Está ahí. Mirándose en el gran espejo de la sala principal. Acomodaba las mangas de su camiseta.
—Vamos, entonces—Tomo mi teléfono y pongo la cámara.
—Una foto antes—Chillo y él sólo ríe. Primero nos tomamos una en el espejo completo y terminamos con una selfie.
Veo las fotos mientras salimos de casa y confirmo lo guapo que es, demonios.
Él me daba la espalda; cerraba la puerta. Coloco mi mano en su hombro y aún en tacones me coloco de puntillas, llega su oído.
—Eres guapo, papi—Susurro y sigo caminando a la camioneta; justo como si nada ubiera sucedido.
Subo y él también lo hace, pero ya quizá un minuto después.
—Jolene; eres malditamente caliente—Gruñe y comienza a conducir.
—Gracias papi—Respondo.
—Ya no me llames así—Mi corazón se detiene.
¿no está funcionando?
—pero, ¿Por qué?—Pregunto sin mirarlo.
—Porque no hay tiempo de bajar mi erección que causas cuando me llamas así y te comportas de esa manera...—Ya no dejo que termine. Por un momento siento cómo me tranquilizo.
—Después tendremos tiempo—Sonrío a él. Tomo su mano y en menos de un minuto la suelto.
(...)
En el estacionamiento tuvimos qué ir hasta el tercero, el piso último de estacionamiento. Solo habían dos autos más y ambos estaban vacíos.—Momento de aprovechar el tiempo, papi—él me mira sin entender.
Me quito los tacones y me coloco en su asiento, dándole la espalda al volante.
—Pequeña traviesa...—Murmura ronco.
—¿Puedo besarte, papi?—Pregunto; haciendo mi mejor tono de niña mimada.
—Las veces que quieras, pequeña—Responde. Y, sonriendo, lo beso.
Menta.
Mis manos viajan a su cuello y las de él a mi cintura. Cuando me falta el aire siento que su erección crece un poco y decido frotarme. Gruñe y yo muerdo mi labio inferior. Jadeo sin aguantar la fricción y entonces me detengo.
—Creo que es momento de ir con tía Wen y mamá—Sugiero cambiando a mi asiento.
—a las nueve en punto quiero que estés en el último piso. Justo en mi oficina—Ordena bajando de la camioneta.
Me pongo mis tacones y bajo detrás de él. Él entra primero que yo y va con Wendy, besa sus labios y comienzan a hablar. Mi madre hablaba con un hombro de quizás unos cuarenta años. Se veía joven; pero algo lo hacía ver algo grande. Camino a mamá.
—Harry me trajo—Aviso.
—Lo sé, cariño. Pero mira, él es Humbert , socio de Harry—Presenta.
El hombre me mira y sonríe. Cálido.
—Un gusto—Sonrío tímidamente.
—Humbert, ella es mi hija; Jolene—Mi madre aclara.
—el gusto es mío. Tengo un hijo quizá de tu edad. Debe estar en nuestra mesa; la primera. Si gustas puedes ir a saludarlo y conocerlo—No entiendo porqué lo pide, pero luego lo aclara—Quizá estar aquí con personas mayores debe ser aburrido; tal vez y tengan algo interesante para hablar—Dice y asiento.
—Está bien, gracias—Les doy la espalda.
—Vamos en un momento—Avisa mi madre.
Entonces estamos en la misma mesa. Veo donde Harry se ha sentado con Wendy. Y veo a un chico en esa misma mesa, veía a todos lados y parecía realmente aburrido.
Yo lo conozco...
Me acerco.
—Hola, ¿tú eres el hijo de Humbert?—Pregunto amistosamente.
—Sí—Responde mirando a otro lado. Me siento a su lado y es cuando se gira a verme—¿Jolene?—Sus ojos casi salen de la impresión.
—Oh, así que eres tú—Río—creo que ya es el destino, eh—Bromeo.
Era él, el chico que me pidió mi número esa vez en que yo comía sola; cuando compré el vestido con Harry.
Wendy y Harry nos veían de ves en cuando.
—Acompáñame por algún bocadillo—Pido al chico. Éste asiente y nos levantamos.
Camino con él a mi lado y sonrío al ver a Harry mirándonos.
Harry se levanta y habla con hombres y una que otra mujer. Supongo que como dueño de la empresa tiene qué saludar a las personas por cortesía y cosas así.
—¿Podrías decirme la hora?—Pregunto a mi acompañante.
—Ocho treinta—Responde mirando a su reloj.
Agradezco y seguimos caminando.
