Tan natural (cuando elegí ser fría y no caliente)

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Porque lo intangible también se palpa y eriza la piel.

Su calidez me acunó, deseaba fundirme en sus cómodos brazos. Mi cabeza en su pecho, sus manos sobre mi cabello... era el cuadro perfecto.

Me encontraba exhausta, la noche anterior ninguna de las dos había dormido. Mis ojos pesaban, mientras que mi cuerpo encontraba el descanso pleno sobre su torso. Era tibio, era como darse un baño de tina luego de un largo día y tener la mente relajada, sin obligaciones por cumplir.

- Perdón por estar cansada. - Le dije, dejándome vencer por el sueño.

- Mi amor... - Dijo, llena de comprensión y encontrando absurda mi disculpa. - Duerma preciosa, descansa.

Besó mi cabeza.

No se cuanto tiempo transcurrió, supongo que no mucho.

Abrí los ojos y la televisión estaba apagada.

Me monté en sus piernas y la besé con desesperación. Respondió sin titubeos.

- ¿No estabas durmiendo? - No lo sabía, no supe si dormí o solo descanse minutos.

Quería amarla de todas las formas posibles.

Fue la noche más maravillosa de mi vida. La verdad recuerdo bastante poco, sé que hicimos el amor, pero no recuerdo cómo. El sexo es secundario. Lo realmente importante es que aquella noche dormí en sus brazos, estuve a punto de llorar y me prometió no dejarme, no de nuevo.

No sabía lo que era felicidad hasta que desperté en sus brazos.

Y todo fue natural, fue normal; se sentía común, como si ese fuera mi lugar. Y ahí lo supe, así quería vivir. No importaba nada más.

No importaban las miles de discusiones que se dieron lugar en el siguiente mes, no importaba lo mucho que tuve que esperar que se separara de su prometido. Ni lo asqueroso que se sentía ser la segunda opción, ser la "amante". Ni siquiera me importó ver que se besaran, porque sabía que era mía, que a mi me amaba. Cuando estaba de su mano todo era natural. Me iría lejos y comenzaría de nuevo a su lado.

Y la miré, semanas después, estando en la playa. La amaba... ¿Qué podía hacer al respecto? Ya no había vuelta atrás. - Quiero hacerle el amor hasta que el sexo se muera de celos. - No había forma, ni la quería encontrar.

Caminatas interminables por la playa, almuerzos llenos de risas, llamadas telefónicas que te hacían sentir a centímetros, miradas llenas de coqueteas, promesas teñidas de futuro, tardes familiares, ser protegida entre sus brazos...

Si alguien dice que la utopía no existe es porque no la han visto reír, ni gemir, no la han visto comer, no la han visto cocinar, o estudiar, o cantar, o despertar.

Fui una niña soñando con el amor por dos meses, y se sentía natural.

Amor Irreverente (Daniel 2:22)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora