¿Comprometida?

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Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?

Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.

Mateo 18:21-22

¿Por qué Pedro le preguntó a Jesús cuántas veces debía perdonar a sus hermanos que le hicieran algún mal? ¿Perdonar era una carga para él?

Perdonar es un desafío para todos, todos consideramos que nuestro perdón tiene un límite, como si fuéramos lo suficientemente buenos para no merecer soportarlo o como si la otra persona no mereciera la limpieza de su culpa con un Te perdono.

El ser humano y su soberbia es repugnante. Nos cuesta perdonar a "quienes amamos", como si nunca hubiéramos fallado también.

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Hace un par de años atrás, bastante antes de conocer a Francisca, yo tenía una relación con una chica. Paola. Con ella estuvimos juntas poco más de dos años, era la mujer a quien yo amaba; pasamos la adolescencia juntas, con todo el sufrimiento y los cambios que amerita, con todos los celos e infidelidades de dos chicas que aprendían a amar, con todos los ir y venir que una relación secreta conlleva, con todas las mentiras que una doble vida suscita.

Paralelamente, cuando con Paola llevábamos un año juntas, conocí a un chico cristiano, Emanuel. Hijo de Dios, devoto, amante del Señor y su palabra.

El tiempo transcurría y junto él estaba todo lo bueno en mi vida, pero junto a ella estaba todo lo que deseaba. Aún así, jamás engañé a Paola con Emanuel, pero si pasábamos mucho tiempo juntos construyendo una amistad que, ambos sabíamos, iba a terminar en algo más fuerte. Él siempre supo la verdad de mi, conoció a Paola, se detestaron mutuamente, ella no soportaba que hablara de mi "amigo" y era entendible.

Al pasar los meses mi relación con Paola llegó a su fin, me encontraba cansada: mentiras, doble vida, dos caminos... Sin embargo, con él todo era tranquilo, cerca de él agradaba a Dios; Dios no dejaba de hablarme, en el templo comenzaba a trabajar codo a codo con los líderes, necesitaba ordenar mi vida. Así fue. Hablé con ella y lo entendió... como siempre me entendió. Ambas lloramos, sufrimos y tratamos de seguir adelante, Paola había comenzado a congregarse en una iglesia evangélica porque siguió mi sugerencia de que Dios podría ayudarla - ella siempre hacía lo que yo decía-. Sin embargo, cometí el error de nunca alejarme por completo, y como ya hemos visto a lo largo de esta historia, la cercanía es peligrosa.

Meses después mi relación con Emanuel se formalizó ante Dios y la iglesia, conversamos con mis padres, mi pastor y su pastor. Todo era perfecto, el día de mi cumpleaños número dieciocho me pidió matrimonio y puso un anillo de ilusión en mi dedo, él ya había pedido permiso a mis padres. Ese día lloré, no recuerdo por qué ¿conmoción? ¿pánico? Nunca había amado a un hombre, pero si existe un varón con quien habría compartido mi vida, sin duda era él.

No estaba enamorada, pero sabía que si era Dios el que nos quería juntos, las cosas funcionarían, estaba confiada en su voluntad. Pero no estaba enamorada, y mi cuerpo iba a aprovechar la oportunidad que tuviera para saciarse de eso que aquel varón amante de Dios no me iba a dar.

Nunca quise pecar en el sentido sexual con Emanuel, jamás quise hacerle ese tipo de daño. Habíamos determinado esperar hasta el matrimonio para agradar a Dios y "hacer las cosas bien". Pero el cuerpo es carne, la carne es débil y cuando se es joven la adrenalina de rozar lo prohibido atrae. Eso nos jugó en contra.

Fue en verano, viajamos juntos de vacaciones al norte: La cercanía es peligrosa, pero no tanto como lo es bañarse semi desnudos en un lago completamente solos. No fue jugar con fuego, fue querer quemarse. No tuvimos sexo, tampoco quería hacerlo, Dios era demasiado bueno e impidió que dañara a su hijo; pero fue suficiente para abrir lo ojos y no querer continuar.

Al volver a casa ya todo había cambiado, sabía que si seguía con él terminaríamos rompiendo nuestro compromiso de esperar hasta el matrimonio. Y no quería hacerlo. Mi único pensamiento en ese momento fue "si voy a pecar, lo haré con quien si quiero hacerlo... Paola".

La extrañaba, la extrañaba demasiado, y ella había comenzado a sospechar de mi relación con él pero cada vez que tomaba valor para preguntarme yo lo negaba con una seguridad que evidentemente confundía, porque jamás desaproveché oportunidad para decirle que aún la amaba.

Emanuel sabía que ella y yo hablábamos a diario y que no estaba al tanto de la relación, pero no sabía que yo la seguía amando. Aún así era una discusión constante.

Con él era feliz, tenía prosperidad, mi familia estaba agradecida de Dios; pero no era suficiente. Cada vez que me quedaba sola pensaba en ella hasta las lágrimas y le hablaba, ella siempre estaba disponible, me amaba sin condición.

Fue entonces, cuando mediante una foto de Facebook, ella se enteró de mi relación con él. Fue quizá la noche más dolorosa de mi vida, la escuchaba llorar desconsoladamente al teléfono, y era mi culpa. No hacía nada bien. Él estaba sufriendo producto del pecado que habíamos realizado y ella padecía a consecuencia de mi engaño. Era una estúpida egoísta que no quería perder a ninguno de los dos.

Entonces decidí romper el corazón de él, para estar con ella. Relación que no duró y le volví a romper el corazón a ella. ¿Qué estaba haciendo?

Casi un año después comprendí que lo que debí hacer en ese entonces fue quedarme sola, porque Dios me debía sanar, debía restaurar mi corazón. No podía amar al resto con un corazón confundido.

Gracias a Dios y más de un año después ambos están bien, porque se alejaron de mi. Yo era el problema.


Cuando conocí a Francisca, estaba saliendo de las repercusiones de esa etapa de mi vida, estaba aprendiendo a vivir sola, sin el apoyo emocional de alguien; y estaba funcionando bien porque Dios estaba moldeando mi vida a su voluntad. Cuando Francisca entró en mi vida yo era una persona completamente diferente a la que había sido. - y distinta a todo lo que le habían dicho de mi. - El dolor forma y reforma, romperle el corazón a quien amas también duele; y había tomado la decisión de no volver a dañar a alguien. Y esperar en Dios a la persona indicada.

Pero, ahora, supongo que es verdad que todo se devuelve.




*****SIGUE EN PARTE 2*****

Amor Irreverente (Daniel 2:22)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora