No le contestó las llamadas, tampoco los mensajes aunque bien sabía que los estaba leyendo. Tampoco apareció ese día en el colegio.
Las evasivas de Nayla estaban haciendo que el joven interpretara que aquella inmensa ilusión de amar y ser amado por alguien tan especial no pasaría de la puerta de entrada. La adolescente le huía como quien escapa de sus deudas pendientes. Algo entre ellos se había roto.
¿Había hecho algo mal? ¿La había ofendido? ¿Había sido todo parte de su imaginación?
Después de todo no la merecía, no había nada raro en esta conducta; símplemente se había equivocado al decirle que sentía algo por él y no quería gastar el tiempo en solucionar una nimiedad de esa magnitud, no valía la pena. Líen entiende.
Tal vez así sería mejor, Padre jamás lo hubiera aceptado. Alejarse de Nayla significaba para él un alivio, pero uno al cual no estaba dispuesto a ceder. Sus deseos de regresar a aquellos tiempos de miradas cómplices, de canciones silbadas en los pasillos del colegio, de tardes de pasto y deporte, de recorrer compases con sus pies en plena danza, de recorrer a su compañera de baile con las manos y la mirada, siempre con respeto, pero con arduo deseo de perderlo. Líen vovo, había aspirado a demasiado.
Las tardes se pasaron volando: viernes, sábado y domingo hasta que llegado el lunes, la nueva clase de taekwondo comenzó donde, para sorpresa del adolescente, La castaña se hizo presente justo en el momento en que los más gorditos empezaban a sudar.
«Tarde Nayla, llegaste tarde...» meditó para sí mismo intentando convencerse de aquella contrariedad: nadie en su vida había llegado más a tiempo. La joven con sólo atravesar la puerta le había devuelto el aliento.
«Saludá al Do Yang que es tu templo, después a mí que sólo sirvo de guía. Sí, así. Recién después de cumplir los ritos uno se puede poner a entrenar, sino la práctica en lugar de guerrera te va a convertir en bestia... Pasa mucho en algunos estilos..., no me pongas esa cara.» Era estúpido hablarle de esa forma, pero era su única manera de vengarse, no podía entablar una escena en aquel ambiente. No podía ni quería: también era un templo para él. Las órdenes innecesarias continuaron.
«El centro del cinturón frente al ombligo, las dos puntas rodean tu cuerpo y se encuentran de nuevo en el mismo punto, una lo rodea todo y la otra forma el nudo, que se vea como una línea transversal». Su serie de indicaciones innecesarias continuaba, Nayla las acataba sin rechistar. «Sí, así. Entrá en calor sola y después te integrás, ya sabés cómo»
¿Qué buscaba conseguir con aquello? Realmente no lo sabía. Necesitaba sentirse poderoso después de que ella no le contestara un solo mensaje. Quería que supiera que si ella había decidido dejarle de hablar, él no podía dejar pasar una sola chance de dirigirle la palabra, o quizás en el fondo tan sólo estaba buscando que le contestara. Quería oír su voz, sí, ya sabía que estaba enojada. Lo suponía al menos. Quería que le dijera un simple «Sí, ya sé. Callate un poco, ¿querés? Me estás molestando», tan sólo eso bastaría. Nayla guardó silencio. Más y más indicaciones innecesarias partieron de su boca como un torrencial incontrolable. Nada.
—Muy bien, pónganse en parejas. Vamos a practicar Ho sin sool —dijo cuando se hartó de intentarlo. Los cinturones de colores claros pusieron cara de confusión.
—¿Qué es eso? —preguntó un chico que había comenzado hacía unas semanas.
—Es defensa personal. Tiene una serie de pasos para poder aprender, pero una vez que incorporen la técnica van a ver que fuera del Do Yang se usa de un modo diferente.
Los chicos se colocaron de a dos y buscaron algún lugar aleatorio en el tatami donde ubicarse.
»Bien, nuestro agresor nos va a tirar una golpe de puño —anunció el chico de rulos mientras que Natan, que era quien iba a practicar con él, marcaba un puño recto a su nariz casi en cámara lenta para que todos pudieran ver bien la técnica— y entonces nosotros lo desviamos con una defensa hacia afuera de la mano del mismo lado al golpe que nos ataca. Acuérdense de defender siempre con el antebrazo, no con la mano. Una vez que lo desviamos, atajamos su mano con el brazo con que defendimos, con la otra mano lo agarramos del hombro y, colocándonos a su lado y barremos uno de sus pies levantándolo con el pié que tengamos más cerca. Háganlo por detrás, tobillo con tobillo.

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Lecciones de artes marciales
ActionNayla encuentra un diario repleto de fechas y lugares escritos en sus hojas, y decide devolvérselo a su dueño, pero al acudir a una de las citas se encontrará con que lo que lleva en su poder es en realidad la agenda de un asesino. Días, horas, luga...