Capítulo 8

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Al día siguiente se levantaron temprano, pues debían preparar sus cosas para volver a su país de origen. Sofia se pasó toda la mañana yendo y viniendo entre que preparaba la maleta suya y ayudaba a Vanessa, que por cierto nunca se decidía, a dejar lista la suya.

Sobre las una de la tarde comieron y se despidieron de los abuelos.

—Sofia querida, espero que vuelvas pronto y cuida a mis nietecitos—dijo guiñándole un ojo al pronunciar lo último.

—Muchas gracias a ustedes señores Drewand. Ha sido un placer conoceros y espero que nos volvamos a ver.

—Por supuesto, recuerda eso.

Henry se acercó entonces a ella y le entregó un trozo de papel con algo dentro.

—Quédatelo. Considéralo un regalo de cumpleaños.

Sofia lo abrió y vio en  su interior un libro con la cubierta roja y negra. Solo llegó a leer el apellido del escritor: Zusak.

—Muchísimas gracias por el detalle, no tengo nada para ustedes, lo siento—dijo avergonzada.

—No lo necesitas—argumentó Elizabeth, la cual Sofia aprendió que prefería que la llamaran Liz.

Finalmente se despidieron entre sonrisas y alguna que otra prisa por parte de Christina y se dirigieron en la limusina el resto del trayecto hasta el aeropuerto, donde embarcaron y sobre las siete y media llegaron a Madrid.

***

—Echaba de menos el ambiente—fue lo primero que dijo Alex al entrar, y Colton le dio la razón. Al parecer, la melancolía y la meteorología inglesa daba mucho que desear frente a la alegría y el sol español. En eso, Sofia estaba de acuerdo.

Al día siguiente Sofia libraba y Vanessa la animó a ir de compras con ella, puesto que la chica no tenía nada 'moderno'. Cuando acabaron cenaron en una pizzería y volvieron a su hogar. 

Sofia, pese a todos los lujos de los que parecía disfrutar, realmente se sentía un poco nostálgica. Esa no era su vida, y a pesar de que no cesaba de repetírselo mentalmente le gustaba ese estilo de vida. Ciertamente era feliz y al menos podía contar con gente que la apreciara.

El resto del mes de julio y de agosto se los pasó trabajando, pues ella misma le pidió expresamente a Christina que lo hiciera. Así se ganó al menos unos mil euros entre los dos meses. Pensó que si seguía así pronto tendría ahorros suficientes para poder vivir una vida normal y sola.

También apareció un día Robert Murray, el marido de Christina y padre de los chicos. Saludó a Sofia con cordialidad, pasó un día con su familia y se marchó de nuevo por asuntos de trabajo.

Con eso llegó Septiembre y los preparativos para la universidad. Sofia se había pasado todo el verano despejándolo de su mente y evitando cualquier tema relacionado, pero aun así llegó el momento de la manera más inesperada, pues el verano se había pasado muy rápidamente y llegaba el momento de volver al trabajo.

—Sofia, has hecho un buen trabajo este verano. Nos has ayudado bastante y de manera muy efectiva así que te lo has ganado. Ya te advertí que no te sintieras rara ni nada parecido. Es tu oportunidad—le comentó Christina un día.

Por eso, el segundo día del mes de Septiembre se dirigieron hacia la Facultad de Ciencias de la Información a ver si quedaban plazas en la residencia para universitarios.

—Ajá, sí, estupendo pues ahora le llamo para confirmar. Gracias—la secretaria colgó y con una sonrisa se dirigió a Sofia y a Alex, que nuevamente había sido obligado por Christina a que la acompañara.

El peso de la realidad (EPDLR)(#BrightAwards2017)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora