Lección trece: resignación, segunda parte

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Nayla Anahí Romero - Plaza ejército de los Andes, 01:00 Am.


—¡Mico, atrápala! —bramó Gekko.

Nayla corrió en dirección a la avenida más cercana pero la chica del pelo enmarañado dio un paso contra el muro del jardín central para luego saltarlo como si volara, aterrizar del otro lado con un rol adelante en una maniobra de parkour para luego revolearle otro par de boleadoras el cual se le enredó en los tobillos haciéndola caer al instante.

La adolescente trató de quitarse las cuerdas antes de ser atrapada pero su esfuerzo fue vano, pronto "Mico" y la otra  muchacha más esbelta la tenían sujetada de ambas manos y avanzaban llevándola a rastras por el suelo hasta donde el resto del grupo esperaba por la captura. Los pastos la cortaban, el polvo le ardía y por más que estremeciera su cuerpo la fuerza de sus captoras la vencía sin permitirle desplegar su arsenal de lucha por tener los pies aprisionados.

El líder ordenó que la arrojaran al lado del otro hombre al cual habían atrapado para luego interrogarlos a ambos.

—¿Ustedes dos se conocían? —pronunció con la voz grave con la que solían hablar los miembros de la justicia negra. Ambos prisioneros negaron con la cabeza. —¿Cómo es que siempre sabes dónde atacaremos? —Esta pregunta iba dirigida específicamente a la muchacha, pero ella otorgó su silencio a manera de respuesta. Panda a pocos pasos, se estralaba los nudillos demostrando su impaciencia y la excitación que le provocaba el asunto.

—¿Por qué intentas detenernos? —interrogó Lince pausando sus palabras lo más posible a fin de imponer miedo en su interlocutora, más la chica permaneció inmutable.

—Muy bien, si no te podemos hacer hablar vamos a hacerte gritar —Panda se exaltó de la emoción y comenzó a reír como un niño malintencionado—. Mico, ¿Vas tú?

La chica asintió, desató los pies de la adolescente que permanecía abstracta observando todo en el más sórdido de los silencios y luego se paró frente a ella en una posición de combate similar a la que usaban en el Muay Borán.

La castaña se incorporó sabiéndose rodeada y al comprende que la única opción que le ofrecían era pelear alzó su guardia de taekwondo e intentó una combinación de patadas rápidas con las que solo logró lastimarse los pies puesto que Mico se defendía con las tibias y los codos. Sólo bastó que se defendiera para lograr generar el suficiente daño en Nayla como para debilitar su espíritu. La asesina avanzó en medio de un golpe de su adversaria embistiendo la quijada de la adolescente con tres puñetazos increíblemente fuertes para luego sujetarla de la nuca con ambas manos obligándola a agacharse a fin de poder estamparle dos rodillazos en los dientes los cuales comenzaron a sangrar junto a su nariz. Nayla logró desarmar el agarre elevando su pierna por la atrás abusando de su abertura perfecta hasta golpear una patada de escorpión en la coronilla de la guerrera que la tenía sujetada, la cual retrocedió más por la sorpresa que por el golpe y luego saltó hacia adelante y destrozó el pómulo de su contrincante golpeándola con su codo.

La chica de trencitas jamaiquinas cayó al piso derrotada escuchando las risas brías del grupo de asesinos. Su sangre le dificultaba respirar y el dolor era intenso pero aún así se volvió a poner de pié, lista para una nueva contienda. Para su sorpresa, Mico chocó su mano con la de Gekko y el delgado muchacho caminó lleno de ánimo hasta ocupar el lugar de su compañera.

—¿Con que de esto se trata? Piensan golpearme todos ustedes uno por uno hasta ver quién me mata primero para luego tirar mi cuerpo en algún lugar —Reclamó la adolescente a los abusivos que se preparaban para un nuevo espectáculo.

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