Alex Samanta Dorianetti - Parque Chas, 23:00 pm.
La dama asomó su figura regordeta desde el interior del coche de su amante para regresar a las calles circulares que daban fama al lugar, encendió un cigarrillo con la intención de desprenderse un poco del aroma a hotel caro que llevaba encima y caminó tranquilamente buscando asemejarse a un estado más ordinario de sí misma. No quería que su esposo o sus hijos ya mayores se dieran cuenta que de entre tantas personas a las que había estafado vendiéndoles una casa, ellos habían sido los más ingenuos al creerse esa idea de hogar con la que fingía ser feliz a diario, así que esperó a que su cuerpo se le aclimatara o al menos que su cabello se secara un poco antes de ir en búsqueda del automóvil que había dejado guardado en una cochera privada. De pronto, un niño de no más de diez años se le acercó suplicándole que lo ayudara porque había perdido a sus padres y no sabía dónde estaba.
—Estas calles son un laberinto, no me extraña que te perdieras, pero ¿qué hacías solo a esta hora?
—Yo estaba jugando en la vereda, vi una paloma y la seguí. Entonces, un borracho me asustó y salí corriendo hasta perderlo entre las calles sin darme cuenta que yo también me perdía —respondió el niño titubeante y luego se largó a llorar. La señora Dorianetti arrugó el gesto; no tenía ninguna intención de ayudar a un mocoso travieso, no era su problema. No obstante, si seguía llorando así llamaría la atención de los vecinos y podrían descubrirla en su infidelidad quitándole uno de sus más grandes deleites. Ella prosiguió con el cuestionario.
—¿Fuiste a la policía?
—No sé dónde están.
—Lógico. De todos modos ellos te preguntarán si no tienes una dirección o algo para saber dónde vives.
—Si tengo —respondió el pequeño—, está aquí.
Lo vio levantar una parte de su campera como queriendo enseñarle algo que llevaba escondido debajo, se acercó para ver en medio de la penumbra nocturna de qué se trataba lo que el niño quería mostrarle, encontrándose conque el niño llevaba un dije en su pecho con una dirección muy cercana al lugar.
—Está bien, te acompañaré. Después de todo yo estoy de paso —comentó ella logrando gran alegría en su interlocutor.
Caminó junto al niño apurándolo cada tanto, pero antes de llegar al lugar citado él corrió adelantándose al grito de «¡Papi!» hasta abalanzarse a los brazos de un adulto que casi llora al verlo. Cuando la mujer los alcanzó se extrañó del aspecto tan juvenil del padre del pequeño, mas no emitió opinión alguna. Ellos le agradecieron enérgicamente y luego el padre le indicó a su pequeño que besara a la señora. Éste así lo hizo y además le entregó un par de caramelos a manera de infantil retribución de sus actos, insistiendo árduamente en que se los comiera. Ella, tras sus primeras negativas, cedió a ingerir el dulce y en poco tiempo comenzó a sentir mareos, luego un fuerte dolor de cuello que se le extendió al pecho, su corazón se aceleró, su boca se cubrió de una sensación pastosa muy desagradable y poco a poco sintió como si su consciencia se esfumara, momento en el cual el padre y el chico se acercaron a sostenerla y a conducirla hacia una camioneta que se acercaba doblando la esquina a baja velocidad.
—¿Qué le hicieron? —Cuestionó Panda al ver el estado de la dama.
—Usamos burundanga —contestó Zorro mientras subía junto al niño—. Cobra me la dio.
—Es escopolamina, una droga que si se ingiere puede dejar a la persona en un estado de dopaje muy extraño, se apodera de tus sentidos hasta dejarte casi como si fueras un zombie —aclaró la susodicha—. ¿Tienen lo necesario?
—Aquí está —Zorro sacó un pasaje de avión de sus bolsillos—. Ahora sólo resta hacer que en las grabaciones de las cámaras de seguridad se la vea ingresar al avión acompañada de un hombre para que parezca una fuga pasional, luego la abandonamos en la selva con la panza abierta y que se la coman los jaguares.
ESTÁS LEYENDO
Lecciones de artes marciales
ActionNayla encuentra un diario repleto de fechas y lugares escritos en sus hojas, y decide devolvérselo a su dueño, pero al acudir a una de las citas se encontrará con que lo que lleva en su poder es en realidad la agenda de un asesino. Días, horas, luga...