Capítulo XXII

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Como siempre todo lo bueno se acaba. En su caso fue bastante breve su felicidad.

Estaba frustrado, furioso. Su madre no le hablaba, Brianda se había mudado esa mañana con la niña y la noche anterior se había negado a oír sus explicaciones.

Es cierto, sí. Estaba con Raquel aquella tarde, pero fue como un favor.

La tarde anterior.

"Estaba sentado en su despacho, planificando la sorpresa que estaba preparando con ilusión para las dos mujeres de su vida.

Miriam, la nueva de recepción, subió y abrió la puerta sin llamar. Estaba pálida.

-Señor Anderson, abajo hay una señora llamada Raquel que se cayó al suelo y no despierta. -dijo asustada.

Simplemente asintió y bajó a toda prisa, no fuera a ser algo grave que después no tuviera solución.

Trató de reanimarla varias veces, pero fue sin éxito. Optó entonces por llamar al servicio de emergencia y tras varios minutos llegaron. 

Cuando al fin la hicieron reaccionar la llevaron al hospital y Oliver se sintió obligado a acompañarla. Allí supo que tenía anemia y de ahí su desmayo.

Estando aún en el hospital recibió un sms de Brianda y, para evitar problemas, decidió ocultarle la verdad.

Cuando le dieron el alta, llevó a Raquel a su casa y la ayudó a llegar hasta la puerta.

Entonces la vio. Brianda. En su coche.

¡¡¡¡MIERDA!!!! pensó.

Pero sabía que ya no había vuelta atrás.

La siguió tan pronto como pudo, sin tan siquiera decir adiós al centro de sus problemas: Raquel.

Cuando llegó a casa y subió a la habitación Brianda se había mudado a la habitación de su madre y ambas estaban encerradas.

Golpeó la puerta varias veces, hasta que salió su madre y le abofeteó. Trató de explicarse pero ni siquiera ella quiso oírle. Le dijo que se marchara de allí y dejase en paz a Brianda que no quería volver a verle. 

Desesperación. 

Era la palabra que le definía. 

No pudo dormir, se encerró en su despacho hasta vaciar la botella de whisky y quedarse profundamente dormido tras la borrachera sobre su mesa de trabajo.

Cuando despertó vio a Brianda junto con su madre y Milagros subiendo al coche.

Por más que corrió y gritó no le hicieron caso y salieron de aquella casa, solo ese nombre se le podía dar porque sin ellas para él ya había dejado de ser un hogar."

En su desesperación llamó a Daniel, su fiel amigo. 

-Es que si eres más imbécil te hacen una estatua tío... ¿a quién cojones se le ocurre llevarla?, ¿es qué ya no hay taxis ni ambulancias?, ¿a caso no tiene familia?. -dijo Daniel muy molesto.

-Que sí, que tienes razón, pero yo jamás creí que por ser buena persona iba a perder a mi esposa, mi hija y mi madre en menos de veinticuatro horas. -respondió Oliver, enterrando su cara entre sus manos.

-¿De verdad no te das cuenta?. ¡No las has perdido por buena persona!, ¡las has perdido por idiota, por acompañar a esa mujer que sólo te ha dado problemas con tu esposa desde el día en que la conociste en el instituto, por eso ha sido, joder!. -Daniel miró a su amigo con pesar, sabía que la había cagado hasta el máximo exponente, y él tenía el privilegio de conocer a Brianda desde siempre, sabía que recuperarla no le sería fácil a Oliver.

-No hace falta que me grites, ya sé que lo he estropeado todo. -Oliver tiró el vaso de whisky contra la pared, mientras Rosi lo miraba desde lejos.

-Yo hablaré con ella. No te prometo nada, pero haré hasta lo imposible.  Eso sí, como vuelvas a cagarla, comenzaré a luchar por ella. Si he estado siempre al margen es porque ella se enamoró de ti. -admitió Daniel.

Oliver se abrazó a su amigo, comprendiendo lo que decía y luego éste se marchó.

Decidió ducharse y luego bajar a la sala de estar.

Silencio. Eso era todo lo que había a su alrededor.

Nada era igual, nada estaba bien sin ella.

Le mandó mil mensajes, pero ella jamás respondió. También la llamó treinta y nueve veces. No obtuvo respuesta alguna.

Devastado, se dejó caer en el sillón rosa chicle.

¿Desde cuándo su sillón era rosa chicle?.

Sonrió por un momento, sabiendo que eso era cosa de Brianda.

Mirase donde mirase, todo le recordaba a ella. En cada pared estaba grabada su risa y la de su hija.

Sonó su teléfono móvil. Corrió hasta el, esperanzado, pero pronto su esperanza desapareció.

Era Raquel. No respondió, ya había roto su vida para siempre y se negaba a saber tan siquiera si respiraba o no.

Volvió a su despacho, donde bebió hasta caer dormido nuevamente preso de los efectos del alcohol.

Rosi, al verlo, se acercó hasta él y lo tapó, deseando que pronto todo se arreglase, pues le destrozaba ver así a su jefe, alguien a quien había servido desde que nació.

Decidió ella misma ser quien le mandase un sms a Brianda con la esperanza de que se arreglasen las cosas por el bien de Oliver, pues ya una vez había destrozado la vida de su niño por dinero y se arrepintió durante todos estos años. Se lo debía.

"No le pido que le perdone, pero al menos escúchelo, pues sin usted la vida para él no tiene sentido. Rosi"

Cuando Éramos Tú Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora