Libre Albedrío (parte 2)

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Claro que mi convicción no era tan fuerte como la de Francisca, supongo que su corazón era mucho más sensible a la voz de Dios. Pues a pesar de escucharlo y sentirme mal, no quería alejarme de ella, era la mujer que me hacía feliz.

Al caer la tarde las cosas se pusieron tensas entre nosotras, hablábamos cortantes, sentía nuestra ruptura como algo que me tocaba el hombro y me hacía temblar. Era lo correcto.

Fui a buscar a mi madre a sus terapias de kinesiología mientras hablaba con Francisca por whatsApp. Esperaba sentada para irme a casa con mi mamá cuando la situación entre Francisca y yo no dio más, y explotó en el típico "no podemos continuar", seguido del "te tengo que bloquear" y culminando con un "te amo, perdón"...

No entraré en detalles sobre las palabras mal empleadas en busca de consuelo que salían de nosotras para calmar la conversación. Lo cierto es que estaba a punto de echarme a llorar y no podía porque mi madre estaba a unos metros más allá.

Sigue aguantando. Me dije a mi misma.

Solo me quedó dando vueltas una frase... y la parafraseo "en esto se verá el amor, en que hagamos lo correcto la una por la otra". Casi parecía sacado de la biblia.

Yo la amaba, y se que nunca sería feliz a mi lado, porque nunca llenaría su vida. No podía, no debía, ni quería competir con Dios por su corazón.

Dios me dio el libre albedrío pero cada vez que lo ejercía solo me arruinaba más la vida, lo que no me importaba realmente, lo que en verdad me dolía era hacerle daño a ella...

Al llegar a mi casa esa noche, - adormilada porque producto del malestar mental me quedé dormida apoyada en mi madre mientras viajábamos. - lo primero que noté fue que Francisca me había bloqueado, pero también me dejó un gran mensaje, que leía unas dos veces al día para convencerme con sus argumentos de que lo que estábamos haciendo era lo correcto. Pero dolía.

Dolía mucho, demasiado. Dolía más que mi estómago, más que mi cabeza, más que mis pensamientos; dolía adentro, no sé dónde exactamente, pero me estaba matando. Quería abrazarme y llorar hasta desmayarme, hasta acabar...

Cada vez que se iba, una voz en mi mente repetía "volverá, volverá, volverá" y lo peor es que sabía que la estaría esperando, porque estaba tan obsesionada que no importaba cuantas veces me lo hiciera, la recibiría y le daría lo mejor de mí.

Pero esa vez era diferente. El dolor era diferente, quizá porque hasta yo había comenzado a sentir que debía terminar.

Sus palabras siempre dolían, sus promesas de no volver, sus intentos desesperados por autoconvencerse de que esa vez sería diferente. Quizá solo me estaba haciendo ilusiones y no volvería, pero si lo hacía ¿la recibiría?

¿Sería lo suficientemente fuerte como para buscar a Dios y dejar todo en sus manos?

- Ser cristiano es de valientes- Recordé que me dijeron un día. Porque me encontraba absolutamente acobardada en un rincón de mi habitación.

- ¿Dios? - Miré arriba - Quiero llorar. - No sabía que decirle.- ¿Te puedo llamar Padre? Porque ahora necesito un abrazo de esos que restauran, aunque sé que es mi culpa y lo siento, perdón por sentirme así, perdón por haberme permitido amarla, perdón por depender tanto de ella. Pero ambos sabemos que estaré esperándola, perdón.

Los días que siguieron hice de todo: borré la música secular de mi celular, no más reggaeton. - tanta perversión solo me recordaba a ella.- Si Francisca de verdad quería intentar "hacer las cosas bien" y alejarse de mí, yo debía poner de mi parte y dejar de pensar en ella. Borré fotos, la bloquee en Skype y en WhatsApp. Pero llegaba la noche y la desesperación inundaba mi pecho, quería hablarle, necesitaba hablarle. Lloraba pidiéndole ayuda a Dios, quería resistir; no por mi, por ella. También, comencé a escribir, primero para mi, pero me bastó unas páginas para notar que todo estaba dedicado a ella.

Gran cantidad de ideas locas comenzaron a anidarse en mi mente, desde mandarle un correo con todo lo que escribía en mis días sin ella, hasta aparecerme por su casa sin previo aviso.

Hubiera perdido la cabeza de tanto resistirme si no habría sido porque el día sábado noté que me había desbloqueado de whatsApp. Algo se encendió en mi pecho. Ella también quería hablarme y no sabía cómo. La desbloquee y esperé... estaba jugando con fuego en busca de una señal.

Y llegó.

Publicó un dibujo hecho por ella, una cebra y un león. Éramos nosotras. Me extrañaba, era sábado por la mañana y ella estaba en la universidad, en clases haciendo dibujos de nosotras, lo que significaba que no se concentraba. Estaba igual que yo.

Era mi turno de las señales

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Era mi turno de las señales. Publiqué todos los memes que había guardado para hacerla reír, y luego fui a la cocina, descascaré y corté un kiwi, le saqué una foto y también lo publiqué en whatsApp. Eso sería más que suficiente. Ella era alérgica al kiwi, entendería que era para ella.

Nunca nos costó entender nuestra desesperación con respecto al contacto con la otra. Hicieron falta solo unas horas y al ponerse el sol ya estábamos hablando, poniéndonos al día, disfrutándonos.

¡Joder! Suena tan fácil y rápido, pero es que ni se imaginan lo vacío que se siente no hablar con ella, la escasez de risas que me acompleja si no tengo su irrisorio humor.

Libre albedrío... ¿Es posible elegir por ti misma si ni siquiera tienes control de tu interior, si lo único que hay seguro en tu mente es una lucha entre dos potencias? ¿Cómo puedes querer dos cosas tan contrarias a la vez?

Sólo estaba segura de una cosa, ya no dolía. En el instante en que ella me sonreía todo se anestesiaba y dejaba de doler. 

Amor Irreverente (Daniel 2:22)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora