—Mamá, ya no hay azúcar. —Aria le dio vuelta a la azucarera, y de esta, salieron apenas unos granitos— ¿Tienes más guardada por ahí?
—No. Lo olvide. — Mónica se acerco a la mesa, limpio sus manos con un toalla y rebuscó dinero entre su bolso.
— ¿Y Sia? — Pregunto Aria, pues no le gustaba el incomodo silencio.
— Dijo que iría a casa de una chica, su nombre era... — Se distrajo un poco, y variad monedas cayeron al piso, generando un ruido, irritante. — Eva.
— ¿Eva Pine?
— No lo sé, Aria. — Su madre se
agacho para recoger todo ese desorden. — Ya hace tanto que deje de preguntarle sobre sus amigos.— Eva Pine, he escuchado sobre ella en mi instituto. — Mencionó Aria, quien también recogía las monedas. — Vive con su padre, la expulsaron, hace un año que no ha vuelto a estudiar... También dicen que su padre viaja, y no le importa lo que ella haga.
— Aria, ¿Desde cuando te gustan los rumores?
— No me gustan, pero, son como los típicos mitos escolares. Además, tal vez deberías tenerlo en cuenta. — Aria dejo las monedas que restaban en la mesa.
Justo entonces, su padre entró a la cocina, con grandes ojeras pero una leve sonrisa, como de costumbre.
— ¿Fue un día pesado, papá?
—Aria, linda, desde que yo entro por esa puerta, el trabajo ya no existe. — Aclaro Mark, arrastrando una silla y dejándose caer sobre esta. —Pero sí, estuvo del asco.
— Ten con esto es suficiente. — Dijo Mónica, ignorando a su esposo y entregándole a Aria dinero para el azúcar.
— ¿A donde vas? — La detuvo Mark.
— A la tienda por azúcar.
— Yo traje. — Informo mientras señalaba la puerta. — Se quedó descansando en el sofá.
— ¡Milagro! — A comentó Mónica, muy digerida. — Asumo que será la última vez.
— Prometí que nunca volvería a pasar. — Respondió Mark.
Aria notó el tono dolido de su padre, pero no sé atrevió a intervenir. No le estaba permitido. Así que se concentro en moverse de la sala a la cocina para servir la azúcar.
— ¿Turno nocturno?
Los tres se quedaron paralizados al oír aquella macabra voz, pero en especial los esposos, pues ellos podían ver al emisor sentado, cómodamente, a un lado de su hija.
— Yo quiero un americano, sin azúcar, Mónica. — Pidió, la cosa.
Aria gorro su cabeza lentamente hacia su derecha. Soltó un suspiro, estaba hasta de ese tipo, hasta de su aspecto, hasta de que haya arruinado a uno de sus héroes favoritos, hasta fe ese tormenta con poca gracias.
Sin pensarlo dos veces, dejo caer el agua hirviendo de su taza, sobre él tal Peter. Después,coloco la taza, nuevamente sobre la mesa y se retiro, seguida por él ente.
— Eso fue de muy mal gusto. — Se quejo eso.
— Tú eres de muy mal gusto y no veo que alguien haga algo.
— ¿Cómo puedes tratar así a un ser que vino directamente del infierno, solo para torturarte?
— ¿Se supone que debería sentirme honrada?
— ¡No! — Gritó, frustrado. — ¡Deberías cagarte del miedo!
— Ahora eres vulgar... ¿Que viene después? Un amor hacia el genero urbano. — Se burló Aria, que sin la menor duda, se volteo para enfrentarlo. — ¿También te pones caliente cuando escuchas este perreo?
