—Líen, ¿puedo preguntarte algo?
—Sí, por supuesto —respondió casi sin pensar el chico que caminaba a su lado.
—¿Por qué siempre me acompañás al salir de taekwondo, pero cuando salimos del colegio no me dejás que yo haga lo mismo por vos?
—¡No es que no te dejo! Yo no soy nadie para prohibirte cosas, ¿no? Lo que pasa es que al salir tengo que desviar para otro lado...
—¡¿Cómo que no sos nadie para negarme cosas?! —Lo cortó en tono iracundo— ¡Sos mi novio!
—¿Y eso me da derecho a decirte qué hacer y qué no? —sostuvo Líen con seriedad— Seré tu novio, pero nunca tu dueño.
Repentinamente, Nayla lo atrapó de la camisa y lo empujó contra la pared del colegio a fin de poder aplastarlo con su propio cuerpo para luego besarlo con tanta pasión que logró que el adolescente se sonrojara. —¿Cómo podés ser tan lindo? —Y rió ante la mirada asustada del muchacho. Él no sabía de las veces que algún romance posesivo la había privado de salidas y conversaciones con amigos y familiares. En la mente de los chicos buenos la vida a veces dista mucho del disparate que es la realidad.
—Si querés hoy podés acompañarme —Se separó de ella con delicadeza y presura aprovechando la confusión que le generaba a la adolescente esta propuesta la cual contrariaba sus espectativas—. Lo que hago es buscar a Manu del jardín, pero eso ya lo sabías.
—¡Ah, cierto! Me había olvidado —La chica se dio un golpecito en la frente causando ternura en su compañero —. ¿Entonces puedo ir con vos hoy?, ¿no te molesta?
—Vamos.
Una sola palabra bastó y ambos adolescentes se dispusieron a partir tomados de la mano. La tardecita enarbolaba su acostumbrado calor de finales de mediodía, frecuente compañero de los anteriores ratos de soledad que ahora vivían en mutua compañía. Si bien, en un principio a Líen le había costado acostumbrarse a ese tipo de cursilerías, a esta altura renunciar a ellas le sabía a desacato.
Caminaron en constante plática, siempre virando de una trivialidad directo hacia alguna de esas cosas que parecen profundas ante la mirada de los adolescentes, para que luego una broma sin sentido por parte de Nayla cambiara el clima a uno más alegre y los devolviera al punto de inicio de aquel círculo en el que orbitaba su conversación, hasta llegar al jardín donde una sorpresa los aguardaba.
—¡¿Cómo que ya lo retiraron?! —Ambos jóvenes estaban sufriendo una mezcla de emociones violentas hacia la maestra confundida que los observaba sin comprender.
—Sí, ¿no te acordás? Fuiste vos hace casi dos horas. Me dijiste que...
—¡Cierto! —La reacción inesperada del muchacho de rulos descolocó a Nayla, quien sabía que en el momento al que refería la maestra Líen había estado en el colegio, por lo que era imposible que él retirara a su hermanito—, sí, tiene razón. Perdone mi equivocación, hoy tuve un día pesado.
—Claro... —La desconfianza afloraba en sus expresiones sin descaro, algo que incitó al adolescente a despedirse con amabilidad y reanidar su marcha llevándose a su novia de la mano una vez más.
Cruzaron la calle a pasos de longitudes cada vez mayores hasta que al alejarse de la vista de la señorita Nayla lo frenó en seco para cuestionarle.
—¿Qué es todo esto?
—Esto... —Buscó una manera de esquivar la situación, pero no tardó nada en darse cuenta que aquello sería inútil— No es nada nuevo, ya me había pasado algunas veces. Seguramente mi hermano lo vino a buscar sin avisarme.
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Lecciones de artes marciales
AzioneNayla encuentra un diario repleto de fechas y lugares escritos en sus hojas, y decide devolvérselo a su dueño, pero al acudir a una de las citas se encontrará con que lo que lleva en su poder es en realidad la agenda de un asesino. Días, horas, luga...