El suelo lleno de pequeñas piedras con diferentes tamaños, pero ninguna superior a mi pequeña mano. No entendía el porqué tenía que ser esa discriminación ¿las piedras grandes no podían estar allí? ¿no podían estar en las vías del tren?
Cogí una con mi mano derecha, y me la pasé a la izquierda, no tenía sentido lo que hacía, solo me estaba entreteniendo mientras esperaba.
¿A qué? A él.Podía escuchar su voz desde el andén del tren, a pocos metros de mí, pero de forma segura, en cambio el lugar donde me encontraba yo no era nada seguro.
Suspiré.
Levanté una pierna del suelo e hice un corazón en el aire, no sabía porque, supuse que así era el amor. Tan cruel que incluso cuando vas a morir piensas en él en vez de pensar en tí.
—Hazlo.
Él gritaba. No, obviamente él no me quería, incluso cuando yo le quería más que a mí, él no me quería. La única manera en la que me amaría es cuando estuviera muerta.
Giré la cabeza en su dirección para ver como su cabello, más oscuro que la propia oscuridad, se movía al poco aire que hacía, pero que pronto habría más a causa de la llegada del tren que acabaría con mi vida. Sus ojos, color invierno, me congelaban el alma como siempre hacía, creaba esa sensación en mí. Su sonrisa hacía que mi cuerpo se estremeciera, y no para bien. Todo en él me hacía temblar y desconfiar.
Nunca una mirada me había hecho tanto daño como la de él.
En aquel momento me di cuenta que no era el único en el andén, también allí se encontraban mi madre, saludándome y animándome a hacer lo que llevaba meses pensando hacer; morir. Tal vez solo era una alucinación de nuevo.
Ella siempre gritaba que la depresión no era buena para mi; que un día terminaría conmigo.
A lo mejor tenía razón, pero lo era todo para mí.
Escuché un ruido. El ruido de algo acercarse con demasiada rápidez. Tanta que casi me asusté al pensar que en menos de quince segundos iba a morir.
Quince segundos para replantear si mi vida valía o no la pena.
Catorce. Trece. Doce. Once.
Y le observé, porque él era lo único que deseaba ver al terminar mi vida.
Diez. Nueve. Ocho. Siete.
Me encantaba su mirada, tan profunda como el océano Atlántico, tan helada como este, y tan anhelada como mi último aliento.
Seis. Cinco. Cuatro. Tres.
Y miré a mi alrededor, porque pude ver el tren color oscuro estar demasiado cerca de mí, tanto que notaba su peso en mi pecho, y mis huesos romper.
Dos. Uno. Cero.
Muerte.
Le observé sin verlo, porque no existía.
Él era la tristeza personalizada.
El chico; ni era un chico. Sólo una bonita forma de llamar al suicidio.
Y él lo sabía; de sobras, pero nunca me dijo ni una sola palabra, solo para que terminara cuanto antes.Él, o ella, ya que la palabra depresión era femenina; era una dulce forma de matar a mi mente. Primero intentando ser mi amiga, mi pareja, adueñándose de mi personalidad; de mi mente, pero sobretodo de mi vida.
Porqué así es ella, así es él.
Así de muerta te quedas cuando llama a tu puerta, y la dejas entrar en tu vida; hay retorno, a veces, pero no era mi caso. Él siempre estaría conmigo, y supongo que ese era mi único consuelo.
La muerte era mi consuelo.
Y justo cuando notaba mis huesos romperse debajo de aquel gigante de metal y hierro, justo cuando podía notar el sabor a sangre en mis papilas gustativas, cuando podía ver la luz al final del túnel, literalmente, me desperté de aquella pesadilla, o sueño.
Recuerdo que mi madre me miró, ya que estaba en la habitación, por los gritos que hacía minutos que se escuchaban en el ambiente. Y yo le miré, las dos lo entendimos, las dos lo supimos:
Necesitaba ayuda.
**********
Fin.
Es muy corta ya lo sé, pero la empecé con mucha ilusión pero me concentré en hacer Senseless y la dejé abandonada, y hoy he decidido terminarla aunque fuera rápidamente porque no me gusta dejarla a medias.
Es una historia diferente a lo que suelo hacer y ahora lo explicaré en el siguiente 'capitulo'
💕Gracias por leer, poquitas personas pero no me importa porque quería escribirla y no por fama, mil gracias 💕
--Wxnder Xx