Capítulo XXVI

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La tarde fue perfecta para Oliver.

La pequeña Milagros y él disfrutaron del parque de diversiones, tomaron helado de chocolate y vainilla y rieron a carcajadas con la actuación de unos mimos muy graciosos que se cruzaron en el parque.

Pero, una vez Milagros terminó el tiempo que le pertenecía con él, todo se terció.

Brianda le abrió la puerta y automáticamente su rostro mostró una enorme sonrisa de oreja a oreja para la pequeña.
Pero una vez ella entró en la casa, su rostro tornó serio y él no podía sentirse más culpable.

Raquel se había presentado aquella mañana en su despacho a disculparse con él, algo que le pilló de sorpresa.

Luego se ofreció a acompañarlo a comer y lo último que él esperaba era verlos allí.

Lo que más molestia le causó fue ver el amor hacia Brianda reflejado en los ojos de Daniel.

Esto le hizo ver que sus sentimientos nunca desaparecieron y, si antes no había intentado nada, ahora que era un hecho que Brianda no quería nada con él, Daniel tenía la oportunidad que tanto había esperado.

No podía estar más celoso, lo cual le llevó a cometer el error de dejar escapar el comentario de que Raquel quería conocer a Milagros. Definitivamente se merecía esa bofetada que Brianda le había dado y él lo sabía.

Pero los celos le superaban.

Brianda chasqueó los dedos frente a Oliver al ver que éste se encontraba en trance.

—Perdona, ¿Has dicho algo? —la voz aturdida de Oliver hizo ver a Brianda que no había oído ni una palabra de todo lo que ella había dicho.

Ésta resopló al tiempo que se cruzó de brazos mirando al apuesto hombre frente a ella.

—Oliver te estoy diciendo que este fin de semana es el cumpleaños de Milagros y le estoy preparando una sorpresa. Si quieres estar presente estaré dispuesta a ceder por la niña, pero ni se te ocurra traer a Raquel aquí o te juro que os echaré a patadas. —el tono amenazador que Brianda estaba empleando no pilló por sorpresa a Oliver.

Él se limitó a asentir con la cabeza, mientras meditaba si era prudente o no preguntar acerca de Daniel.

Brianda le estaba explicando dónde sería el cumpleaños sorpresa de la niña y los detalles que, posiblemente, él olvidaría y más tarde tendría que volver a preguntar.

Luego, se acercó a Brianda para despedirse de ella y, para su sorpresa, ella no lo apartó.

Depositó un suave beso en su frente y después se giró sobre sus talones para caminar hasta su coche.

Brianda vio como Oliver se alejaba frente a ella y suspiró pesadamente.

"¿En qué momento se le fue el amor a Oliver por mi?" Se preguntaba mientras divisaba como a lo lejos se perdía el hombre con su coche por la carretera.

Entró a su casa y cerró la puerta blanca detrás de ella. Se apoyó en la puerta y se dejó caer al suelo, intentando tragar el nudo en su garganta.

Roxana que, desde la ventana, había presenciado lo ocurrido, se acercó a su amiga y la abrazó para reconfortarla.

—¿Has pensado en decirle que aún lo amas? Tal vez no es mala idea intentar empezar de nuevo, más aún teniendo a Milagros en medio — añadió Roxana señalando a la pequeña en la ventana viendo al vacío que había dejado el coche de su padre al marcharse.

—No Roxi, no puedo. Y menos aún cuando Raquel sigue en su vida. No quiero vivir nuevamente eso —Dijo Brianda tragando su dolor, pues se había jurado no derramar más lágrimas por Raquel.

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Unos días después, Brianda asistió a la cena de inauguración que Daniel daba.

No cualquiera tenía la capacidad de estudiar una carrera al tiempo que trabajaba y, nada más terminarla, abrir el despacho de abogados más prestigioso de la ciudad.

—Estoy segura de que este es el primero de tus muchos éxitos venideros —Brianda celebraba el éxito de su amigo y le abrazó con cariño.

Él aceptó sus palabras y su abrazo y luego Brianda, Roxana y Joel, el esposo de Roxana, pasaron al salón donde estaban cientos de empresarios prestigiosos y famosos de la ciudad.

No era de extrañar que estuvieran allí, pues todos buscaban darle buena impresión a Daniel.

La gran mayoría eran socios minoritarios en la empresa de Brianda y la saludaron cortésmente.

Brianda detestaba ese tipo de eventos, pues le parecían demasiado hipócritas.

—Estás enormemente preciosa esta noche —una voz masculina embriagadora sonó en el oído de Brianda.

Instantáneamente ella reconoció la voz y se giró para encontrarse a su esposo frente a ella vestido con un traje impecable color negro que resaltaba el azul de sus ojos.

—Tu también estás muy apuesto, Oliver —Brianda levantó su copa en señal de saludo.

Roxana, que estaba a un costado de Oliver, hizo un gesto discreto a Brianda para que mirase en dirección a la puerta de entrada y allí Brianda divisó a Raquel.

Por impulso, Brianda se puso de puntillas y besó a su esposo con posesión, rodeando su cuello con ambas manos.

Su beso fue cobrando intensidad, pues Oliver la siguió sin pensarlo y colocó sus manos en la cintura de Brianda.

Ambos se dejaron llevar y Oliver devoró los labios de Brianda con deseo, dejándola ver su desesperación por saborearla y disfrutando del momento.

Brianda se perdió en los labios de Oliver, dándole la oportunidad de llevar el mando y profundizar ligeramente el beso al permitirle paso a su lengua y perderse en un baile sensual junto a la de ella.

Le amaba. No quería negarlo más.

Oliver la pegó más a él, provocando que Brianda se estremeciera.

—Dejen algo para cuando estén a solas.

La voz de Raquel les hizo volver a la realidad y poco a poco ambos fueron cortando el beso.

Oliver, aún aturdido, no despegó la mirada de Brianda, quien, aún jadeante, le sostenía la mirada también.

—Al parecer siempre eres tan oportuna —Roxana no se molestaba en ocultar su malestar.

—Vamos Roxi, mi esposo debe tener mucho que hablar con la señorita —Dijo Brianda haciendo recalcar la palabra esposo.

Cuando Roxana y Brianda se disponían a irse, Oliver sostuvo la mano de su esposa y entrelazó sus dedos con ella.

—No tengo nada qué hablar con nadie, pero sí debo pasar tiempo con mi esposa y eso incluye ser un buen acompañante esta noche —la voz fuerte de Oliver hizo que Daniel, quien acababa de sumarse a la escena, frunciera el ceño.

Brianda miraba a ambos hombres sin entender nada, hasta que Oliver, sin mediar más palabras, tiró de su mano y la llevó con él fuera, a la terraza.

—Ahora tú y yo vamos a poner las cartas sobre la mesa —explicó Oliver.

¿Qué debía hacer?, ¿Sería bueno admitir que lo amaba?...

Y lo que más le quitaba el sueño a Brianda: ¿Qué tenía que ver Oliver con Raquel?.

Cuando Éramos Tú Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora