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Mi pie derecho no paraba quieto, como siempre se movía, era una especie de manía o tic que me daba de vez en cuando, casi todo el tiempo

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Mi pie derecho no paraba quieto, como siempre se movía, era una especie de manía o tic que me daba de vez en cuando, casi todo el tiempo. Sobretodo si estaba nerviosa, y ahora lo estaba.

Pasé la mano por el suelo tocando el caliente asfalto como si de un pequeño cachorrito se tratase. Como si fuera frágil y se fuera a romper; como si pudiera romper el asfalto con mi puño.

Abrí un poco más las piernas y noté como una pequeña piedra del suelo se coló por los aún largos pantalones. Eran mediados de Junio y seguía sin llevar prendas de vestir que no me causaran calor.

Mi cabeza se movió hacia la derecha en el asfalto para ver pasar a una señora pasear su perro color blanco y negro, con un par de manchas en las orejas castañas claras, creí distinguir la raza; un beagle. O eso me había enseñado mi padre años atrás.

Cuando era pequeña siempre jugaba a adivinar que tipo de perro era el que pasaba cerca nuestro. Era nuestro juego personal, igual que cuando nos pasábamos horas en la biblioteca buscando libros sobre las diferentes razas de perros, para así poder ganar en ese estúpido juego. Y me encantaba.

Sonreí con nostalgia, echaba de menos mi niñez.

Y suspiré.

La tranquilidad no duró mucho, a los pocos minutos de cerrar los ojos un molesto ruido me hizo despertar del casi sueño que iba a tener, en medio de la calle.

Notaba que se acercaba, algo grande y ruidoso, molesto y contaminante.

Volví a suspirar con pesar y me levanté de la carretera para ponerme en la acera, así alejándome de correr el peligro de que me atropellara ese estúpido coche magenta.

¿Qué clase de persona se compraba un coche magenta?

Rodé los ojos por hacerme mover de mi cómoda posición en esa casi abandonada carretera y limpié mis pantalones de las piedras de éstos. Comencé a andar sin rumbo fijo.

Notaba que me miraban, lo sabía porque hacía minutos que lo hacían, pero yo no decía nada.

-¿Te gusta el peligro? -Se escuchó cerca mío, no sabía de donde procedía la pregunta y por eso giré mi cabeza para identificar a la persona. Y ahí lo encontré.

-No. -Una rotunda negación salió de mí y miré al chico con indiferencia, seguí andando, olvidándome de él.

-¿No me reconoces? -De nuevo otra pregunta hizo que me parara en seco y me girara a hablar con el autor de esa voz oscura, si es así como se podía definir una voz.

-No. -Volví a negar esta vez con el ceño fruncido. ¿Por qué me hablaba ese desconocido?

-Interesante.

-Me voy. -Sentencié al notar que la situación no era muy normal.

-Espera. -Pero yo seguí andando. -Un momento. —Hablaba la voz detrás de mí.

-¿Qué? -Hablé sin pararme siquiera, él me seguía. Aunque tenía que admitir que quería que lo hiciera.

-Instagram. -Nombró la red social como si con eso solucionara todos los problemas. -Te seguí en Instagram. -Aclaró al ver el interminable silencio que se había creado.

-¿Y qué?

-Me seguiste de vuelta y miraste mis fotos.

-¿Como sabes que miré tus... -Eso no importa. -Me interrumpió en medio de la pregunta. -¿Por qué me seguiste de vuelta?

La situación me parecía surrealista, no conocía a ese moreno y mucho menos sabía de lo que hablaba.

-No sé de qué estás hablando.

-Tengo una foto negra. -Dijo de nuevo, como si eso solucionara todos los problemas. Aunque ayudaría a resolver los míos más adelante.

-Eres tú. -Sentencié haciendo memoria. -El raro.

Vi como asintió y sonrió. Parecía que no le había molestado el adjetivo de mi parte.

-¿Y qué quieres?

-Llevo días observándote. -Comenzó a explicar, sin controlar las palabras que decía, es decir, era aterrador pensar que me estaba observando. -Y he llegado a la conclusión de que eres la indicada.

-¿La indicada? -Repetí la última palabra con cara de asombro, no tenía ni idea de lo que hablaba, pero él asintió. -¿De qué?

-Para mí.

-Me voy. —Dije tras escuchar su respuesta, pero como siempre, él me siguió.

-Te gusta morir. -Dijo las palabras lentamente, pero con energía. Le entusiasmaba la idea.

-¡Oh si! ¡Me encanta! -Ironicé. —Es mi pasatiempo favorito.

-Nos vemos. -De golpe dejó de seguirme, se paró en seco, dijo las siguientes palabras y desapareció como si de niebla en la montaña se tratase. -Te estoy vigilando.

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