El septenario

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  "En el amor no todo lo determina el tiempo"  

Luego de la primera noche, transcurrió una semana maravillosa.

Nos despedimos el día domingo en la mañana, pero al día siguiente ya había una desesperación por vernos. Fui a buscarla al trabajo.

Fue caótico, me sentía absurda y perdida, no sabía cómo llegar y seguí sus indicaciones a pesar de que me encontraba realmente lejos, en el Puerto de la región.

Llegué allí una hora antes - ella salía a las cinco de la tarde- nerviosa me senté a esperar en una plaza afuera de su oficina, escuché música, pero pronto comencé a entrar en pánico... ¿Y si ya se había dado cuenta de lo que habíamos hecho y quería darlo por terminado?

¡Rayos!

Yo ni siquiera quería pensar en la situación, evitaba todo lo que me hiciera retorcerme de remordimiento, prefería pensar en ella. Ya había pedido perdón a Dios, pero sabía que no servía de mucho si pretendía seguir pecando a su lado.

Daba igual, no lo pensaría en ese momento. No cuando estaba a punto de verla.

Al salir me saludó con cariño y me puse realmente nerviosa de su actitud, ella estaba con un compañero de trabajo. Esta sería la prueba de fuego, todo dependía de cómo reaccionara ante mi cariño.

Y de repente, sentí su olor... todo lo vivido la noche del sábado y el día anterior vino a mi como ola que te voltea y te deja mareada y sin aliento. Wow, ¿Cómo podía hacerme sentir así?

Estaba sumergida en esa dulce tortura cuando se me acercó un poco más, le sonreí y noté que le estaba sucediendo lo mismo. En sus ojos estaba esa chispa de deseo. Esa era mi señal, nada cambiaba aún.

Me relajé.

Fue una tarde increíble, no se le pareció a nada de lo que haya vivido.

Abusamos de esa conexión que había entre nosotras hasta que nos quedamos sin aliento, hasta que todos a nuestro alrededor sintieron esa corriente, ese deseo tan obvio que había entre nosotras que sin duda se notaba de nuestra posición a kilómetros a la redonda.

Nos encontrábamos a la orilla de la costa, en una gran plaza, se escuchaban las olas chocando con las rocas a un par de metros, habían varias parejas alrededor, pero no tan cerca, había sol y hacía calor, era un día hermoso para estar en ese lugar.

- ¿Qué somos? - Preguntó, apegada a mi, sentadas en el pasto bajo una gran palmera.

¡Rayos! ¿Cómo iba a salir de esa? Era demasiado pronto. Pero iba a ser sincera, nos estábamos conociendo y aún así compartíamos una gran confianza, así que respondí:

- Me carga esa pregunta... - Casi entre dientes y evité mirarla, ella rió.

- A mi también - Cada vez se acoplaba mejor a lo que quería.

- Al final esa pregunta siempre es para tener algo que responderle a los demás, si no hay nadie a quien darle explicaciones... está de más responderlo, lo importante es que dos personas se quieren.

- Claro...

- El problema de esa pregunta siempre son los celos.

- ¿Cómo? - Me miró, amaba como me miraba.

- Porque cuando no sabes "qué son" siempre tienes miedo de la fidelidad de la otra persona...

Hablamos de los celos, de fidelidad, de cuán importante era para ella deberse sólo a la persona que quería.

Yo solo sabía que ya la estaba queriendo... y que deseaba besarla, demasiado, pero había tanta gente que desesperaba. Las relaciones normales nunca pasan eso, no tienen ni idea de la presión que se siente, ni siquiera se imaginan lo que es amar con los ojos, tocar con una mirada, hablar sin palabras... No tienen ni idea de lo intenso que se vuelve.

Amor Irreverente (Daniel 2:22)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora