CAPÍTULO II

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PD: así me imagino yo a Alan, no sé su nombre, pero es lo más parecido que encontré.



   A veces mi mente viaja a través del tiempo, claro, si eso podía ser cierto. No hacía mucha importancia a las clases, ni a los profesores, ni a los alumnos; algunos profesores podían estar hablando de su materia mientras que yo sólo imaginaba lo hermosa que debió ser mi madre, o quizás en qué le habría gustado que fuese. Tal vez Adam podía estar hablándome de las chicas que les gustan y yo sólo estoy pensando en si alguna vez tendría a alguien que me quisiera de verdad, y que no fuera mi padre... alguien que se enamorara de mí, ¿acaso podría algún día ocurrirme aquello? No lo creo. 

    A veces imaginaba un mundo con mi madre, un mundo en dónde no vivo en un departamento con una sola habitación, sino en una casa de dos o tres pisos en la cuál pudiera, incluso, perderme... sí, suena extraño, pero era lo que quería: una madre y un padre al cuál lo viera mucho más, un primo que no pensara tanto en sí mismo y un amigo... Alan. Ese amigo que me dijera "hoy te vez bien" así no lo esté. Un mundo sin Fabio gruñón, sino un Fabio amable. Sin profesores que no se interesen por sus alumnos más allá de lo académico, que te pregunten "¿cómo amaneciste hoy? ¿hay algo que quieras contarme?" . Un mundo que no me rechazara. 

  —Esther —me llamó Alan, en voz baja, desde el otro pupitre que estaba a mi lado—. ¿Qué haces? 

    Alan era hermoso en todos sus aspectos; cariñoso, amable... todo lo que podía pedir. No podía negar que Alan me gustaba, y mucho. Antes no sentía nada por él, extrañamente, pero desde que iniciaron las clases ya no puedo verlo con los ojos de "amigo", pero él, al parecer, sí. Entre nosotros no iba a pasar nada... éramos sólo unos niños, inmaduros, y a él le gustaban las niñas bonitas y populares.

  —Esther, cariño, ¿estás copiando la clase?—dijo la profesora, llamándome la atención.

 —Sí—fue lo único que dije.

Entrecerró los ojos y se acercó a mí, tomó mi libreta y vio todos los dibujos que había hecho: eran dibujos de paisajes... sólo eso. Lugares donde deseaba estar.

  —¿Estos son tus apuntes?—Inquirió.

Asentí.

Ella dejo la libreta sobra la mesa y continuó con la clase, como si no fuera sucedido nada, como si no importara si copiaba o no. 

  —Adam —llamé a mi primo, en voz baja—. ¿Puedes pasarme tus apuntes?

 —Sí, claro. 

Y ahí volví a desconectarme del mundo. Volví a imaginar, a volar... volví a encerrarme en un mundo ficticio.




La mañana había llegado a su fin, todos nos encontramos saliendo de las aulas como todos los días. Alan y Adam se jugaban a golpes, mientras yo caminaba hacia la salida junto a ellos.

  —¡Amber! —me llamaron a lo lejos. 

Sólo los desconocidos me llamaban por mi primer nombre, y los que conocía me llamaban "esther", odiaba que me llamaran por mi primer nombre... fuera quien fuera.

Giré mi vista hacia atrás, mientras que Adam y Alan se detuvieron para ver también de quién se trataba; nada más y nada menos que de la psicóloga de la institución.

  —Amber, cariño —me dijo acercándose a mí con una voz de cansancio, puesto que venía corriendo para alcanzarme—. ¿Tienes un minuto?

Miré a Adam para que me dijera si debía ceder o no. Este asintió y me dijo "te espero afuera", para luego jalar a Alan de un brazo y continuar dándose leves golpes en los brazos.

  —Soy la psicóloga Rachel —se presentó y extendió su mano para que la aceptase, y cedí.

 —Ya me conoce, soy Amber Esther, pero sólo Esther  —dije con una leve sonrisa.

  —la profesora me comentó que no tomaste los apuntes para el examen de la próxima semana —dijo. 

 —Lo sé, ya le dije a mi primo que me prestara sus cuadernos para estudiar con sus apuntes.

  —¿Por qué no tomas los tuyos?—Inquirió.

No iba decirle que me desconectaba a veces del mundo, eso sonaría muy descabellado. 

 —Hoy no me sentía bien—respondí.

  —Y esos dibujos que hiciste... ¿podrías enseñármelos mañana?—Insistió.

 —Si es por la prueba, no se preocupe, voy a estudiar. 

Di media vuelta y continué caminando hacia la salida.

  —Amber. —Tomó mi hombro.

  —Esther. mi nombre es Esther —la corregí, con cierto fastidio, y quité su mano de mi hombro.

  —Lo siento, sólo quiero ayudarte.

 —No necesito ayuda... para eso están mis amigos. Gracias.

Salí lo más rápido del lugar y busqué con la mirada a Adam y Alan. Después de unos segundos los encontré, estaban justo debajo de un árbol, sentados y aburridos, esperando por mí.

  —Pensé que te quedarías una hora ahí dentro  —comentó Adam, levantándose y dándole la mano a Alan para ayudarle a levantarse también.

  —Ni que Dios quiera—respondí.

  —¿Qué te dijo esa mujer? —Inquirió Alan, limpiándose del trasero los restos de polvo.

  —Nada importante, ¿nos vamos?

Ellos asintieron y nos dirigimos al estacionamiento de bicicletas. Ellos tenían bicicletas, en cambio yo no, algunas veces, cuando es temprano, alguno de los dos va a buscarme, y si ellos se levantan tarde, tengo que irme en el autobús. 

  —Súbete —me pidió mi primo.

Coloqué mis pies a un lado de las ruedas, en unas pequeñas tuercas sobresalientes, y me sujeté de sus hombros, él pedaleó un par de veces e iniciamos nuestro recorrido rumbo a casa.  

Hello, people.

Estoy enamorada por hacer una historia de amor y tragedia desde la perspectiva de una jovencita de 12 años, y todo lo que tiene que atravesar sin su madre. Deben estar consciente de eso; es sólo UNA NIÑA, casi ADOLESCENTE. 

En cuanto a su padre...

¿Qué estará haciendo mientras esto ocurre?

Un viaje sin ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora