Satisfecho con su vida ordinaria, Jinhwan es una especie de gusano. Sin embargo, su cómodo estilo de vida se desvía de repente cuando accidentalmente se sumerge en el mundo de las sirenas. Enredado en una maldición, Jinhwan aprenderá que el mundo pu...
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▬POR JUNHOE▬
Había pasado apenas un día desde que había visitado la playa junto con Jinhwan y para entonces estábamos a Domingo, día en el cual él se disponía a "descansar" de sus actividades rutinarias. Sin embargo, aquel día mi mente aún se mantenía ocupada ante la preocupación e intriga que Chanwoo me había dejado aún, pues su patética historia no me ayudó en algo y aquello se reflejaba en mi manera tan inconsciente y vacía en la cual me encontraba mirando a Jinhwan, quien se hallaba regando las flores que adornaban la fachada de la florería; mis ojos se mantenían atentos ante el descender de las gotas de agua a través de los orificios de la manguerilla que carnada de pez utilizaba para regar las plantas, en tanto mi mente se hallaba en otros lares.
—¿Este lugar no está cerrado hoy? ¿Por qué todavía estás trabajando? —pregunté acercándome a aquel enano.
—Porque gracias a ti, mis horas se redujeron ayer —contestó—. Ahora es el momento perfecto para terminar.
—Bueno, diviértete con eso —añadí en tanto giraba mi paso en dirección contraria dispuesto a dar un paseo por ahí, sin embargo, un fuerte jalón de playera me detuvo. Por supuesto, se trataba de carnada de pez quien arruinaba mi día como era costumbre.
—Ah, si tú vas a permanecer bajo mi techo, tendrás que ayudar por aquí también.
—Odio llevar la contraria, muñeco... —añadí con una sonrisa ladina—. Pero yo soy el responsable de destruir tu tienda, ¿recuerdas? Quizá sea mejor que no haga nada.
—Razón por la cual Bobby te mostrará cómo hacer las cosas.
Al mencionar el nombre de aquel, el chico amoroso no tardó en hacer notar su presencia, situándose a lado mío.
—¿Uh?
—Puedes empezar con algo fácil....como limpiar las ventanas. —añadió Jinhwan cediéndome un pañuelo blanco—. Estaré arriba si me necesitan.
Y, finalmente, él se fue dejándome a solas con aquel chico de ojos diminutos.
—¿Acaso siempre dejas que te ordene de esa forma? —pregunté.
