7.

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Los párpados me pesaban como nunca antes lo habían hecho

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Los párpados me pesaban como nunca antes lo habían hecho. Casi no podía abrir los ojos, éstos solo podían hacer una línea para poder analizar el lugar donde me encontraba.

No me podía mover. Mi cerebro daba la orden de levantarme y ver que sucedía a mi alrededor, el por qué de la sangre. Pero no se movía. Era como cuando te despiertas de una pesadilla pero tu cuerpo no responde y te quedas allí, en esa cama muriendo de miedo sin poder hacer nada.

Empecé poco a poco. Los dedos de los pies se abrían y cerraban entre ellos, igual que los de las manos. Era como si estuviera paralizada. Y en cierta manera me daba miedo, sobretodo si le tenía a él analizando cada respiración de más que hacía.

—Buenos días. Seco. Enfadado. Decepcionado. Y con una mirada que no sabría reconocer, ¿acaso habían cambiado sus sentimientos por mí sólo por este pequeño accidente?

No le contesté, no porque no quisiera, aunque tampoco solía hablar mucho, si no porque no podía mover mis labios.

—No puedes moverte. —Dijo lo obvio el moreno. —Y es todo por tu culpa.

Fruncí el ceño, otro músculo que podía mover, y le di a entender con mi mirada que no sabía a lo que se refería.

—Es tu culpa. —Repitió con cierto tono rencoroso. —Si no te hubieras cortado las venas ahora mismo estarías tranquilamente durmiendo en el colchón de tu habitación.

"Cortado las venas. "

Ahora lo recordaba todo.

La cuchilla.

Mi brazo.

El dolor.

El alivio.

El no entender.

El entenderlo todo.

Y sobretodo, recordaba la muerte, pero no recordaba la vida.

Ese casi que tanto me perseguía durante todos estos meses de dolor y odio.

Intenté mover, como pude, mi boca, para al menos pronunciar una disculpa, pero fue en vano.

—¿Y ahora qué? —Preguntó el chico de ojos azules que tenía enfrente sentado en lo que parecía, mi escritorio. —¿Ahora que hago con toda la sangre perdida? —Se levantó de un salto, parecía alterado. Se acercó a mí rápidamente y se posicionó muy cerca de mi cuerpo. Casi podía notar su peso en mi vientre. —¿Ahora qué mierda hago con el plan? —Gritó justo enfrente de mi cara. Se veía desesperado por seguir con ese 'plan', que yo ya sabía cuál era.

De un momento a otro comencé a notar mis manos y poco a poco mis brazos y mis piernas. Abrí los labios y hablé.

—Lo siento. —Fue lo único que salió de mi voz ronca, por no haberla usado durante lo que podía haber sido horas o días.

—¿Lo siento? —Repitió con tono de burla. Con una voz incrédula. —Tú no entiendes nada ¿verdad? Piensas que por una triste disculpa todo se va a solucionar. —Negué con la cabeza, al fin y al cabo no tenía ni idea de lo que quería de mí, algo que no fuera mentir. —Es mi trabajo. Yo me dedico a eso, no me puedes arrebatar lo único por lo que vivo. Es que no lo entiendes. —Terminó de decir esa última frase, y con una mirada de asco se levantó de encima mío, caminó  hacia la puerta y antes de girar el pomo y desaparecer, dijo las siguientes palabras.

—Te voy a matar.

Y se fue.

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