Al día siguiente todo es preparación. Todos despertamos bastante tarde. Quizá al mediodía. Por tanto, mamá pidió a Wendy que la acompañara a comprar cosas para la cena de navidad.
Navidad.
Navidad había dejado de ser divertida y feliz cuando papá nos dejó unos días antes de una navidad. Esa navidad que yo misma había juntado dinero para comprar sus regalos. Los primeros regalos que yo les daría de mi propio dinero.
Esa perra de Wendy.
Lanzo la cuchara al plato con desgane y furia, el apetito había desaparecido. Harry aparece en la cocina vistiendo su pijama.
—¿Dónde están Wendy y tu madre?—Pregunta mientras se detiene a mirarme.
—Salieron a comprar cosas para la cena y no sé si a comprar algo qué ponerse—Encojo los hombros, sacudiendo mis manos.
—Bueno. Levántate—Ordena.
Me levanto a duras penas y él me mira fijamente. Me toma de la mano y me guía al comedor. Al comedor grande. Ese que se utiliza para ocasiones especiales o cuando tenemos invitados, justamente donde cenaremos esta noche.
Llevaba mi bata de seda morada y detalles coloridos. Me la quita de un tirón y me deja en ropa interior.
—¿Qué planeas, papi?—Decido seguir su juego. Cumplir su capricho.
Por que él piensa que él es quien manda; pero está más que equivocado.
Me gusta engañar a las personas.
Me inclina, de modo que mi pecho está contra la mesa y mi abdomen en el borde de este.
Ya me había encargado de poner seguro a la puerta principal, yo sabía que él haría esto desde el incidente de ayer.
—Te daré unos buenos azotes—Gruñe recargando su pecho en mi espalda.
Luego sus manos están amasando mi trasero en cuando bajó las bragas a la altura de mis muslos.
—Las niñas malas merecen castigos—Habla. Aquello envía una corriente por mi cuerpo.
—Fui una niña mala, papi—Sin avisar, lanza un fuerte manotazo, causando sonido al choque y seguramente, un adorable color rosa en mi blanca piel. Por inercia mi cuerpo se empuja hacia al frente.
—¿No vas a contar?—Pregunta burlonamente.
—U-uno—Balbuceo, mi mejilla pegada contra la mesa.
(...)
Pasaron los veinte azotes y mi trasero llevaba alguna sensación desconocida.Ahora estaba sentada en la mesa, con Harry entre mis piernas rozando su erección en mi intimidad, haciendo que la franela de su pijama ensuciarse de mi humedad.
Cuando está por bajar su pantalón escuchamos como alguien intenta abrir la puerta. Pero falla gracias a mi inteligencia de poner seguro.
—Se acabó el tiempo, papi—Me bajo, intentando regularizar mi respiración, pero aún así luciendo tranquila—Espera tu regalo con ansias, tengo una sorpresa para ti—Beso cortamente sus labios y corriendo subo a mi habitación. Por supuesto, luego de haber tomado mi bata del suelo y haber subido mis bragas.
