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La cabeza le daba vueltas. Su cuerpo temblaba y dolían todos sus músculos. La luz cegaba su vista. Sus ojos ardían. No recordaba cómo había llegado a la habitación, pero recordaba lo último que vio antes de caer en las tinieblas. La sensación aún estaba viva en su carne. Aún sentía la humedad y la calidez de sus labios en los suyos.

A duras penas logró ponerse de pie. Soltó quejidos y suspiros de dolor e incomodidad al tratar de caminar hacia el baño. Se vio en el espejo. Su rostro era una mierda. Su maquillaje se había corrido. Su cabello era un desastre. Sus ojos rojos y sus labios secos. Su cuerpo ardía en dolor. ¿Qué había hecho?

Recordó el beso con Sasuke. Su rostro se calentó. Su corazón se aceleró y sintió un hormigueo cosquilludo en su estómago y pecho. Emoción. Felicidad. Júbilo. Alegría. Había tantas emociones revueltas en su estómago que no podía evitar mostrar una sonrisa ingenua en sus labios.

Se lavó el cuerpo en una ducha rápida y se puso la primera ropa que encontró. Le quedaba grande, pero eso era lo de menos. Se cepillo el cabello y arregló un poco el rostro. Bajo a la cocina y encontró a la señora Mikoto dirigiendo a los empleados para que prepararan el desayuno. La saludó.

— Buenos días Señora Mikoto.

— ¡Cariño! —Caminó hacia ella. Le dio un suave beso en la mejilla y después inspeccionó su cuerpo. Asintió al ver que se encontraba bien—. ¿Cómo te sientes? Nos dejaste preocupados ayer en la noche.

— Lo siento. No volveré a tomar descuidadamente —Sonrió—. ¿Y los demás? —Cuando pasó por el comedor no había nadie. Ni siquiera el Señor Fugaku.

— Muertos. Nadie ha podido despertarse. No les fue mejor que a ti la noche anterior —Ambas rieron—. Pero cariño, ¿y esas ropas? —Tomó la manga de la camisa que Hinata se encontraba usando desaprobándola.

— Fue lo primero que encontré.

— ¡Oh, por dios! Por eso te dije que dejaras ropa en la casa —Reprendió suavemente la Señora Mikoto. Hinata sonrió. Mikoto era para ella lo más cercano a una madre. Después de la muerte de su madre la Señora Mikoto no dudó en tomar ese rol sin ningún problema. Hana y Mikoto fueron mejores amiga. Cuando se enteró que había llegado a Nueva York con una hija en brazos y sin nada de dinero y apoyo no dudo en ir a su rescate. Ella fue la que la ayudó a salir adelante. Ella fue la que le dio un trabajo estable y favorable. Fue gracias a ella que Hana logró olvidar por un lapso de tiempo sus traumas generados en Japón. Y claro, el odio que le tiene a su ex esposo es incluso más grande que el propio odio de Hinata—. Necesitamos ir de compras. Que ya no vivas aquí no quiere decir que ya no eres parte de esta familia. Eres libre de venir y salir cuando se te plazca.

— Gracias, pero no quiero abusar de su amabilidad.

— Nada de eso —Negó con la mano—. Tanto para mí, como mi esposo e hijos te consideran de la familia.

Hinata sonrió, conmovida por sus palabras. Pero pronto la sonrisa se volvió una mueca. El recuerdo del beso de la noche anterior le regresó a la memoria. Si Sasuke la consideraba parte de la familia, entonces por qué la besó. Su mente se volvió una maraña. Ignoró las palabras de Mikoto y simplemente permaneció a la espera de que sirvieran la comida. Después de unos minutos todos bajaron a desayunar y se sentaron en la enorme mesa de caoba resplandeciente.

El Señor Fugaku. Itachi y su esposa e hija. Algunos invitados que se quedaron a dormir y el propio Sasuke. Arrugó el ceño al notar que Sasuke evadía su mirada.

Recuerdas, pensó Hinata. Era imposible que no recordara. Sasuke estaba en mejores condiciones con ella. Y si ella pudo recordar, él también. Se molestó al entender que trataba de aparentar que nada pasó entre ellos. La comida siguió con normalidad y tranquilidad. Una vez todos terminaron continuaron con sus actividades. Hinata intentó hablar con Sasuke, pero la llamada de Konan se lo impidió. Tenía que ir rápido a la disquera. Maldijo internamente.

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⏰ Última actualización: Apr 23, 2020 ⏰

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Jugando con fuego [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora