— ¿Como un chico pudo acabar con un pueblo entero? — Preguntaba Aria sin quitar la vista de enfrente.
— Porque él no era un chico cualquiera... Era casi.... ¡Un Dios! — Gritó William con lo intención de asustar a Aria.
Ya que su gesto consiguió su objetivo él y Carolina no pudieron evitar doblarse de la risa.
— No es gracioso chicos, ustedes saben que aquí pasaron cosas horribles. — Les dijo Erick con tono molesto. — Mejor vámonos Aria. ¿Aria? ¿Aria me estas escuchando? ¡Aria!
Pero ella no le respondió, solo siguió caminando hasta cruzar los límites de la ciudad, nadie se había tomado la molestia de circular la zona así que fue fácil.
Aria dejo de escuchar cualquier ruido que aparentemente viniera del exterior, sólo distinguía su propia respiración, inclino la cabeza hacia la derecha porque necesitaba oír mejor.
¿Realmente estaré loca?
Pensó, no le gustaba que sólo ella alcanzara a escuchar esos gritos tan desgarradores, parecían estar tan lejos, no, no lo estaban.
Parecía imposible pero esos angustiantes gritos venian de abajo. Ella estaba encima de ellos. ¡Los enterraron! ¡Ellos le pedían ayuda desde abajo! No dudó ni un segundo en lanzarse al suelo de rodillas y darse a la tarea de escarbar.
A penas llevaba algunos segundos en su desesperada labor cuando todo cambio, esos gritos dejaron de oírse desde lo profundo, ahora los tenia al lado, en frente, por doquier ella escuchaba a la gente alterada.
Fuego, mucho Fuego y una ciudad que estaba apunto de desaparecer, eso es lo que veía.
No muy lejos, se notaba que estaban quemando algo en especial, apartado de todo lo demás, eso podría haber desatado todo el incendio en primer lugar, pues parecía llevar mucho tiempo ardiendo, casi ni se distinguía que era. Pero ella si lo descubrió, una voz se lo dijo.
Aquella cruz de madera era consumida por el fuego lentamente llevándose consigo a un pobre muchacho. Eso la asqueo, ¿Por qué harían eso? Era inhumano y horrible. Eran unos mal nacidos, parecía que esas personas eran completamente insensibles y sin saber los motivos por los que habían asesinado al pobre muchacho, Aria sintió una enorme repulsión hacia esos homicidas. Lamentablemente su reflexión ante tal atrocidad fue interrumpida.
— ¡La cruz se rompió! — Gritaron, un grito que hizo eco hasta perderse con el aire.
Parecía que hasta la misma naturaleza quería colaborar para que esa noche fuera aun más oscura que cualquier otra, ni siquiera podía distinguirse la luna.
Con temor a lo que se pudiera encontrar llevó su atención hacia donde provenía aquel alboroto, se sorprendió al ver a otro adolescente pero a comparación del otro, este no era rozado por las llamas.
¿Pero que demonios pasa aquí?
Lágrimas empezaron a correr por sus pálidas mejillas, entro en pánico el cual aumento cuando observó como ese aparentemente inofensivo muchacho empezaba a matarlos a todos de una forma sádica, sin compasión alguna. ¿Como? No parecía alguien tan agresivo.
Inmediatamente tapó sus oídos y cerro los ojos esperando que toda su visión se esfumara, pero aun los escuchaba gritar, Aria se mecía en el suelo mientras repetía una y otra vez: "Por favor has que paren" "Que se callen, por favor has que paren".
Miralo, deja de temer y detente a observarlo por un segundo pues él, es la pieza que necesitarás.
Susurró una voz en su mente, provocando que en ella floreciera el deseo de mirarlo, Tentada se dejo llevar y abrió lentamente los párpados. Ella no dejaba de observarlo, una y otra vez. Su cabello oscuro contrastaba perfectamente con las cegadoras llamaradas a su alrededor, admiraba como sus piernas no lo traicionaron en ningún momento, sus zapatillas negra firmes en medio del asfalto sin importarle que su holgada camisa y sus pantalones oscuros fueran salpicados por la sangre de sus antes verdugos, sangre de un rojo oscuro y a su vez llamativo que si no fuera por el odio que ella experimentaba por ese líquido, jugaría que era el color mas hermoso que había visto y exactamente de ese extraordinario rojo sangre eran sus ojos.
