Me recargo con las manos en el mármol del mueble. Siento cómo se pasea su pelvis en mi trasero. Su otra mano en mi vientre.
—Daddy, tu esposa o mi madre podrían bajar en cualquiera momento—advierto.
—No sabes qué tan poco me importa eso—Besa mi cuello.
Río.
—Sé que te importa—Giro cuando su agarre se hace menos fuerte.
Llevaba su pijama y mientras hago contacto visual con él exitosamente introduzco mi mano en su pantalón y su bóxer. Acaricio su miembro mientras muerdo mi labio inferior y lo miro sobre mis pestañas. Gruñe y se acerca a mí para besarme. Pero niego con mi mejor sonrisa manchando mis labios.
—Besos prohibidos, papi—Escucho otro gruñido de su parte y presiono un poquito su masculinidad.
Él gime ronco y yo saco mi mano.
—Si hacías eso yo pararía. Lo siento, daddy. Reglas del juego—Encojo los hombros y dejándolo en un trance salgo de la cocina.
Sus manos empujándome me interrumpen. Mi pecho contra la mesa.
—Hablo en serio, Harry. Hay un montón de silencio. Cualquier ruido nos descubren—Murmuro con el típico tono duro.
Empujo mi cuerpo hacia arriba pero su mano en mi espalda me presiona hacia abajo.
—Si no te alejas de mí te daré un maldito golpe—Gruño.
Él ríe bajito. Levanta mi vestido y luego baja mi braga.
—Debería follarte de una buena vez—Ambas manos en mi trasero.
—Yo será quien decida eso. Es mi maldito coño, no el tuyo—Gruño.
Gimo fuerte cuando siento sus dedos recorrer mi parte sensible.
—Sé silenciosa—ordena.
—Vete al carajo—Doy una patada en su rodilla y él se impulsa un poco hacia atrás.
Aprovecho esto para acomodar mi ropa interior y después subo corriendo tan rápido como me es posible.
—Te lo advertí—Recalco a mitad de las escaleras.
Probablemente mañana me gane un buen castigo.
