, hazme caso, sé lo que te estoy diciendo, esta mujer es peligrosa y puede hacerte mucho daño -la voz preocupada de la señora Petra inundaba el despacho de Brianda.

La chica miraba pensativa a su suegra. 

Si bien sabía que podía confiar en ella, también sabía que no quería involucrar a más gente en este complicado tema de Shara.

Brianda tomó una gran bocanada de aire, tratando de darse ánimo, para poder responder sin mencionar el problema directamente.

-Yo... Sé que, tal vez, podrías tener razón, y te prometo ir con cuidado y tener en cuenta tus palabras, Petra. Pero Shara no es cualquier persona, es quien me ha criado por años y quien estuvo a mi lado cuando perdí la memoria. Simplemente no puedo prescindir de ella. -Brianda se sintió culpable inmediatamente después de decir esto.

Fue muy convincente, ya que su suegra la miró con desaprobación al instante.

No hubo más palabras, solo ese cruce de miradas.

Pronto unos golpes sonaron en la puerta y cuando Brianda dio paso, Rosi apareció y miró a su nueva jefa.

-El niño Oliver llamó diciendo que venía en camino, que lo esperasen todos en la sala. -La mujer fue directa y, guardando su postura de ama de llaves, salió tras cumplir su misión de informar.

De lejos, Rosi observó como Brianda y la señora Petra salían del despacho y caminaban hasta el enorme salón.

La ama de llaves suspiró pesadamente.

¿En qué momento decidió hacer caso a Shara?, ella era consciente de que la familia Anderson no confiaría en ella si no mostraba su valía.

Guardando silencio en un rincón, vio llegar a Oliver y sus ojos se iluminaron.

Él siempre había sido como un hijo para ella. 

Pero a medida que fue convirtiéndose en un apuesto joven, no pudo evitar comenzar a verlo con otros ojos.

Observó de arriba a abajo al joven.

Tenía un cuerpo que parecía ser esculpido por los dioses, un rostro muy masculino y seductor... Y esos ojos, los mismos que una vez le robaron el corazón cuando nació, ahora eran los dueños de cada latido de su ser.

Rosi realmente no odiaba a Brianda. No era nada personal. 

Simple y sencillamente no podía aprobar ninguna relación que tuviera su jefe. No cuando ella deseaba sentir sus manos recorriendo cada fibra de su aún conservado cuerpo.

¡Ella había hecho todo para ver a Oliver como un niño de nuevo!, pero simplemente no lo había conseguido en años.

Por eso cometió el pecado de seguir a Shara, sin imaginar que Oliver intentaría suicidarse tantas veces cuando perdió a Brianda.

Oliver se quitó la chaqueta luego de besar a Brianda y Rosi puso ver esos brazos a punto de estallar las mangas de la camisa, lo cual la hizo perder el aliento.

Se giró sobre sus talones y caminó a la cocina, donde dio instrucciones muy precisas para que atendieran perfectamente a la familia y luego se excusó por un rato, diciendo que iría a tomar un descanso por sufrir un dolor de cabeza.

Siguió su camino hasta su habitación, la cual supo antes era de Shara, y entró rápidamente, cerrando la puerta con cerrojo.

Se dejó caer sobre su cómoda cama y cerró sus ojos, imaginado por un instante que las manos de su jefe recorrían su cuerpo con deseo, lo que la llevó a soltar sus reprimidos impulsos y acariciar su cuerpo y su sexo, autocomplaciéndose y permitiéndose disfrutar de lo que ella era consciente, solo pasaría en su imaginación...

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-¿Por qué no, Brianda?. -Oliver miraba frustrado a su esposa sin entender nada.

-Porque no. Es muy pronto para tener más hijos aún cuando mis exámenes médicos hayan salido bien. -Brianda se cruzó de brazos mientras sostenía la mirada de su esposo.

-Pues yo quiero un hermanito y voy a escribir a la cigüeña. Ella decidirá si puedo ser una buena hermana mayor -La pequeña Milagros miraba sus padres sin entender nada.

-Está bien, discutiremos esto más tarde, Oliver, ahora hay que llevar a Milagros a sus actividades extraescolares. -Brianda simplemente zanjó el tema, jurándose matar a su marido más tarde.

Oliver al ver la molestia en los ojos de su mujer, ya supo que se le caería el pelo de la tremenda regañada que le esperaba, así que hizo lo más sensato que creía: asintió en silencio y caminó al coche sin soltar a Milagros.

Una vez la pequeña entró al colegio, ambos se reunieron con los respectivos profesores de la niña y luego pasaron por una cafetería.

Oliver ya estaba preparando su discurso de disculpa, cuando llegó Roxana con un perrito en brazos y una amplía sonrisa.

¡No, no, no!, esto no podía estarle pasando.

Justo cuando él ya iba a negarse a tener al perro, su mujer le cerró la boca antes de, si quiera, abrirla.

-Se lo he pedido yo y se viene a casa. -Brianda fulminó a Oliver con la mirada.

Oliver bufó y colocó sus brazos en su cintura, visiblemente molesto.

-Yo para tener un bebé es todo negaciones y enojo, pero para tener un perro ni siquiera me preguntas, esto es demasiado. -Su molestia era tal que rozaba la indignación.

-Oliver, estoy embarazada, ¿entiendes?... Pero no quiero que nadie en casa sospeche nada, tengo miedo de lo que pueda pasarle al bebé o a mi y más con Shara y Rosi bajo nuestro techo, por eso Pichí se viene a casa, para ayudarme a mantener alejadas a ciertas alérgicas a los perros...


Cuando Éramos Tú Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora